21.7.06

ANCLA. Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh

Por Natalia Vinelli
Publicado digitalmente: 23 de junio de 2006
Título: ANCLA, Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo WalshAutora: Natalia VinelliEditorial: La Rosa Blindada (2002)
Hubo un tiempo, no hace mucho, por más que la desmemoria que lo arrastra todo quisiera enterrarlo en el olvido, en que la palabra fue acorralada, la lectura ardía clandestina en los patios traseros de las viviendas y en las calles brazos jóvenes se debatían contra la muerte. Y muchas veces, más de las que nos imaginamos ahora, eran cercenados por esta. Aturdía el repicar de los tambores y ese particular sonidos de las botas golpeando contra el piso. Sin embargo, de todo ello había que seguir hablando, contarle al mundo y también a los que en los infinitos rincones de la Patria seguían resistiendo. Por eso nació ANCLA, pero por eso también un puñado de periodistas liderados por un “Capitán” lleno de sabiduría y corajes suficiente como para desafiar al monstruo en su propia madriguera, se propusieron dar constancia de la otra historia. La de los campos de exterminio para imponer una economía despiadada, la de los sacerdotes que bendecían la masacre y los hombres de prensa que escribían lo que les dictaban, la de los empresarios que señalaban a quienes se rebelaban. ANCLA era la noticia sin maquillajes. La que surgía del boca en boca generoso, o de las fisuras del propio verdugo, y en muchas ocasiones logró paralizar alguna estrategia de aniquilamiento, o por lo menos ponerla al descubierto fronteras afuera. Y con ello fortalecer la denuncia contra el agresor. ANCLA era el espíritu mismo de una profesión que antes y después, ahora mismo, otros se encargan de bastardear con sus mentiras y cobardías. De esto habla este libro. Con pasión y compromiso. Sin esa felonía denominada objetividad. Y sobre todo, con agradecimiento a quien fue creador de semejante desafío, ese hombre que aún caído no dejó de repiquetear los oídos de sus asesinos con el tableteo de su más poderosa arma: la inteligencia. Periodista, escritor, pero sobre todo militante revolucionario montonero, Rodolfo Walsh hizo posible que la palabra siguiera viviendo. Y está en nosotros evitar que otra vez la vuelvan a acorralar.
Carlos Aznarez www.rodolfowalsh.org, 27 de julio de 2000
INDICEDedicatoria y agradecimientos"Por algo será"Introducción Una breve historia: Rodolfo Walsh y el periodismo comprometidoAcerca de ANCLAUna aproximación desde el punto de vista "técnico"Las cartas y la cadena informativaUna aproximación desde la alternatividadUn enfoque desde la práctica políticaA modo de conclusiónPosdataApéndiceBibliografía
Dedico este libro a los que resisten y no abandonan la lucha. A los imprescindibles.
ANCLA (AGENCIA DE NOTICIAS CLANDESTINA)
"Lo repito una vez más: hemos vivido para la alegría, por la alegría hemos ido al combate y por ella morimos. Que la tristeza jamás vaya unida a nuestro nombre".Julius Fucik Reportaje al pie del patíbulo Praga, cárcel de la Gestapo, 1943
Agradecemos a...
Carlos Mangone, tutor de este trabajo cuando aún era una tesina de graduación; a Mariano Mestman, Carlos Rodríguez Esperón y Guillermo Caviasca, por sus invalorables .correcciones y sugerencias; a los que brindaron su testimonio, porque sin ellos este libro no hubiera sido posible; ya todos los compañeros y compañeras que de un modo u otro colaboraron con la investigación. También agradecemos, por su valioso aporte en la difusión y distribución de este libro, a Fabián Pierucci, Fernando Krichmar, Alejandra Guzzo y Miguel Mazzeo.
"Por algo será"
La recuperación de las instituciones democráticas significó en nuestro país una cierta lectura de la dictadura militar. No es solo un juego con los tiempos verbales si nos preguntamos acerca de "cómo fue la transición para saber cómo será la dictadura". Es que, como sabemos, cada época política lee su antecedente en función de los intereses inmediatos y de la correlación de fuerzas ideológicas existentes. Por una parte, la salida de la Guerra de Malvinas fue el escenario más adecuado para obturar cualquier reflexión o debate acerca del lugar de la violencia en la historia de América Latina y de la Argentina; la llegada al poder del radicalismo implicó el predominio de formas parlamentarias y de un borramiento, por lo menos parcial, de las responsabilidades de los políticos durante la represión. La "clase" política instaló el tema desde la perspectiva del "exceso y del error" y aunque el juzgamiento de los comandantes fue el resultado residual de las movilizaciones de masas e implicó en la sentencia la negación de los "errores y excesos", durante un tiempo para la sociedad civil los desaparecidos habían sido objeto de arbitrariedad (porque no "tenían nada que ver" o porque no habían sido juzgados).
Sólo algunos organismos de derechos humanos y ciertas estructuras políticas reivindicaban la estrecha relación entre la represión y la actividad de los desaparecidos y asesinados, además de los miles de presos políticos y cesanteados y exiliados. Con el correr del tiempo y de manera dificultosa comenzó una tarea de concientización social en la cual el estereotipo, asimilado por muchos, de que se "desaparecía por cualquier cosa o por llevar un libro prohibido" dejaba lugar a la explicación lógica y racional de que la dictadura había sido tan feroz no por incapacidad sino por haber desarrollado una sistemática y planificada represión de la cual todavía hoy no nos podemos recuperar totalmente.
El "por algo será", frase que indicaba la indiferencia civil frente a la represión (y su responsabilidad objetiva con la misma), era el leit motiv mediático y ensayístico de una psicología social que tranquilizaba conciencias particulares y alejaba el fantasma de miles de seres que habían tenido una trayectoria social, política y cultural. Lo que había desaparecido no era sólo la persona sino su trayectoria anterior al hecho o en todo caso la transición democrática rescataba aspectos menos contradictorios o para nada causales para que sobre él se ejerciera un acto de violencia física o ideológica.
Como sucede con otras situaciones políticas, son ciertos factores más objetivos, como la persistencia de la crisis, una renovación generacional que, si bien no está tan involucrada con los hechos, desarrolla una gran curiosidad acerca de ellos y sobre todo, la impunidad de los crímenes, todo lo cual promueve que se proyecten sobre el período y sus protagonistas nuevas miradas que se hagan cargo de todas las mochilas posibles. Este es el valor del trabajo acerca de la experiencia de ANCLA, la de un acercamiento crudo y sistemático a una práctica de resistencia antidictatorial que no la libere de sus relaciones políticas fundamentales y que además no la limite a la tematización académica aséptica y despojada, tan frecuente en la mirada institucional sobre la época de la represión.
Por otro lado, la propia figura de Walsh fue tratada de diversas maneras, privilegiándose en primera instancia su calidad de escritor, luego sus aportes al periodismo de investigación para finalmente rescatar su compromiso político en el campo popular. Se soslayaba en líneas generales su decisión de subordinar la práctica literaria y en buena medida la de periodista de investigación a la decisión por una militancia política de carácter orgánico en "el marco de un enfrentamiento de clases que radicalizaba las posiciones y los métodos.
Un doble valor entonces, por una parte, el rescate de prácticas sociales y políticas de resistencia ante la opresión y de formas comunicacionales alternativas frente a la dominación simbólica que significó la censura dictatorial; por la otra, el acercamiento en el ámbito universitario, origen del presente trabajo, de temas que "queman" en el doble sentido del término, porque resultan cuestiones traumáticas de la historia política argentina y en un significado más popular, porque implican un "costo" institucional importante para una posible carrera académica.
Por eso, en tiempos tan livianos como los que corren, se saluda este trabajo inicial. Carlos Mangone
Introducción
"Con una máquina de escribir y un papel podés mover a la gente en grado incalculable. No tengo la menor duda".Rodolfo Walsh, Marzo de 1970
La Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA) es, a nuestro entender, una de las experiencias de difusión clandestina más interesantes -y a la vez desconocidas- de nuestro país. De estructura artesanal y alimentada sobre la base de información Popular, ANCLA funcionó como una herramienta política ofensiva en el marco de la resistencia a la última dictadura militar (1976-1983). La agencia dependió del Departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros y como tal fue parte de una política integral, al margen de la cual no puede entenderse. Sin embargo, funcionó con una aparente autonomía respecto de la organización: en otras palabras, se encuadró en un criterio de subordinación estratégica y autonomía táctica que "le brindó un amplio margen de libertad de acción para actuar frente a la coyuntura.
Los fundamentos de esa práctica política deben buscarse en su propia razón de ser, que responde, a su vez, a un triple objetivo: propiciar la participación popular en el proceso comunicacional en tanto fuentes y retransmisores de la información; oficiar como medio de contrainformación y, finalmente, funcionar como instrumento de acción psicológica contra el poder económico y militar. El carácter ofensivo no solo está dado por la apuesta a la organización en una situación opresiva, sino también por su definición como herramienta de contrainteligencia. Es por eso que tanto Rodolfo Walsh como los integrantes de su ámbito (1) decidieron no "pegar" directamente la agencia a Montoneros, buscaron como nombre una sigla capaz de generar confusiones y cuidaron la redacción de los cables, de modo tal de mantener difusa su identidad política y proteger o generar suspicacias en torno a las fuentes.
Esta práctica recuerda un postulado de Paolo Fabbri, aquel que dice que "sabiendo que te controlo me darás indicios tales que harán ciertamente que semejante control no controle nada" (2). Por un lado, la agencia necesitaba de cierto margen para mantener sus servicios, dado que el Departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros no escapaba a la atención de la represión. Por el otro, ANCLA necesitaba cubrirse con una identidad difusa para actuar dentro de los bloques de poder, tendiendo a romper su unidad coyuntural. De todas formas hay que hacer una importante salvedad: Fabbri se refiere al caso de doble agente o espía y por ese motivo establece que el secreto estratégico es una escalada móvil ascendente que se rige por un código de apariencias permanentes, donde al fin de cuentas se pierde el objeto central que necesitó la cobertura del secreto (3). Como veremos a lo largo de esta investigación, en el caso que nos ocupa el recurso al secreto es totalmente a la inversa, puesto que es el objeto del secreto, la información, lo esencial y lo que nunca ha de perderse durante el funcionamiento de ANCLA. Esa "obsesión por la verdad", tan presente en la figura de Rodolfo Walsh (en cierta forma el ideólogo de la agencia), recorre todo el trabajo de ANCLA. Walsh combatió a la dictadura hasta el último momento de su vida. No fue el único: muchos merecen ese lugar en la memoria.
El 25 de marzo de 1977, un día después de enviar a las redacciones del país su "Carta de un escritor a la Junta Militar", cayó en una emboscada tendida por un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada. Tenía su pistola calibre 22 y se defendió hasta que las balas enemigas lo alcanzaron. El 9 de enero había cumplido 50 años. Las bases programáticas de ANCLA, además, remiten a las anteriores experiencias de difusión popular donde Walsh participó. Todas ellas responden a un criterio amplio, síntesis de una prensa pensada como instrumento de combate en la tradición latinoamericana y como herramienta de información, discusión política y organización en la teoría leninista. Walsh era un apasionado lector y buscó, en la propia práctica, sistematizar un conocimiento a fin de cuentas colectivo. En Prensa Latina y junto al periodista argentino Jorge Masetti (4), se empeñó en contrarrestar la "catarata de basura informativa" de los medios de comunicación transnacionales.
El trabajo sostenido logró la colaboración de reconocidos políticos e intelectuales y la agencia cubana pudo, así, establecer numerosas corresponsalías. Asimismo, desde las páginas del Semanario CGT se desprendieron numerosos llamados a que cada fábrica cumpla con un corresponsal y a que trabajadores y organizaciones políticas se sumaran a las tareas de distribución, donde se destaca el rol organizador del periódico. Finalmente, el diario Noticias -perteneciente a Montoneros pero organizado como empresa periodística-, se presentó como una prensa independiente que, sin decirse claramente partidaria, apuntó a llegar masivamente al pueblo. ANCLA no fue una excepción a estos criterios, como tampoco lo fue la otra herramienta que Walsh creó durante 1976, la Cadena Informativa. Ambas eran estructuras políticas que respondían a una línea, pero que -al mismo tiempo- no se presentaban como órganos oficialmente partidarios ni se circunscribían al éxito de una operación. Esa tarea le correspondía a Evita Montonera y a El Montonero. Eran ellos los responsables de propagandizar la línea del partido, "La única empresa regular que haga el balance de toda la actividad en sus aspectos más variados" (5). La agencia, más bien, daba batalla en el terreno de las apariencias. Para especificar tanto forma como función, ANCLA necesitó una evaluación de la etapa política que funcionara como anclaje de sentido.
Ese lugar de reconocimiento fueron los documentos internos de Walsh, "papeles de la resistencia", presentados para el debate a la dirección de Montoneros y que representaban la postura crítica de un sector de la organización. Si bien no se trata de una derivación cronológica, los documentos actuaron como su matriz ideológica y de su análisis de la realidad se desprendieron los métodos de lucha más adecuados para enfrentarla: en este caso, la construcción de órganos descentralizados de difusión clandestina que permitieron sobresaltar a las Fuerzas Armadas y a los grupos económicos, gracias a un análisis exhaustivo de la prensa legal, a las "escuchas" por interferencias a las redes de comunicación del aparato represivo y, fundamentalmente, a que muchas personas superaron el terror para contar lo que habían visto u oído. La agencia, entonces, se enmarcó en una convocatoria a la resistencia contra el régimen. Según Rodolfo Walsh, se habla de resistencia cuando se "cuestionan los efectos inmediatos del orden social, incluso por la violencia, pero al interrogarse por el poder, responde negativamente porque no está en condiciones de apostar por él.
El punto principal en su orden del día es la preservación de las fuerzas populares hasta que aparezca una nueva posibilidad de apostar al poder. La obtención de ese objetivo de supervivencia está ligada a la desaceleración del enfrentamiento militar y a la aceleración del enfrentamiento político".
En cambio, también en palabras de Walsh, la guerra es "centralizada, homogeneizada a través del funcionamiento partidario y dependiente de un aparato especializado. La organización de la resistencia se basa en grupos reducidos e independientes cuyo nexo principal es la unidad por la doctrina" (6). Para Daniel James, por otra parte, la resistencia es "una heterogénea mezcla de actividades de distintos tipos (...) un variado conjunto de respuestas que iban de la protesta individual en el plano público hasta el sabotaje individualmente efectuado y la actividad clandestina (...) La motivación general que impulsaba estas diferentes formas de resistencia al régimen militar puede ser entendida como un rechazo del nuevo régimen político y lo que implicaba en materia social y política. Sin embargo, acciones como la colocación de bombas y el sabotaje eran inspiradas también por un abrumador sentimiento de desesperación" (7).
En ese sentido, la agencia buscó romper la tradicional polaridad donde un emisor fuerte se dirige en forma unidireccional a una masa anónima de receptores pasivos: a partir de la distribución de sus cables apeló a que cada receptor se convierta en un nuevo emisor, generando una cadena de información que sin duda desafió al silencio. Esta práctica es parte de la discusión sobre medios alternativos de comunicación presente en aquellos años en toda Latinoamérica." Pero la política de información de ANCLA tampoco fue ajena a los llamamientos a la participación publicados en forma de artículos o consignas en la prensa oficial de Montoneros. En muchas ediciones de Evita Montonera se resalta que "hay que ganar la batalla de la información y la propaganda", y se caracteriza a la gran prensa diaria como un espacio de "periodistas venales y corruptos (que) nos someten todos los días a un cúmulo de informaciones falsas. Esas informaciones falsas o tergiversadas responden a los intereses de los oligarcas y grandes capitalistas" (8). A la manera de las octavillas clandestinas presentes en los textos de Lenin o de los pasquines ilegales que surgían con el descontento popular durante la época colonial de la América Hispana, el trabajo de información y propaganda intentó abrir medios de comunicación donde "el pueblo empieza a escribir sus propias noticias, y a ordenar la información que llega a sus oídos". De lectura fácil y rápida, estas "octavillas" alentaron "su reproducción por cualquier medio y de cualquier forma". Lo cierto es que Walsh participó durante algún tiempo de la estructura de prensa de Montoneros (junto a su amigo el poeta y militante Francisco Urondo). Más tarde, en Informaciones e Inteligencia, encaró proyectos que incluían la comunicación y contó con espacios en las páginas de Evita Montonera para plantear vías de acción.
A esto se debe la semejanza en tanto modelo comunicacional entre ANCLA, Cadena Informativa y algunos de los espacios recreados desde la Secretaría de Propaganda, que incluyeron hojas zona les, cintas grabadas e interferencias a los canales de TV y radio. ANCLA, en síntesis, venía a representar la necesidad de contar con un medio eficaz para la circulación de información en un momento de tenaz bloqueo informativo. También, la necesidad de un instrumento político de contrainteligencia: un espacio disimulado que, a la vez de informar, dirigiera buena parte de sus esfuerzos a actuar dentro del corazón mismo del poder.
En otras palabras, se trató de una estructura comunicacional que involucró tanto la representación como la acción, tomando parte activa en la lucha de resistencia al régimen. En la construcción de una identidad diferenciada se dejan entrever, también, sus objetivos: ya en el Plan de Operaciones (9) de 1810, escrito por el secretario de la Primera Junta Mariano Moreno y con la colaboración del vocal Manuel Belgrano, estaba presente el recurso a la comunicación como forma de lucha psicológica contra el enemigo. El texto dice: es necesario montar una oficina de "seis u ocho sujetos que escriban cartas anónimas, fingiendo o suplantando nombres y firmas (...) y (aunque) protesten que son imposturas (... y) por muchos alegatos que impongan, nunca podrá dejar el gobierno (...) de mirarlos como sospechosos (... Así) podremos sacar mucho fruto, sembrando entre ellos mismos la semilla de la discordia y la desconfianza" (10). Por último, queremos aclarar que este trabajo no pretende agotar el tema sino, por el contrario, comenzar a abordarlo. La investigación, que en muchas de ocasiones pareció un rompecabezas con piezas difíciles de encontrar, varió sus hipótesis a medida que los testimonios de los actores de aquellos años aportaban mayor información.
Por ese motivo, en principio partimos de la base de una agencia noticiosa que desde la clandestinidad denunciaba las violaciones a los derechos humanos; mientras que a poco de comenzar nos encontramos con una verdadera estructura política que estaba en relación con un llamamiento a la resistencia para combatir a la dictadura, tanto en el terreno político como en el militar. Este trabajo es un intento de reconstrucción de una parte de la historia que aún no está saldada y que se proyecta sobre el presente en sus logros y fracasos.
De ahí que los testimonios estén irremediablemente mediados por la reflexión y los posicionamientos políticos actuales de cada uno de los actores de aquella época, tras 25 años de la derrota de la experiencia revolucionaria de los años ’70 en nuestro país. Por lo tanto, no es extraño que abunden contradicciones en el recuerdo de un período tormentoso y que éstas se traduzcan, a la vez, en errores de tiempo o forma que no supimos apreciar durante la investigación: ANCLA, en tanto elaboración colectiva, ofrece entonces múltiples miradas. Esta no es más que un intento de síntesis de algunas de ellas.
Una breve historia: Rodolfo Walsh y el periodismo comprometido
"Mi relación con la literatura se da en dos etapas: de sobrevaloración y mitificación hasta 1967, cuando ya tengo publicados dos libros de cuentos y empezada una novela; de desvalorización y paulatino rechazo a partir de 1968, cuando la tarea política se vuelve una alternativa. La línea de Operación Masacre era una excepción: no estaba concebida como literatura, ni fue recibida como tal, sino como periodismo, testimonio. Volví a eso con Rosendo, porque encajaba en mi nueva militancia política". "La desvalorización de la literatura tenía elementos sumamente positivos: no era posible seguir escribiendo obras altamente refinadas que únicamente podía consumir la intelligentzia burguesa, cuando el país empezaba a sacudirse por todas partes. Todo lo que escribiera debía sumergirse en el nuevo proceso, y serie útil, contribuir a su avance. Una vez más, el periodismo era aquí el arma adecuada"..(11)
Como puede apreciarse en los párrafos citados, la evolución del pensamiento político de Rodolfo Walsh determinó y acompañó su relación pública con la literatura, que conservó como pasión y práctica hasta su muerte. Y fue la investigación acerca de los fusilamientos de civiles en José León Suárez, tras el levantamiento del general Valle en junio de 1956, la que terminó de confirmar que "tampoco soy ya un partidario de la revolución que -como tantos- creí libertadora".(12). Unos años antes, Walsh había participado -aunque no como miembro activo- de la Alianza Libertadora Nacionalista. Él era un nacionalista convencido y había visto con malos ojos la firma del gobierno peronista de las Actas de Chapultepec .(13), así como también la política de movilización de los recursos petroleros vía contrato con la empresa estadounidense California Argentina.(14). Por eso, en un primer momento, recibió con cierta expectativa la nueva embestida militar, hasta que el evidente carácter antinacional y antipopular de la "Libertadora" le puso un punto y aparte al periodista "vagamente antiperonista" (15) que entendía la novela como el punto cúlmine de las letras.
En el prólogo a Los que luchan y los que lloran, Walsh escribió de Jorge Ricardo Masetti palabras que valen para él: "en ese ilusionismo de periodista ingenioso había como un oscuro rito, una transformación auténtica". Así, mientras matizaba la idea de la novela como cumbre del arte, comenzó a acercarse definitivamente a la política, y dentro de ella al peronismo. Para operar semejante cambio, primero debió vivir los logros de la Revolución Cubana -que fueron para él una escuela-, trabajando junto a Masetti en la construcción de la agencia de noticias Prensa Latina: destinada a contrarrestar los efectos de la propaganda transnacionalizada contraria a la isla y a presentar una visión de la realidad desde el punto de vista de los países latinoamericanos, la agencia no escapó a la discusión generalizada sobre la teoría de la dependencia y su correlato en la concentración mediática.
Fue allí, posiblemente, donde su interés por descifrar mensajes en clave se transformó en un mutuo aprendizaje junto a los militantes cubanos. O, más bien, en una sistematización de la experiencia que sirvió de orientación para una futura política de Inteligencia. De hecho, en los días de Prensa Latina Walsh pudo poner los mecanismos de "espionaje" en práctica, de forma tal que la decodificación anticipada de ciertos mensajes permitieron descubrir la tentativa norteamericana -instrumentada por la ClA-de invadir la isla a través de Bahía Cochinos. Él recordará, tiempo después, que "vivíamos al pie del teletipo": muchas veces, las "escuchas" de comunicaciones permitieron a Prensa Latina suplir el vacío informativo provocado por el bloqueo a Cuba. De vuelta en Buenos Aires y después de publicar Los oficios terrestres y Un kilo de oro, en 1968 Walsh conoce -vía entrevista personal con Perón en el exilio- al dirigente gráfico Raimundo Ongaro, de la CGT de los Argentinos. Desde una concepción de la prensa popular basada en un profundo respeto hacia los destinatarios de la información y hacia los protagonistas que generaban hechos políticos, históricos o sindicales, se da entonces a la tarea de armar el Semanario CGT, clausurado tras los sucesos del Cordobazo y obligado a la clandestinidad.
El semanario no sólo tuvo en cuenta artículos de carácter gremial y reivindicativo, sino que se abrió a la discusión política desde su oposición al régimen militar, amparado en el Mensaje del 1ro. de Mayo. Este contenía las bases programáticas de la CGT alternativa y oficiaba como encuadre político de cada una de las notas publicadas en el periódico. Tal como señala Mariano Mestman, "esta definición remite a la presencia de la concepción leninista sobre la prensa (...), que se expresa (...) en su carácter polémico, en la difusión de línea y en la publicidad de los debates de las reuniones, en la importancia adjudicada a su distribución y en el lugar asignado a las corresponsalías" (16). Justamente, fue la consigna de "un corresponsal en cada fábrica" la que intentó comprometer la participación obrera en la elaboración, distribución y venta del periódico, realzando su rol de organizador colectivo y estimulando la participación directa de los trabajadores en su propio semanario. En Walsh, la gestación del Semanario CGT terminó de definir su convicción y su militancia política. Antes, Operación Masacre había actuado como una bisagra entre dos formas de procesar la realidad. Ahora se decidía a aportar orgánica mente en el Peronismo de Base (PB). Luego, en 1973, comenzó a participar activamente en Montoneros, donde no desarrollaba tareas de prensa sino de inteligencia: con el grado de oficial 2do. y el alias de "Esteban", su responsabilidad era la producción y análisis de información para uso interno de la organización. En 1974, sin embargo, compartió su actividad en la estructura de Informaciones e Inteligencia con actividades en el área de prensa.
Fue cuando participó del diario Noticias, concebido como empresa periodística. Si bien pertenecía a Montoneros, Noticias era un diario que procesaba la información desde el punto de vista periodístico, y que -sin decirse partidario- aprovechaba los resquicios de la legalidad burguesa para llegar con su discurso a las más amplias masas populares (17). Luego, hacia 1975 y en virtud de su análisis crítico de la situación política que vivía el país y de la respuesta a esa situación por parte de Montoneros, volvió a encarar propuestas que desde el trabajo de inteligencia incluían la prensa, específica mente la Agencia de Noticias Clandestina (donde su alias era "Basualdo") y Cadena Informativa, además de sus recordadas cartas. Lo cierto es que Walsh, frente a cada coyuntura, se planteó métodos de lucha en el terreno comunicacional adecuados a la realidad que vivía el país: su participación en Prensa Latina y en el Semanario CGT le habían permitido conocer, en concreto, las posibilidades de la prensa como factor de organización y combate. Es esa concepción la que marcó el camino de ANCLA: rigor respecto de la información, fomento de la participación popular, instrumento de contra información, comunicación en acción.
El golpe de Estado y la polémica con Montoneros El funcionamiento y los objetivos de la Agencia de Noticias Clandestina se dieron en función y respuesta al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Es decir, ANCLA nació en el marco de una situación represiva donde la censura y la autocensura de los medios estaba a la orden del día: justamente, entre algunos de los máximos objetivos de la Junta de comandantes de las tres ar-mas que tomó por asalto el poder, figuraba el amordazamiento de la prensa. De acuerdo a la Doctrina de Seguridad Nacional, eje rector del autodenominado Proceso de Reor-ganización Nacional, se establecieron consejos de guerra militares para encausar a toda persona "enemiga de la Patria", se controló directamente a los medios de comunicación y se impuso la censura, se eliminaron los partidos políticos, los sindicatos, se anularon los derechos civiles y sociales y los derechos humanos. Además, se reorganizó la educación para ponerla al servicio de "objetivos nacionales". Los militares argentinos se basaron en la hipótesis de guerra interna para legitimar una contra insurgencia clandestina que enfrentara a "Ia subversión" y al "caos marxista clandestino". Cabe destacar que la doctrina es discípula fiel de las experiencias del ejército francés en Argelia e Indochina, y que los manuales más populares de contraguerrilla del ejército argentino son los del Coronel Roger Trinquier y sus adeptos (18).
La doctrina, en síntesis, es la versión americanizada de la teoría de Trinquier, que se adelanta e inspira a las teorías contra insurgentes norteamericanas de los años 60 y 70. Antes del golpe de Estado, ya se había prohibido la publicación de Militancia, El Mundo, Noticias, El Descamisado, El Peronista, La Calle, El Nuevo Hombre y Satiricón, entre otros, acusados de formar parte del "terrorismo periodístico" (19).
Luego la censura de la prensa se acentuó enor-memente: el mismo 24 de marzo el bando 19 de la Junta Militar anunció que "será reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio divulgare, difundiere o propagase comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas"; y que "será reprimido con reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio divulgase, difundiere o propagase noticias (...) con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales". Conforme esto, la Junta Militar estableció como lo más sano "a los fines de la Patria" una suerte de estrategia de incomunicación y desinformación. Esta estrategia superaba la negativa a informar sobre la desaparición de personas (a menos que fueran suministradas oficialmente), ya que alcanzaba a censurar cualquier crítica al modelo económico, político y social y hasta cualquier información o libro considerado peligroso.
Justamente, para Rodolfo Walsh la dictadura provocaba un "terror basado en la incomunicación", y a esta idea dio respuesta estructurando una forma de comunicación clandestina. Gracias a su trabajo, Walsh pudo proveer a los medios nacionales y extranjeros de informaciones fidedignas, e incluso pudo difundir datos aportados por periodistas que no podían publicarlos en su medio. Se-gún Horacio Verbitsky, la regularidad de los despachos sirvió para medir, más tarde, el nivel de miedo, colaboración o supuesta ignorancia de la gran prensa diaria de aquella época (20). Si bien los cables -salvo honrosas excepciones- no pudieron publicarse de forma tradicional debido a la censura imperante, se retransmitían de boca en boca por el mundo y por el país (21), aunque en este caso no de una forma generalizada sino -por el contrario- muy solapada, casi como un ru-mor (22).
El llamado Proceso de Reorganización Nacional contó entre sus víctimas a 99 periodistas, entre ellos el propio Walsh (84 están desaparecidos, 15 fueron asesinados). Según el análisis de la Co-misión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), la cifra es muy alta en relación con los profesionales que integraban el sector, lo que desnuda el intento de silenciar a la prensa para evitar todo tipo de cuestionamientos al régimen. Al igual que el Programa del 1ro. de Mayo funcionó como matriz orientadora del Semanario CGT (23), en el caso de ANCLA esa matriz fueron los documentos internos de Montoneros elaborados por Walsh para su debate y discusión, documentos que daban cuenta de la necesidad de generar medios de comunicación para enfrentar el silencio y para "parar el golpe" con respuestas políticas (24).
Pese a su notoria claridad, la calidad de las propuestas y el análisis certero respecto de la etapa que se abría con el golpe de estado de 1976, la conducción de la organización sólo los tuvo en cuenta parcialmente. En ese marco, escribe Walsh el 23 de noviembre de 1976: "Respecto a las críticas que (...) formulamos, buena parte de ellas coinciden parcialmente con las rectificaciones del Consejo (Nacional), y en ese sentido entendemos que el documento es un avance significativo para el conjunto.
Sin embargo pensamos que las rectificaciones son sólo parciales, porque no corresponden a una autocrítica profunda sobre los errores que nos condujeron a la actual situación, sino que tienden a corregirlos de facto ante la evidencia del mal resultado obtenido" (25). En esa época, eran varios los sectores de Montoneros que polemizaban con la conducción. Entre las polémicas más notorias están la que encabezaba Walsh, por un lado, y la de la Columna Norte del Gran Buenos Aires, por el otro. Ambas discusiones, desde diferentes propuestas y perspectivas, giraban en torno del funcionamiento organizativo y del rol de la identidad peronista tras el golpe. En el caso de Walsh, la crítica se dirigía principalmente hacia la línea triunfalista y militarista de Montoneros, y como contrapartida planteaba un necesario repliegue hacia el peronismo, en vez de dilapidar "esfuerzos en crear un inexistente Movimiento Montonero".
Antes del golpe de Estado, la organización había disputado la conducción del movimiento peronista, que después de 1976 dio por agotado: "forzadas a replegarse ante la irrupción militar, (las masas) se están replegando hacia el peronismo que nosotros dimos por agotado (...) Suponer que las masas se replieguen al montonerismo es negar la esencia misma del repliegue, que con-siste en desplazarse de posiciones más expuestas hacia posiciones menos expuestas" (26). De ahí su postura -relacionada al repliegue popular hacia el peronismo- y la propuesta aglutinan- te de resistencia al régimen, "que Montoneros tiene méritos históricos para encabezar".
En términos de Mao Tse-Tung, Walsh caracterizó la etapa como de retirada desde el punto de vista estratégico y como de resistencia desde el punto de vista táctico. Esta definición suponía un cambio en la estructura organizativa para adecuarla a las nuevas necesidades, de modo que la descentrali-zación se constituyó en una de las claves de su planteo. "Un centenar de oficiales, dispersos en el territorio, sin otro lazo orgánico que la unidad doctrina-ria, es suficiente para sostener la resistencia si se cuenta con recursos adecuados en dinero, do-cumentación, propaganda y explosivos".
De esta manera, un masivo "cuestionamiento al orden social, incluso por la violencia", permitiría acelerar "el enfrentamiento político". Al "sustraerse como blanco" del accionar enemigo y "reclamar por la paz", podría demostrarse que "la respon-sabilidad de la guerra recae en el enemigo. En este punto aparece la posibilidad y legitimación de la resistencia, forma de guerra diluida que, sin fijarse plazos, puede arraigar en el pueblo si le propone formas de acción que estén a su alcance" (27).
Para lograr este objetivo, Walsh propuso el reparto del dinero con anticipación y por tiempos prolongados, la descentralización de la prensa y la fabricación de explosivos caseros y bombas incendiarias en vez de la fabricación de armas de guerra. En su propuesta, funciona como expe-riencia de aprendizaje la etapa de la primera resistencia peronista: una línea militar ligada al in-terés inmediato de las masas, el abandono de los atentados individuales y el privilegio de los atentados al aparato productivo; en lo político, el levantamiento de la bandera de los derechos humanos y una incesante propaganda ofensiva realizada por medios artesanales. "La aparición de contradicciones entre ellos (la Junta) gira sobre políticas a seguir después de la derrota de la guerrilla, que sigue siendo el factor unificador" (28).
Por lo tanto, todas las acciones -militares y políticas- debían apuntar a acelerar esas contradicciones hasta romper su unicidad. En esa línea de pensamiento y acción, Walsh creó ANCLA, una herramienta política ofensiva des-tinada a horadar en el corazón mismo del poder.
Acerca de ANCLA
Dijimos en el capítulo anterior que la Agencia de Noticias Clandestina nació comnecesidad frente a una situación de opresión y autoritarismo. Política del área Inteligencia de Montoneros, la agencia de contrainformación buscó "parar la ofensiva militar con respuestas políticas" (29).
Esto significaba que todo el trabajo estaba destinado a generar grietas que minaran el muro del poder, al tiempo que se desarrollara, lentamente, la resistencia popular al régimen. ANCLA empezó a funcionar en junio de 1976. Tan solo un mes después, los documentos confi-denciales cursados por la embajada de Estados Unidos en nuestro país hacia el Departamento de Estado norteamericano dieron cuenta de la feroz interna entre los militares que se habían adue-ñado del gobierno argentino: la división entre "duros" y "moderados", la posibilidad de abrir cier-to diálogo con los partidos políticos, el plan económico diseñado por José Alfredo Martínez de HOZ (30), las maniobras de cada arma para imponer a sus hombres en los lugares de poder. Un breve repaso a estas tensiones entre el Ejército, la Marina y la Aeronáutica es fundamental a la hora de comprender el trabajo de la agencia, puesto que en su agudización iba la tarea central de la política de contrainteligencia.
Marco político Una lectura rápida pero atenta a los cables de ANCLA, escritos hace unos 25 años, revela la oscu-ra trama que se desenvolvía tras la aparente unidad de concepción del bloque en el poder. Las luchas intestinas entre las tres armas, que fueron una constante del autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional", siempre tuvieron un lugar de análisis acertado en aquellos cables que llegaban por correo a las redacciones, a los militares, a los miembros de la Iglesia, a los empre-sarios. Según documentos de la embajada estadounidense en la Argentina desclasificados recientemente (31), algunos de los sectores que antes habían apoyado el golpe comenzaron a alejarse tímida-mente debido a la evidente política de exterminio sistematizado sobre cualquier opositor a la Jun-ta Militar, por un lado, y debido a los estragos causados por la política económica de Martínez de Hoz, por el otro. Esto posiblemente favoreció el acopio de información por parte de ANCLA, ya que entre sus fuentes se encontraban "informantes calificados".
La agencia retrata, en diferentes cables, los efectos de esa represión sobre todos los ámbitos de la sociedad argentina: la violencia del Estado terrorista, el abandono de la producción científica de nuestro país, las diferencias entre los miembros de la Iglesia, la crisis del aparato productivo. En el cable del 30 de agosto de 1976, titulado "Campaña de censura y represión contra el perio-dismo", la agencia da cuenta de la situación represiva a través de un comunicado de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA); "Un agudo malestar ha causado en medios alle-gados a la Secretaría de Información Pública, que preside el capitán de navío Carlos Carpintero, la declaración emitida por ADEPA (...) La nota (...) cuenta como objetivo primordial el reclamo de poder informar más libremente y la condena abierta a los actos de violencia que sufren los hom-bres de prensa en la actualidad". Asimismo, en otro cable (3 de enero de 1977, "La ’liberación’ de los presos políticos en Argenti-na") ANCLA utiliza el discurso referido directo para dar cuenta del engaño de los "liberados", donde las comillas vienen a negar lo que la palabra ajena, la de los militares, afirma. Su propia opinión, que abre y cierra algunos de los cables, está puesta además en función reveladora: descu-bren la inexistencia de los enfrentamientos, de los liberados, de la opción de abandonar el país e, incluso, de la ambigüedad de la afirmación de que muchos detenidos por el poder ejecutivo habrían sido liberados, cuando habrían pasado a ser encausados por la justicia (es decir que se-guirían detenidos), denunciando -a su vez- la función propagandística de tales anuncios. Los efectos de la represión sobre la sociedad pueden verse también en el parte del 18 de sep-tiembre de 1976, "La ola de violencia sobre los profesionales": "Los intelectuales argentinos aco-rralados por la violencia indiscriminada, buscan refugio en lugares del mundo más propicios para realizar sus actividades, produciéndose una verdadera ’fuga de cerebros’.
Los científicos, técnicos e intelectuales que por distintos motivos no se alejan del país, permanecen en un estado de pará-lisis que redunda en un deterioro de la producción intelectual y de la investigación científica ar-gentina". Y con respecto a la Iglesia, el cable de ANCLA del 30 de agosto de 1976 ("Habría sido asesinado monseñor Angelelli") sostiene que "este conjunto de hechos ha creado una situación de creciente tensión entre la Iglesia Católica y el gobierno militar argentino, mitigada por las gestiones de al-gunos miembros de la alta jerarquía eclesiástica en un esfuerzo por detener la propuesta masiva del conjunto de los integrantes de esta institución religiosa". En este marco, las luchas intestinas por el poder se proyectaban y complicaban cada vez más el sistema de gobierno diseñado por los militares golpistas. "Tres factores (...) acentúan las ’diferencias normales de opinión’ (entre las Fuerzas Armadas) -dice al respecto un informe secreto de la embajada norteamericana en julio de 1976-: a) El difícil sistema de manejo de la Junta. La Junta, no el presidente, es la autoridad suprema del país.
El gabinete y las áreas de responsabilidad están divididos entre las tres fuerzas. Esto traslada rivalidades al gobierno y fomenta el que los ministros e interventores tiendan a reportarse y a responder más al jefe de su arma que al presi-dente. b) La incapacidad de (Jorge Rafael) Vide la para afirmarse (...) c) Las ambiciones del almi-rante (Emilio Eduardo) Massera (... ya que) no quedan dudas de que apunta a la presidencia. (...) Videla es consciente de las maniobras de Massera, desconfía de él y probablemente le gustaría librarse de Massera antes de que este último intente liberarse de él (...) Videla y Viola supuestamente también se consideran adversarios" (32).
El traslado de "rivalidades al gobierno" se hace presente en muchos de los cables de ANCLA: "La Marina argentina propuso como presidente de la república al general Luciano Benjamín Menéndez, reservando al actual titular del Poder Ejecutivo general Videla, el cargo de comandante en Jefe del Ejército. La posición de la Marina incluye un abanico de posibilidades que cubre desde la candidatura presidencial (...) hasta el nombramiento de otro alto jefe militar en un eventual car-go de ’primer ministro’. Pero en todos los casos supone el desdoblamiento de la función ejercida por Videla", explica el cable del 20 de diciembre de 1976, "La crisis en la cúpula militar". El mismo cable luego continúa que "las propuestas manejadas por el sector orientado por el general Viola privilegian la titularidad del Poder Ejecutivo para el general Videla (...) y ubican al general Viola en la Comandancia en Jefe del arma. Tanto la Marina, la Aeronáutica, como el sector del Ejército orientado por el general Menéndez cuestionaron al general Viola (...) por su relación con políticos y sindicalistas. Los enfrentamientos en la cúpula militar (...) se agudizaron a partir de que el general Viola lograra mejorar su relación de fuerzas con los cambios producidos en el arma por la Junta de Calificaciones. En dicha oportunidad, si bien la llamada ’línea Viola’ perdió la Brigada I de Caballería y debió pactar en algunos casos con el ala liderada por Menéndez, pudo pa-sar a disponibilidad a cuatro opositores (Paladino, Vilas, Buasso y Mujica), promover a altas funciones a generales afines (Vaquero y Olivera Rovere) y mantener sus posiciones en el gobierno (...).
La contraofensiva emprendida por la Marina, Aeronáutica y el sector aliado del Ejército, se ha centrado en dos ejes: la relación Junta-Poder Ejecutivo, y la cuestión sindical, a través de la Ley de Asociaciones Profesionales". Las consecuencias de ese pase a disponibilidad de "cuatro opositores" se evidencian cuatro meses después, en el cable del 14 de abril de 1977 ("Campaña por tres generales retirados"). Allí, la agencia sostiene que "volantes reclamando por el retiro forzado de los generales Acdel Vilas, Juan Antonio Buasso y Rodolfo Clodomiro Mujica fueron arrojados en el centro de Buenos Aires, como un síntoma más de las divisiones que agitan a la cúpula militar argentina (...) Los tres formaban parte del ala ultraderechista del Ejército, enfrentada con (...) Viola y apoyada por (...) Massera".
Estas luchas internas se vieron representadas también en el allanamiento de la vivienda del general de brigada Arturo Amador Corbetta (del ala "Iegalista") poco más de un mes después de la detonación de una bomba en la Superintendencia de Seguridad Federal, reivindicada por Montoneros. Corbetta, luego de "una verdadera rebelión de la plana mayor policial-en reclamo de san-grientas represalias-" (33), relevó a los superintendentes de dos unidades operativas de la Policía Federal y presentó su propia renuncia como jefe policial. "Las diferencias entre Corbetta y (el ministro del Interior, Albano) Harguindeguy datan de tiempo atrás, habiéndose evidenciado al decidir el ministro (...) que los jefes policiales relevados (...) en la crisis de julio se desempeñaran como asesores de su ministerio".
El cable puntualiza que "el general Corbetta se ubica entre los más firmes sostenedores de la posición ’legalista’ en cuanto a la represión antisubersiva (...) Su oposición (...) se manifestó especialmente a raíz del asesinato del general boliviano y ex presidente de ese país Juan José Torres y de la ’ejecución’ de los cinco religiosos de la orden de los palotinos, en los primeros días de julio". Asimismo, en la crónica y el análisis de los hechos del cable del 19 de diciembre de 1976, "Males-tar en la Policía provincial", ANCLA desarrolla su argumentación poniendo de relieve la oposición interna entre policías y militares.
Así, la agencia aparece como conocedora de sucesos "secretos": las divisiones internas de las Fuerzas Armadas y de seguridad, y las previsiones que éstas proyectan para un futuro inmediato ("comisarios generales y jefes regionales (...) estarían dispuestos a realizar un planteo (...) al comandante del Primer Cuerpo del Ejército"). El cable parte de la de-tonación de un artefacto explosivo durante una reunión de la plana mayor de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (PPBA), "reivindicada para sí por la organización peronista Montoneros".
Otro de los múltiples y violentos reflejos de las diferencias internas entre las tres armas tuvo lu-gar con el secuestro, en Buenos Aires y por parte de un grupo de tareas de la Marina, del embajador argentino en Venezuela nombrado por Vide la, Héctor Hidalgo Solá (julio de 1977). Esa era una de las nada sutiles trabas de la dictadura para nombrar civiles en cargos de gobierno. Pero la imagen norteamericana de Videla como militar de un ala supuestamente "democrática" ("Soldado profesional decente, honesto y sincero, obviamente aborrece las confrontaciones políticas y las luchas internas", dice uno de los documentos desclasificados) se desvaneció rápidamente, cuando fue el mismo Videla el que cerró toda posibilidad de apertura hacia los partidos políticos tradicio-nales. A esa supuesta apertura no solo se enfrentaba la Marina: también Martínez de Hoz, en-frentado a Massera -y ahora a Videla-, la descartaba.
Es que necesitaba "más tiempo para que sus medidas de austeridad reviertan la economía" (34). El plan económico de Martínez de Hoz, apoyado y alentado por Estados Unidos, no podía "aplicar-se sin un considerable sacrificio de una parte de la clase trabajadora", explicaba entonces el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, en un documento confidencial.
Este "consi-derable sacrificio", al decir del funcionario, se tradujo entre 1976 y 1978 en un descenso de los salarios reales industriales básicos de entre el 57,7 Y el 28,3 por ciento, de acuerdo a la rama de la producción. Al mismo tiempo, la deuda externa "creció un 50 por ciento, pasando de 5.189 millones de dólares en el 76 a 8.357 millones en el 78. Las inversiones extranjeras, en cambio, treparon de 4.115 millones de dólares (...) a 147.070 millones" (35). Esas inversiones, en 1981, se transformarían en la sideral deuda externa argentina. En otras palabras, en el diseño norteamericano de nuestra economía, el "sacrificio" era parte de un programa que, en líneas generales, incitaba "a la Argentina a que aceptara su ’papel productor de alimentos’ y dejara controlar su potencial nuclear, además de impulsar las políticas de apertu-ra y endeudamiento externo, que derivarían en un proceso de desindustrialización" (36). Esos 147.070 millones de dólares en inversiones extranjeras no se traducían en inversiones producti-vas, sino -por el contrario- en el endeudamiento a través de préstamos a las empresas estatales y privadas. Es decir que esa "inversión extranjera" se daba gracias a los préstamos que Estados Unidos otorgaba a las empresas vinculadas al poder militar o a las empresas estatales obligadas a endeudarse. Luego el total de la deuda sería absorbida por el Estado.
Un año después del golpe, ANCLA revela que "el único éxito que el ministro José Alfredo Martínez de Hoz pudo exhibir ante sus ceñudos interrogadores castrenses fue un superávit de 1.100 millo-nes de dólares en el balance de pagos, lo cual no es extraño si se considera que se produjo un ingreso de 1.300 millones de dólares por créditos obtenidos del Fondo Monetario Internacional y de bancos de Estados Unidos, Japón y Europa para refinanciar la agobiante deuda externa argen-tina de 12.000 millones de dólares. El producto bruto descendió un 2,9 por ciento y el consumo casi un 8 por ciento, creando situaciones críticas a importantes sectores industriales como la pro-ducción automotriz (...) Esta grave recesión hizo trepar al 10 por ciento el índice de desocupación, pese al plan del ministro (...) de evitar un desempleo masivo por la vía de una caída generalizada del poder adquisitivo del salario. Temeroso de los estallidos sociales, el gobierno militar anunció a los empresarios que podrían mantener sus ganancias congelando los salarios. Pero (... restringiendo) al mínimo los despidos de personal" (37).
A esta situación también se refiere uno de los documentos de la embajada norteamericana: "Los trabajadores no son el único problema de Martínez de Hoz. También tiene sus críticos dentro de los militares", en referencia a las ambiciones de Massera y su aliado Guillermo Suárez Mason. Todas estas "diferencias" tuvieron otro capítulo en la discusión sobre la elección del llamado "cuarto hombre", impulsada por el Ejército a finales de 1977 y en cierta forma adelantado por ANCLA casi un año antes ("La contraofensiva emprendida por la Marina, Aeronáutica y el sector aliado del Ejército, se ha centrado en (...) la relación Junta-Poder Ejecutivo").
Ese "cuarto hombre" sería Videla, que ya retirado como comando en Jefe asumiría como presidente "civil" con autoridad superior a la Junta, la que sólo en casos de emergencia ejercería el poder de veto. La Armada y la Fuerza Aérea, en cambio, proponían un "cuarto hombre" sometido a la Junta como órgano supremo. Videla asumió como presidente en 1978, cargo que hasta ese momento había ejercido, pero en calidad de miembro de la Junta. Massera seguió en la Junta como jefe de la Armada. En la jefatu-ra del Ejército Roberto Viola reemplazó a Videla, pero en una tormentosa y dividida votación del alto mando de la fuerza: Viola no contaba con el apoyo unánime de los comandantes de cuerpo, "donde está el verdadero poder del Ejército", tal como consta en los documentos secretos. Las maniobras aquí mencionadas brevemente conforman parte del marco político en el que se desarrolló ANCLA, entre 1976 y 1978 (38).
En cada uno de los partes pueden verse en juego la identificación propia, los objetivos político ofensivos de la agencia, el tratamiento de las fuentes y la construcción de un destinatario múltiple para consumar sus tareas de contra inteligencia y co-ntra información. La agencia, que se presentaba en forma difusa, cuidó todo el tiempo su redac-ción a fin de que no aparecieran marcas explícitas de identidad; mientras que las contradicciones militares aparecían siempre puestas en relación con alianzas y hechos. Informaciones e inteligencia: el origen de la agencia.
En el organigrama montonero, el Departamento de Informaciones e Inteligencia dependía de la estructura militar de la organización (39). Su función era la de realizar evaluaciones acerca de la situación del "enemigo" (40), de la situación militar, de los posicionamientos de los partidos polí-ticos y de la Iglesia y de la situación del campo popular. Su objetivo, servir a la toma de decisio-nes políticas y a las actividades internas de Montoneros, entre cuyas tareas estaba la de armar un "ejército popular" (Ejército Montonero).
Para cumplir con su trabajo, el departamento contó con un importante bagaje de información. Por un lado, manejaba el archivo periodístico del diario Noticias (que Walsh integró en 1974), y recopilaba y analizaba los informes publicados por la prensa legal; por el otro, cada sector de la organización hacía llegar información referente a fuerzas de seguridad, operativos, patronos, etc., a esa estructura, formando una red interna a través de los canales orgánicos. La información, que se archivaba y se procesaba, se complementaba con los datos arrojados por interceptaciones a la red de transmisión policial y de las Fuerzas Armadas.
Esta actividad se de-nominaba "escucha", puesto que requería escuchar cotidianamente las transmisiones y desentrañar sus códigos para captar algún operativo o secuestro. Las fuentes de la información, por lo tanto, podían ser internas (estructura orgánica), públicas (diarios y revistas) y clandestinas (interceptaciones y contactos "calificados"), además de los co-laboradores "por afuera" de la organización: un trabajador, un vecino que había visto un operati-vo, un estudiante, un familiar, un conscripto, etc.
Esta última modalidad fue básica en el caso de ANCLA, sobre todo a medida que la represión iba deteriorando cada vez más las estructuras orgánicas. Rodolfo Walsh, a cargo de una de las áreas del departamento (41), le daba una importancia fun-damental a la información política que se desprendía de diarios y revistas de circulación legal. Solía prestar especial atención a los discursos de los generales para descubrir las diferencias en-tre cada uno de los sectores de las Fuerzas Armadas, a quienes respondían en el plano económico, sobre qué sector de la Iglesia se apoyaban.
"Una de las tareas centrales de Informaciones, y después también de ANCLA -explica Lila Pastori-za, quien participó en Inteligencia- era recopilar los recortes de los diarios todos los días: se publicaba mucha más información de la que se cree, y complementada con los datos obtenidos por las demás vías se empezaba a armar el rompecabezas" (42). Es decir, más que grandes contactos en las altas esferas del Partido Militar, la información que llegaba a informaciones e inteligencia emanaba "desde los conscriptos hasta el tipo que era poli-cía desde mucho antes, que era peronista y pertenecía o colaboraba con Montoneros. No era in-formación ’central’, porque un colimba (43) no tiene información central, pero -por ejemplo- to-das las informaciones acerca del funcionamiento de la ESMA se recopilaron gracias a colimbas que cumplían el servicio militar en ese lugar. Si bien existían algunos contactos a más alto nivel, no eran tan fundamentales" (44).
La calidad del servicio de informaciones montonero pudo, en un sentido amplio, notarse en más de una oportunidad. "Aramburu, Villar, los Born, la fábrica de armas Halcón, el Hércules y mu-chos otros fueron posibles porque compañeros como usted nos pasaron la información necesa-ria", sostiene un artículo de la revista Evita Montonera (45). De ahí se desprende su importancia dentro de la estructura militar de la organización, en tanto servicio de inteligencia.
La revista continúa: "Todos manejamos alguna información sobre el enemigo: el cana que vive en el barrio, la pinza que vimos, el plano de la comisaría o el cuartel donde hicimos la colimba, el matón del sindicato, la casa de un traidor del movimiento, el dueño de la fábrica donde trabaja-mos. Esa información, tal vez, en sí misma no sea muy importante o tal vez no sirva para una acción militar espectacular, pero para nosotros por más pequeño que sea cualquier dato es útil, porque lo unimos a otros datos y así vamos armando nuestra red de información" (46). Cuando comenzó la acción represiva de la Triple A (47), el departamento de informaciones cum-plió una tarea esencial: envió fotografías de los sospechosos de participar en ese organismo paramilitar a cada una de las áreas de la organización, con el objeto de identificarlos.
Según Richard Gillespie, la apelación a la policía de la Provincia de Buenos Aires realizada en 1975 por los Montoneros, además de otras peticiones, sirvieron para cosechar aún más datos acerca de las tres AAA, los que más tarde se utilizarían para estimular la denuncia del accionar de ese organismo por parte de políticos y personalidades (48).
Los militantes que participaban del departamento cumplían diversas actividades relacionadas a contrainteligencia. Hacia 1976, Walsh se encontró con la necesidad de dar salida a todo ese bagaje informativo que se venía construyendo desde 1973.
Reunido con Lila Pastoriza, Lucila Pa-gliai, Eduardo Suárez (desaparecido en agosto de 1976) y Carlos Aznárez, discutió acerca de la posibilidad de crear una agencia de noticias. Luego, hizo el planteo formal en la estructura supe-rior de la que dependía el organismo, posiblemente la dirección de Inteligencia (supuestamente a cargo de Horacio Campiglia, alias "Petrus", a quien Walsh nombra en uno de sus papeles personales) (49) o la Secretaría Militar, en ese entonces a cargo de Horacio Mendizábal. "Rodolfo era muy habilidoso en ese sentido. Por eso, cuando se arma la agencia, la discusión se da en buenos términos con la organización.
ANCLA parecía una tarea absolutamente racional", señala Carlos Aznárez (50), y luego agrega que Walsh aparecía como "el más capacitado para llevar adelante un proyecto de esas características: tenía inserción en el gremio, contactos cuali-ficados y gente en distintas áreas que le facilitaban la información, a él y a ningún otro". Según Aznárez, Walsh "estaba al día con toda la tecnología que pudiera servir para la contrainteligencia. Rodolfo era un minucioso investigador en ese área y en muchas ocasiones mandaba a comprar artilugios al exterior, que luego servirían para hacer ’escuchas’.
Además, era uno de los más grandes ’descriptadores’ que tenía la ’orga’, podía descifrar una clave policial o militar (a nivel de mensajes ’tabicados’) en muy poco tiempo.
Y a la vez, era un maestro para generar mensajes en clave, que -luego nos enteramos- a los milicos les costaba mucho entender" (51). Esta experiencia, no individual sino colectiva, sirvió para encontrar una herramienta que permi-tiera dar a conocer, por otra vía, lo que estaba pasando: todos los órganos legales de prensa par-tidaria estaban definitivamente clausurados, la represión cada vez era más dura y muchos me-dios de comunicación masiva desecharon rápidamente la posibilidad de publicar informaciones provenientes de fuentes no oficiales.
ANCLA: objetivos
En virtud del material recopilado y de las entrevistas realizadas, puede observarse que ANCLA tuvo tres objetivos centrales: "informar a los que informan", es decir, brindar información veraz a los periodistas a fin de romper el bloqueo informativo; funcionar como una herramienta de de-nuncia no sólo acerca de las violaciones a los derechos humanos, sino también acerca de aspec-tos de la política económica, la situación social que se vivía en el país, y de la movilización obrera sistemáticamente silenciada; y, fundamentalmente, agudizar las contradicciones existentes en el seno de las fuerzas armadas y demás sectores de poder.
Agudizar las contradicciones.
La Agencia de Noticias Clandestina, como dijimos más arriba, fue parte de la política del aparato de Inteligencia, y en ese sentido orientó su accionar. Ya desde la elección del nombre, Walsh buscó generar confusión entre las Fuerzas Armadas. Por eso utilizó la sigla ANCLA: las competen-cias en el seno de las FFAA permitieron que la agencia funcionara con relativa tranquilidad duran-te unos meses, ya que cada arma sospechaba de la otra en la autoría de los cables. Pero lo cierto es que lo que más preocupaba a los militares era el contenido de esos misteriosos partes: por la calidad de la información, evidenciaban un conocimiento de la situación para ellos sólo posible a través de fuentes militares.
Según Lila Pastoriza, responsable del ámbito que llevaba adelante la agencia, Walsh planteó la importancia de realizar un trabajo político entre las Fuerzas Armadas y de seguridad, destinado a agudizar sus contradicciones internas: había que enfrentar al sector de la Iglesia "X" con el sector del capital "Y", o con alguna de las tres armas. En este sentido era necesario "generar instrumentos de acción psicológica para producir o acelerar las contradicciones dentro del campo del enemigo. Como lo que de alguna manera hacía la guerrilla era unificarlo, nuestro objetivo entonces era dividirlo" (52).
Para lograrlo, los cables -redactados de manera ambigua en cuanto a la identidad de la agencia y de las fuentes- eran enviados por correo a personajes cruciales elegidos de antemano en función de las necesidades políticas; al tiempo que la difusión entre periodistas aportaba a la circulación de rumores y generaba un marco más amplio para la acción política y la agitación. Para conseguir las direcciones más importantes, allí estaba el trabajo de inteligencia: según Roberto Perdía, existía en la organización una nómina de oficiales a los que enviar la información "para provocar des-pelote entre ellos, opiniones", aunque "se sabía de dónde venía esa información" (53).
La forma de ordenar los datos servía, además, para dar relieve a las diferencias entre los secto-res de poder, mientras que la cantidad de fuentes en diferentes sectores de la sociedad y ciertos "informantes calificados" les permitían realizar análisis tan certeros que provocaban dudas y preocupación entre sus destinatarios. Este objetivo, en sí mismo, descubre a la agencia como un instrumento ofensivo de contrainteligencia: "Se generaron todo tipo de cables cruzados, que provocaron desde temor hasta incredulidad" en el seno del poder, señala Carlos Aznárez (54).
De ahí que su ámbito natural estuviera vinculado a la estructura de inteligencia de Montoneros. La política de contra inteligencia no se agotaba con el funcionamiento de ANCLA: también se edi-taban papeles y estudios acerca de temas conflictivos, como por ejemplo la soberanía o la política económica. Entre ellos figuran los Cuadernos de la Soberanía, redactados y distribuidos por Horacio Verbitsky y donde también participaba, entre otros, Patricia Walsh. Según expresó la hija menor de Rodolfo en la presentación de la primera edición de este libro, en los Cuadernos... trabajaba "un grupo no muy grande de compañeros, que en plena dictadura y en la absoluta clandesti-nidad, nos dedicamos a escribirlos".
Los Cuadernos... -explica a su vez Verbitsky- "eran como la contraimagen de lo que la dictadura planteaba a los oficiales jóvenes", era mostrarle a los militares la posibilidad de una forma distin-ta de ser militar. "Nos planteábamos la disputa ideológica en ese sentido -continúa-, con la idea de que no era inevitable que todos los militares fueran secuestradores, asesinos y lapidadores del patrimonio nacional.
Pensábamos que, en general, cuando un adolescente comienza la carrera militar lo hace con intenciones generosas, no con la idea de convertirse en un asesino y un la-drón. Sin hacemos demasiadas ilusiones, procurábamos fortalecer esas contradicciones". Entre los cables de la agencia donde se deja entrever este objetivo, se destacan: "Malestar en la policía provincial", "La crisis en la cúpula militar" y "Divergencias en las Fuerzas Armadas argentinas", emitidos durante 1976; "Explicaciones económicas para el asesinato de un jefe militar", "Polémica por una obra recientemente inaugurada", "Brasil desplaza a la Argentina en la fabricación de aviones", algunos apartados del "Servicio especial: a un año del golpe militar en la Argen-tina" y "Campaña por tres generales retirados", durante la primera mitad de 1977; y "El cuarto hombre recién en 1979", y "¿Qué está pasando en la Junta Militar?", correspondientes a la rea-nudación de los servicios de ANCLA a partir del mes de agosto (para más información sobre las etapas de ANCLA, ver el apartado sobre funcionamiento) (55).
Ahora bien, el1 9 de abril de 1977, en conferencia de prensa, el Comando en Jefe del Ejército dio a conocer un informe sobre "La subversión en la Argentina". La conferencia duró cuatro horas y la introducción estuvo a cargo del comandante en jefe, teniente general Jorge Rafael Videla (en ese entonces presidente). También expusieron Roberto Viola (titular del Estado Mayor de esa arma), Carlos Alberto Martínez (jefe II -Inteligencia- del Estado Mayor General), y Luciano Adolfo Jáuregui (titular de la jefatura III-Operaciones-) (56). Lo que más interesa aquí es la "exposición" de Martínez, entre comillas dado que los medios de comunicación de la época hicieron una transcripción exacta del documento oficial leído durante la conferencia.
En uno de sus apartados, dice: "La acción sicológica (AS) ha desempeñado un im-portante papel en el accionar subversivo y ha recurrido a diversos medios que van desde publica-ciones clandestinas, inscripciones murales, panfletos, pegadas de obleas, emisiones radiales clandestinas, propaganda y/o intimidaciones por vía postal o telefónicas, visitas domiciliarias, etc., hasta el empleo de propaganda armada y uso de explosivos de alto poder sobre lugares de concentración de personas (Cine Círculo Militar, Superintendencia de Seguridad Federal, Secreta-ría de Planeamiento del Ministerio de Defensa Nacional) con fines no sólo de destrucción, sino propagandísticos" (57).
"En general, la AS está dirigida a: Captar. Disminuir el espíritu de lucha y fracturar la cohesión de las Fuerzas Legales. Enfrentar a distintas instituciones con el gobierno, especialmente la Iglesia. Mantener en estado de agitación al campo laboral buscando hacer fracasar el plan económico. Desprestigiar al gobierno y las FFAA. Lograr una resistencia de la población al gobierno" (58). En otras palabras, el informe desnudaba los objetivos de la agencia clandestina.
Más adelante y después de enumerar el empleo de la "AS a nivel internacional", la investigación describe las "estructuras propias (dentro del país)", que "envían información falsa o distorsionada a corresponsales extranjeros, tratando de aparecer como una agencia independiente clandestina. Tal es el caso de ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina), organizada por la bdsm (59) montoneros y que funciona en el ’sector FFAA del Departamento Informativo de la Secretaría Militar’ bajo la responsabilidad de la DS (60) (alias) ’Lidia"’ (61). ’Lidia’ era el pseudónimo de Lila Pastoriza. Después de más de medio año de funcionamiento y en virtud de los datos que ahora manejaba el ejército, puede suponerse que el objetivo de "agudizar las contradicciones internas" perdió su razón de ser.
Las FFAA habían descubierto la identidad de la agencia, por lo tanto los destinatarios de la información estaban precavidos acerca de las intenciones políticas de sus autores: dividirlos disfrazándose de unos y otros, sembrar la discordia. Pero no fue así. Por el contrario, la preocupación y las sospechas se mantuvieron: el problema no era tanto la identificación del emisor, sino la calidad de una información que presuponía que con-tactos secretos en cada una de las tres armas (o en alguna de ellas) colaboraban con la estructura de la agencia. Además, tal como señaló Mariano Moreno, secretario de la Primera Junta Patria (1810), la acción psicológica no es tan simple de contrarrestar: Moreno aseguraba que el envío de cartas políticas con nombres y firmas falsificadas generaba cierta desconfianza entre los ene-migos, de la cual -aunque "protesten que son imposturas"- nunca podrán desprenderse (62).
Las cartas estaban sobre la mesa, pero las tensiones entre las tres armas favorecían la incredulidad y la desconfianza. Aznárez profundizó este punto con el relato de situaciones posibles: "Cada fuerza suponía que la información de los cables pertenecía a la otra. Por ejemplo, algún empresario vinculado a la Ae-ronáutica, que recibía los partes, creía que los responsables pertenecían a la Marina; lo mismo con determinado miembro jerárquico de la Iglesia que comentaba la información con un cape-llán". De esta forma, la agencia consiguió seguir desvelando a las FFAA durante un tiempo más.
Pastoriza, quien dos meses después de aquella conferencia fue secuestrada por la Marina, re-cuerda su sorpresa al descubrir que "todavía se mantenía nuestro objetivo. Incluso cuando yo ’caí’, en junio del ’77, pude comprobar que la Marina todavía pensaba que el informe era un bolazo del Ejército, ¡y el Ejército a su vez no terminaba de creer que ANCLA perteneciera a Montoneros!".
Dadas las competencias internas de las FFAA y demás sectores de poder, un arma creía que la agencia era parte de una maniobra de la otra. Los recelos entre ellos permitieron, así, dar más "aire" y continuidad al trabajo, cada vez más difícil ya que "el enemigo estaba tras nuestros pa-sos" (63), Mientras tanto, retenida clandestinamente en la ESMA, Pastoriza enfrentaba a unos secuestradores que se empeñaban en descubrir "cuál era el gran contacto" que les permitía obte-ner las informaciones que se publicaban en los cables. No podían entender que esa información estaba implícita en la prensa legal, en sus propios discursos, en los libros de historia..., razón por la cual también insistieron con su interrogatorio acerca de "dónde se encontraba el mimeógrafo. Nunca lo encontraron, ni tampoco el sello con la sigla ANCLA que encabezaba todos los cables" (64).
Esta insistencia recuerda la situación que se vivía en el centro de detención clandestina "Quinta de Funes", en Rosario, donde el ejército retenía ilegalmente a miembros de la dirección de la co-lumna Rosario de Montoneros, "tres mimeógrafos y una rotaprint", para imprimir folletos firma-dos como Montoneros: una maniobra destinada a infiltrar y aniquilar a la guerrilla peronista (65).
Presumiblemente, la Marina tenía intenciones de llevar adelante una política de ese tipo con los secuestrados del grupo de ANCLA, pero nunca lo logró. Así lo demuestran no solo los testimonios recopilados y la ausencia de "caídas" posteriores a los secuestros, sino también el hecho de que periodistas como Horacio Verbitsky decidieran, hacia agosto de 1977, reanudar los servicios informativos.
Instrumento de denuncia
A medida que la acción represiva se fue incrementando, comenzaron a llegar a la redacción itine-rante de ANCLA muchos hechos denunciables. Así fue que al objetivo de acción psicológica se le unió la necesidad de generar un instrumento de denuncia acerca de las crecientes violaciones a los derechos humanos. Denunciar lo que ocurría en el país no sólo se circunscribía a ese ámbito, sino que incluyó también la evaluación de la política económica, de la situación social y de la movilización obrera.
"Cuando empezaron a llegar los rumores acerca de lo que pasaba en la ESMA o en otros campos de concentración, muchos de nosotros sentimos incredulidad. Estábamos pensando que tal com-pañero estaba muerto, su sangre estaba ahí, pero después alguien nos decía que estaba secues-trado... Fue un golpe muy fuerte. Y fue cuando reaccionamos que, junto a Rodolfo (Walsh), empezamos a pensar en formas de contar toda esa historia. Pero no sólo en relación con los derechos humanos, sino también con todas las tropelías que estaban haciendo los milicos. ANCLA abarcaba todos los temas, desde las primeras huelgas y medidas de resistencia hasta la corrupte-la de la junta", explica Aznárez (66). Esa denuncia no era masiva, porque la represión hizo que los receptores de la información se redujeran cada vez más.
El "multiplicar y difundir" fue quedando acotado a los medios extranjeros y a los medios nacionales que, si bien no publicaban los cables, permitían una retransmisión subterránea de boca en boca. Pero ante el bloqueo informativo, la agencia servía para incidir, para generar grietas en la uniformidad de los medios nacionales. El trabajo generado se fue constituyendo, entonces, en una molestia permanente para la dictadu-ra. "En el exterior conseguimos publicar un montón de cables -sostiene Aznárez-. Y si no se pu-blicaban todos, muchos de los receptores en el exterior, que eran periodistas elegidos ’a dedo’, retransmitían la información por otras vías".
Ese "horadar el muro del silencio", sumado a la acción incesante de los organismos radicados en el exterior, preocupó al régimen al punto de instalar el "Centro Piloto" de París, que esperaba contrarrestar con propaganda paga las numerosas denuncias que los militares golpistas llamaron "Campaña AntiArgentina". Porque ANCLA no trabajaba aisladamente: además de los familiares y exiliados que planteaban la situación argentina afuera del país, se le unió la acción de las organi- zaciones políticas y de derechos humanos. El despacho de ANCLA del10 de agosto de 1977 es claro al respecto.
El tema es la reanudación de los servicios de la agencia luego de un mes de suspensión en razón de los secuestros de miembros del grupo y de la salida al exterior de otros. El cable establece que ANCLA, desde su creación, "se propuso proporcionar información fidedigna y con un alto grado de elaboración", para luego detallar la lista de temas que la Junta censuraba: "la situación interna de las Fuerzas Armadas (...); los procedimientos clandestinos, secuestros, torturas y ejecución de rehenes, que en un año y medio han sembrado de cadáveres el territorio nacional y sus aguas jurisdiccionales (...)", y "la repercusión de estos hechos más allá de las fronteras argentinas" (67).
Según Manuel Gaggero, miembro en aquel entonces de la sección Legal (68) del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), "nosotros teníamos un equipo de prensa que comenzó a for-mar una agencia de noticias, con el fin de elaborar notas de denuncia y enviarlas al exterior esperando el rebote. Es decir, esperábamos que el rebote de alguna noticia publicada en el exterior permitiera que un secuestro o una desaparición lograra un espacio en los medios de prensa ar-gentinos. Ese era nuestro objetivo y creo que también el de ANCLA, con quienes intercambiába-mos información" (69).
La agencia a la que se refiere Gaggero funcionó entre abril y diciembre de 1976, aproximada-mente. Muchos de los que participaron habían trabajado antes en El Mundo, diario nacional vin-culado al PRT (situación semejante a la de Noticias, vinculado a Montoneros). Al igual que ANCLA, esta agencia era clandestina y no funcionaba en un lugar fijo. El intercambio entre estos dos instrumentos no solamente se daba en el plano de la elaboración de notas, sino que incluía las direcciones a donde mandarlas.
El contacto con Montoneros era, según el testimonio de Gaggero, Miguel Zavala Rodríguez, exdiputado peronista desaparecido en 1976, con quien se mantenían relaciones prácticamente se-manales. Durante la entrevista, explicó que "cuando perdíamos el contacto con la gente de ANCLA, recurríamos a él". Si bien los entrevistados del grupo de ANCLA, consultados sobre esta relación, manifestaron no tener conocimiento, es muy posible que haya existido cierta vinculación entre las estructuras de prensa de ambas organizaciones. Y, a partir de allí, el contacto con el grupo de ANCLA.
Lo cierto es que en el Secretariado Nacional se fundían las conducciones de la estructura militar (de donde dependía la agencia) y de la estructura de Prensa y Propaganda y en ese ámbito unifi-cado se coordinaban todas las tareas ejecutivas, aunque con los golpes y el paso del tiempo las estructuras orgánicas comenzaron a degradarse y confundirse entre sí.
Además, en uno de sus papeles, Walsh puntualiza que durante algunas semanas compartió un ámbito de funcionamiento con Zavala Rodríguez, Sergio Puiggrós, Paco Urondo y "Eduardo", del área de Prensa (70).
Informar a los que informan
Para Lucila Pagliai, el objetivo más importante de la agencia clandestina era "informar a los que informan". Porque si bien sus despachos, salvo honrosas excepciones, no fueron publicados en la prensa argentina en razón de la censura y el bloqueo informativo, "en las redacciones se sabía lo que estaba pasando: al menos nuestros cables llegaban con regularidad". Entre junio de 1976 y junio de 1977, se enviaron 200 cables de ANCLA, ya que el parte de rea-nudación de los servicios de agosto de 1977 es el número 200. Sin contar el período julio-agosto de 1977, durante el cual ANCLA no funcionó por la salida al exterior de Pagliai y Aznárez y la caí-da de Pastoriza, los cables se mandaron con una regularidad estimada de uno día por medio (71).
"Muchos periodistas tenían información pero no la daban a conocer, algunos porque se hacían los distraídos, otros por temor, otros porque no tenían más alternativa. La idea, entonces, era ’re-cordarles’ lo que estaba pasando, horadarles un poco los sentimientos para que colaran alguna información aunque sea entre líneas", explica Aznárez.
De no ser posible, que los cables sirvieran para "radio bemba, para que un periodista se lo cuente al otro, para generar una cadena mínima de información". Lo cierto es que, además de la información sistematizada que llegaba a las redacciones a través de los cables de ANCLA, en los diarios y revistas "la información seguía circulando sin alcanzar su consumación natural en el contacto con el público", sostiene Verbitsky en su libro sobre Rodolfo Walsh y la Prensa Clandestina.
La agencia, entonces, venía a llenar ese vacío, de acuerdo a "la línea general de la organización" pero sin recurrir a "la propaganda". Sobre este punto, Pagliai señala que la información enviada a los medios "no era del tipo de la que se publica, sino de la que se corre". Y como "la información tiene un poder concientizador", la llegada de los cables a las redacciones estimulaba a los periodistas a comentar y difundir como les fuera posible las nuevas noticias acerca de lo que estaba sucediendo. Es decir, "manteníamos informados a los informadores".
Al mismo tiempo, algunos periodistas que no podían publicar una información en su medio la hacían llegar a ANCLA, e incluso a veces elaboraban informes. Esto demuestra, aunque precaria-mente, una relación de ida y vuelta. En ese sentido, escribe el periodista Alberto de Arriba: "Durante el año posterior al golpe, podíamos sacudirnos un poco la indignidad que nos cubría colaborando con los sistemas informativos clandestinos que había creado Rodolfo Walsh (...). No sabíamos dónde serían publicadas esas notas impublicables en la Argentina del Proceso. Pero era como tragar un poco de aire" (72). Sin embargo, en el exterior se publicaron varios cables de ANCLA. Y cuando esto no fue posible, los receptores de la información la hicieron llegar "al entorno argentino y latinoamericano en el exilio. Así la bola se corría, hasta que la información llegaba a publicarse en medios alternativos (73).
Esa era una de las tantas formas de perforar el muro del silencio. Este objetivo, entonces, estuvo estrechamente vinculado a la idea del rumor, a la idea de que pese a las condiciones negativas el hombre se las ingenia para seguir comunicándose.
El trabajo desarrollado por Rodolfo Walsh en Cadena Informativa, otro de los instrumentos nacidos del Departamento de Informaciones e Inteligencia, apuntó también a este objetivo -aunque superaba el ámbito periodístico para abarcar a toda personalidad destacada-: comprometer al receptor de la información a que se convierta en un nuevo emisor, con los medios que tuviera a su alcance.
Una aproximación desde el punto de vista "técnico"
ANCLA funcionó como una agencia de noticias que operaba en la más absoluta clandestinidad. Sin embargo, mantuvo los rasgos característicos de esa empre-sa. Ideológicamente la elección de un género textual no es inocente, por el con-trario, implica un posicionamiento social: desde la elección de una agencia noticiosa como forma de funcionamiento, ANCLA reafirmó su condición de ser la primera en recibir información. A su vez, el género le dio la posibilidad de construir la información produciendo un efecto de objetividad.
Ese efecto fue aprovechado para escribir sobre "los secues-tros y otros métodos ilegales", de forma tal que le hacía decir a sus informantes aquellas cosas que ANCLA no podía decir (hay desaparecidos y fusilados) para proteger su identidad.
El trabajo desarrollado por la agencia, entonces, se mueve dentro de un margen muy pequeño, donde en cada línea se cuidan los límites -y las conexiones- entre un instrumento para la acción política ligado a la inteligencia montonera y la agencia como proyecto de comunicación popular. En ese sentido, es interesante ver, desde un punto de vista más "técnico", sus modos de funcionamiento, a fin de evaluar la puesta en acto de sus múltiples objetivos.
Fuentes
Las fuentes de información de ANCLA son semejantes a las fuentes con que se manejaba el De-partamento de Informaciones e Inteligencia. De hecho, la agencia funcionaba en ese ámbito. Por lo tanto se puede afirmar que las fuentes podían ser internas, obtenidas a través de los canales orgánicos; legales, a través de la prensa y los discursos; clandestinas ("escuchas" e intercepta-ciones); y populares (gente común que tenía cierta información y la hacía llegar a la agencia).
A esta lista debe agregarse la atención especial que se prestaba a los llamados informantes clave en determinada temática (74), a los medios de información extranjeros ya algunos periodistas argentinos que colaboraban con la agencia. "Entre los que mandaban información a ANCLA había muchos periodistas que incluso a veces re-dactaban informes", explica Lila Pastoriza.
Por empezar, Walsh reunió periodistas de su más absoluta confianza y con ese equipo empezó a formar una extensa red de informantes: en los estudios jurídicos existía información acerca de los pedidos de habeas corpus; en las empresas se conocían datos socioeconómicos, contactos y negociados entre los sectores de poder; en la calle muchos veían secuestros y operativos; en las redacciones del país se manejaba cierta informa-ción. Tenemos, entonces, una agencia realizada sobre la base de una estructura artesanal alimentada sobre la base de información popular y de (en menor medida) "informantes calificados". Es decir que la participación, al menos, estaba garantizada desde la fase de emisión de la información.
De otro modo, no hubiese existido la posibilidad de crear la agencia. Prueba de esto es el tiempo durante el cual se prolongaron sus servicios sin interferencias, ya que las fuerzas armadas busca-ban "inexistentes talleres de impresión", y centraban su atención en posibles "infiltrados en puestos clave" (75). Aunque existían contactos "calificados", la mayor cantidad de información llegaba del seno mismo de la sociedad, lo que hace suponer a la agencia más bien como un espacio de sistematización de toda la información que se corría de boca en boca, como un rumor, enfrentando el silencio imperante.
La importancia de la participación popular en la producción .de la información hizo que la agencia tuviera corresponsales en distintos puntos del territorio nacional, situación similar a la del Sema-nario CGT que, desde sus páginas, llamaba a los trabajadores a aportar en la distribución y venta de la prensa y a responder a la estructura de "un corresponsal en cada fábrica" (76).
Estos corresponsales no eran otros que militantes de la organización que cumplían tareas en diferentes áreas y regiones y que, a través de los canales orgánicos, hacían llegar la información a la agen-cia. La mayoría de los militantes que participaron de ANCLA eran, además, "periodistas de batalla".
Esa característica les facilitó "la lectura de los medios de comunicación, ya que estábamos muy acostumbrados al ’entre líneas"’. Asimismo, el grupo tenía "bastante conocimiento acerca de dónde obtener la información sin perder tiempo y controlando las medidas de seguridad. Apuntábamos con mucha direccionalidad: si había alguna medida de resistencia en la fábrica Pirelli, bus-cábamos al compañero que había sido delegado y ya no estaba (porque estaba clandestino), pero que nos decía con quien se podía hablar" (77).
Acerca de la importancia de los medios extranjeros en la recopilación de información, Verbitsky plantea que "Walsh escuchó por onda corta de la BBC de Londres los detalles sobre un operativo militar en Buenos Aires.
Todas las noches sintonizaba los informativos de La voz de Alemania, La voz de Estados Unidos, Radio Canadá Internacional (...), donde el tesoro de la información vedada a los argentinos se administraba con cuentagotas".
En ese operativo, que mencionaron escuetamente los medios oficiales días después, murió la hija de Walsh, Vicky, junto a un grupo de militantes en una casa de Villa Luro. Sus averiguaciones lo llevaron a escribir la Carta a mis amigos, donde cuenta las circunstancias de esas muertes y la frase que había gritado Vicky antes de quitarse la vida: "Ustedes no nos matan. Nosotros elegimos morir".
Era septiembre de 1976 y con esa carta nació un nuevo instrumento de información, la Cadena Informativa. Gracias a la multiplicidad de fuentes, el equipo de ANCLA pudo informar sobre la suerte corrida por miles de desaparecidos, denunciando así un plan de exterminio sistemático desconocido hasta entonces en el país: la existencia de campos de concentración donde las Fuerzas Armadas y de seguridad torturaban y asesinaban salvajemente a prisioneros no reconocidos legalmente como tales. Para reunir esa información -celosamente ocultada por la Junta Militar-, era necesario que los testigos de hechos aberrantes hablaran.
Luego, escribir y sistematizar la información, para más tarde reproducirla. De modo que el equipo debía asegurarse un flujo informativo permanente para crear la agencia, y apeló a toda su experiencia para lograrlo: Walsh había participado, también, de la formación de Prensa Latina en La Habana, en 1959.
Funcionamiento
Todos los entrevistados coinciden en definir a la Agencia de Noticias Clandestina como una es-tructura de armado muy artesanal, que permitió su subsistencia aún en condiciones dificultosas. La "secretaría de redacción" estaba compuesta por Lila Pastoriza (responsable), Lucila Pagliai, Carlos Aznárez y Eduardo Suárez. Todos ellos repartían su tiempo entre el funcionamiento de la agencia y otras actividades militantes. Rodolfo Walsh era el jefe orgánico del grupo.
Armó ANCLA y "la dejó en nuestras manos. Escribía algunos cables, participaba de la discusión política, pero prácticamente no intervenía en el fun-cionamiento de la agencia", aclara Pastoriza. El grupo central era móvil y muy dinámico. Luego del secuestro de Walsh, el 25 de marzo de 1977, la única que quedó enganchada con la estructura orgánica fue ella (78). De todos modos, por fuera del grupo central eran varios los que colaboraban: al pertenecer a inteligencia, otros ámbitos de esa área participaban acercando informa-ción, pasando contactos e incluso escribiendo algunos cables, como por ejemplo Horacio Verbitsky (79), quien más tarde reanudó los servicios de la agencia. ANCLA era una estructura "amplia". La "secretaría de redacción" tenía a su cargo la elaboración de los cables, la impresión, la distribución, las entrevistas con los contactos que les permitían adquirir información de primera mano.
Como explica Lucila Pagliai, las entrevistas se realizaban cuando "alguien corría el riesgo de encontrarse con vos para contarte algo". Después de la primera caída empezaron las mudanzas. Primero una casa donde funcionaba un archivo mínimo, más tarde todos los elementos desparramados: en una casa el mimeógrafo, en otra la máquina de escribir, en otra una parte del archivo. La tarea se complicaba a medida que la represión recrude-cía, pero ANCLA seguía adelante: "duró mucho, digamos que mucho más que buena parte de la estructura orgánica", subraya Pastoriza. Lo cierto es que ANCLA recorrió casi toda la ciudad. Casas en el centro. Casas en los barrios.
El grupo responsable se iba mudando a medida que las casas caían o se sospechaba algo. Se trata-ba de viviendas comunes, a fin de no llamar la atención, donde lo que no era "común" era tan solo una pieza, donde funcionaba una redacción de cuatro personas con un mimeógrafo, una máquina de escribir, y una pila de papeles.
"Lo clandestino -define Pagliai- es aquello que se mimeti-za para no ser descubierto". Como diría Paolo Fabbri, ¿qué es algo que es y no parece lo que es?: el secreto. El parte de ANCLA de reanudación de los servicios sintetiza esta situación: "En procura de silenciar ANCLA las fuerzas de seguridad intensificaron en los últimos meses la persecución a periodistas e intelectuales a quienes sospechaban vinculados con esta agencia. Obviamente, ANCLA no reclama ni puede esperar un trato diferente del que la Junta Militar brinda al pueblo argentino, cuyas necesidades de información tratamos de servir. Sin embargo, mantener en funcionamiento una agencia de estas características es una misión relativamente simple, no más compleja ni riesgosa que organizar una huelga en una fábrica controlada por tropas militares.
Una docena de personas (80) convencidas de la importancia de romper el bloqueo informativo, un mínimo pero bien organizado archivo, una pocas máquinas de escribir, un sencillo equipo de impresión y un pequeño local que aparentemente se dedica a otra actividad, son suficientes para garantizar la continuidad de sus despachos". Los cables se enviaban por correo a todas las redacciones, a los corresponsales, a las publicacio-nes internacionales, a direcciones a donde era importante que llegaran para cumplir con sus ob-jetivos.
Algunas de ellas "concretamente tenían que ver con los militares. Para conseguirlas, ahí estaban los contactos", señala Pastoriza, quien luego agrega que gracias al análisis sistemático de la información "sabíamos a donde mandar los cables: en la Iglesia había algunos sectores más reaccionarios que otros, además conocíamos las diferencias entre las FFAA y elegíamos a los sectores económicos a donde íbamos a mandar la información". La misma situación se daba con los destinatarios del exterior, donde se publicaron muchos de los cables de ANCLA. "El exilio no empezó en 1976, sino que muchos compañeros comenzaron a salir en 1974 -explica Aznárez-.
Esa gente que ya estaba afuera nos tiraba datos acerca de qué periodistas eran los más convenientes para recibir los cables. Y cuando no los publicaban, al menos hacían correr el rumor". Con el tiempo, el grupo pudo evaluar la repercusión de sus informaciones en los periódicos de Europa y Latinoamérica: "Nos entusiasmaba que Cambio 16 publicara los cables, que Le Monde los publicara, que algún diario mexicano los publicara. Sabíamos que así la información llegaba a las embajadas Argentinas en esos países" (81).
Aznárez recuerda, además, la difusión artesanal de los partes entre periodistas, exiliados y organismos de solidaridad en el exterior. Lucila Pagliai, por su parte, subraya que la distribución, al parecer simple y rutinaria, era en realidad "un operativo infernal" dadas las condiciones fuertemente represivas. Había que obtener la información, discutirla, procesarla, redactarla y luego llevar los cables a los buzones de la ciudad. Todo simulando naturalidad y con una estructura mínima y clandestina. "Y no éramos más de cuatro", concluye. Los sobres se enviaban sin nombre, para no "pegar" a los periodistas.
En general, se los rotulaba "Sr. Jefe de...". Según Aznárez, cuando se consignaban nombres particulares era porque se mandaban a una gran parte de los periodistas de aquella época, de modo que no se levantaban sospechas. Y si alguno de ellos era de suma confianza, entonces "se le enviaba por otra vía" y no por correo, como era lo usual. Lo llamativo es que, pese a las dificultades de un grupo tan reducido, los despachos de ANCLA cumplieron con la regularidad necesaria para el funcionamiento de una agencia periodística. Gra-cias a la apertura de las redacciones a partir de la vuelta de la democracia en 1983, se pudo observar que los cables se repartieron puntuales, pese a no haber sido publicados de forma tradicional.
Aznárez agrega, también, que "teníamos ojos y oídos en un montón de redacciones y en un montón de ámbitos. Algunos compañeros que trabajaban en los medios argentinos nos informaban sobre las situaciones que se daban con la llegada de los cables a las redacciones". Recibir el material de ANCLA "era como una bomba de tiempo. Algunos lo abrían, otros lo tiraban sin más".
Consultado sobre el tema, el periodista Oscar Raúl Cardoso, que en ese entonces se desempeña-ba en la sección Política del diario Clarín, señaló que en el ambiente se sabía que la agencia per-tenecía a Montoneros (82).
Incluso, recordó algún llamado telefónico que avisaba que un cable estaba por llegar: "Los cables se esperaban y se leían para información propia. A veces se podía publicar algo entre líneas, sin consignar que la información provenía de ANCLA". Cardoso sostuvo que los cables llegaban a otros medios, entre los que recordó al matutino La Nación y algunos diarios del interior del país. En su opinión, la agencia "contaba la otra historia" sin reducirse a la propaganda de la organización.
Sacar" la agencia al exterior
Lila Pastoriza señala dos etapas en el funcionamiento de la agencia: una, la primera, hasta que se producen los primeros secuestros y allanamientos, el grupo se reclandestiniza, Aznárez y Pagliai parten al exilio y se produce su propio secuestro; la segunda, a partir de la reanudación de los servicios de la agencia en agosto de 1977, a cargo de Verbitsky -entre otros que prefieren mantener el anonimato-, que duró unos meses más. Pastoriza explica que al final de la primera etapa el grupo central de ANCLA comenzó a darse una estrategia para sacar la agencia al exterior. "A esa altura -recuerda- caer o no caer era un problema de azar. De modo que comenzamos a armar un esquema para mantener los contactos con las redes de información, y así sacar ANCLA desde el exterior enviando los cables a los mismos lugares. Y a ’escondidas’ de la organización empezamos a sacar a la gente" (83).
Después de juntar el dinero suficiente, Carlos Aznárez y Lucila Pagliai salen del país (84). Mientras tanto, en Buenos Aires, Pastoriza decidió plantear la posibilidad de editar ANCLA desde el exterior orgánicamente. Estaba a la espera de la respuesta cuando fue secuestrada, y por lo tanto la posibilidad se diluyó. En realidad, las cosas se fueron retrasando mucho más de lo pensado.
No existía una idea clara acerca de dónde funcionar, pero cualquier planificación descartaba montar una base centralizada de la agencia en el exterior. Por el contrario, se buscaba formar varias bases más pequeñas: se pensaba en un país cercano, para mantener mejor los contactos (probablemente México), y en países europeos "donde era fácil desembarcar porque ya había compañeros" (85). Según Pagliai, "Lila nos mandaba información para que nosotros la elaboráramos y la distribuyé-ramos, mientras tramitaba su salida" (86). Y Aznárez agrega que Pastoriza, "junto con el Perro" (87) y algún otro que se pudiera sumar en esa situación de emergencia, iba a enviarnos copias de los cables para que nosotros los difundiéramos in situ entre los periodistas y los organismos de solidaridad".
Lo cierto es que ya en los documentos elaborados por Walsh aparece la posibilitar de formar una agencia que funcionara en el exterior: en su propuesta organizativa para la nueva etapa que se abría, Walsh escribe que la Agencia Clandestina debía estar al nivel de Secretaría General, que junto a Internacional, funcionarían en el extranjero (88).
Con el secuestro de Pastoriza y el descalabro general de las organizaciones armadas, la idea se abortó. Al mes, colaboradores de la agencia -entre ellos Verbitsky- retomaron el trabajo y volvieron a poner en funcionamiento la agencia por un breve período, hasta que la represión y las dife-rencias internas pusieron fin a esta notable experiencia de difusión clandestina de contrainformación.
Estilo
La agencia clandestina se concibió como una empresa periodística. Por lo tanto el estilo de los cables tenía que ver con el estilo de la agencia periodística: se respetaba el código de agencia, de cables cortos y eventualmente "servicios especiales", como por ejemplo el cable acerca del pri-mer año de la Junta en el poder. "EI que recibía el cable era un periodista que lo iba a ’levantar’ o reducir -explica Aznárez-. En-tonces, había que garantizar que se mantuviera lo esencial. En ese sentido, y pese a la clandesti-nidad, se trabajaba muy profesionalmente". La calidad de sus despachos hizo que se tuvieran en cuenta en los medios extranjeros, y que la prensa local les prestara atención aún cuando su pu-blicación no fuera la tradicional. La agencia trabajaba periodísticamente la denuncia. Como en Operación Masacre.
Como en ¿Quién mató a Rosendo? Pero a su vez, como ANCLA estaba ligada a la estructura de inteligencia de Montoneros y entre sus objetivos figuraba el de oficiar como un instrumento de acción psicológica, la información tenía una forma determinada: "no es lo mismo generar información para difundirla que esa difusión sirva para producir contradicciones en el régimen", recuerda Pastoriza. Así, cada cable debía escribirse de tal modo que dejara ver los resquicios entre los sectores de poder, sin perjuicio de la verdad y evitando el comentario. Walsh cuidaba mucho la redacción de los despachos: tenía que especificarse el origen de la agen-cia sin que se ligara directamente a la organización. Un cable no comenzaba "Buenos Aires, Abr 18 (ANCLA) - La organización Montoneros... ", sino que buscaba responder a las reglas periodísticas de estructuración de la información mediante la llamada "pirámide invertida". En Cadena Informativa y en las cartas firmadas, sin embargo, se nota más el peculiar estilo de Walsh, irónico, divertido, certero, desafiante y agudo donde siempre tuvo un lugar destacado la intertextualidad. Según Lilia Ferreyra, el escritor había elegido un estilo para sus cartas, de la invectiva de los latinos, como puede verse en la frase "¡Quousque tandem, Vide/a, abutere pa-tentia nostra!" (89). Asimismo, las frases "Contate otra, viejo, esa ya la vimos", "Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando.
Millones quieren ser informados", "Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad", "Sonríe, Hitler te ama", remiten a publicida-des de la época y reflejan "la veta humorística de Walsh, las asociaciones, comparaciones y me-táforas insólitas que alivian su escritura y gratifican al lector" (90).
Pero a la hora de establecer el estilo de ANCLA hay que hacer una importante salvedad: Walsh propuso su creación, ayudó a su sostenimiento y escribió varios cables, pero la agencia quedó en manos de un grupo de militantes. El estilo es el de un despacho de una agencia de noticias, donde se refleja la ideología que la lleva adelante pese a su prosa bastante depurada. Lucila Pagliai aseguró, además, que se evitaban los comentarios: muchas veces la información hablaba por sí sola.
¿Por qué ANCLA no pertenecía al área de prensa de Montoneros?
La agencia clandestina no formaba parte de la estructura de prensa sino que respondía al Depar-tamento de Informaciones e Inteligencia, que a su vez dependía de la Secretaría Militar de la or-ganización. Esta situación marcó una diferencia muy importante: ANCLA no era un órgano oficial de Montoneros, en el sentido de una prensa partidaria, sino más bien una estructura que intenta-ba dar una respuesta política al reciente golpe de estado desde otro ámbito, pero incluyendo la comunicación. En el período 1974-75, Walsh participó directamente en Prensa. Es en ese momento cuando co-mienza a plantear la necesidad de generar una herramienta clandestina en virtud del agrava-miento de las condiciones represivas, que impedían editar una revista pública. Para esa época, los órganos de prensa de Montoneros (partidario, sindical, femenino, periodístico -Noticias-, etc.) habían sido en su totalidad censurados.
Justamente, en esos años empezó a imaginar la agencia clandestina. En el área de prensa trabajaban alrededor de 70 militantes: era un equipo muy grande. Allí parti-cipaba, con un alto grado de responsabilidad, el poeta Francisco "Paco" Urondo (91), íntimo ami-go de Walsh, muerto a fines de 1976. Sin embargo, para Walsh el camino seguido por esa estruc-tura era erróneo: en los albores del golpe, "Prensa siguió funcionando como si hubiera un futuro electoral, pensando en una revista (que llegó a salir y tuvo vida efímera) e incluso un diario. La última expresión clandestina era el Evita (92).
Naturalmente si se pensaba en revistas y diarios había que mantener más o menos congregado un aparato importante, con grandes locales, im-prentas, etc. Ese iba a ser un blanco terriblemente fácil para el enemigo" (93). En cambio, ANCLA era una estructura descentralizada en lo interno (94): la agencia era parte de una propuesta de descentralización y repliegue que funcionaba en el marco de una hipótesis de resistencia a la dictadura. En otras palabras, era parte de la idea de reestructuración de la orga-nización en función de la resistencia, que discutía los errores y las limitaciones de la estrategia militarista de la Conducción Nacional (órgano máximo) en esa etapa.
Es decir, la propuesta de ANCLA estaba relacionada a una serie de planteos que, como miembro de Montoneros, Walsh elaboró y dio forma de documentos. En esos documentos de circulación interna, Walsh manifestó una postura crítica, y como contra-partida propuso un plan de acción que tenía en cuenta una resistencia descentralizada y hetero-génea conducida por el Partido Montonero en el marco de un repliegue estratégico (95). Para ello era necesario, entre otras cosas, privilegiar las estructuras militares defensivas como documenta-ción, información y comunicaciones; y las estructuras políticas ofensivas, como la agitación y la propaganda, la prensa clandestina y descentralizada, y la prensa internacional.
Entre estas últi-mas se encuentra ANCLA, un instrumento político ofensivo, destinado a corroer la base de sus-tentación del régimen militar, a romper con la unidad de las Fuerzas Armadas y de los sectores de poder, y a comprometer al pueblo en la circulación de información y a los eventuales recepto-res en multiplicadores de noticias. De ahí la conocida frase de Walsh de generar una "propaganda infatigable por medios artesana-les: si las armas de la guerra que hemos perdido eran el FAL y la ENERGA (96), las armas de la resistencia que debemos librar son el mimeógrafo y el caño" (97).
Es decir, buscaba evitar lo previsible, "lo que más que una discusión y un aporte para el conocimiento de la realidad se transformaba en una bajada de línea", reflexiona Lilia Ferreyra: ANCLA era una estructura de prensa clandestina con objetivos claros de carácter subterráneo, que "intentaba abarcar la reali-dad del país no sólo desde la propuesta de Montoneros". Entre otros, ese fue uno de los motivos que llevó a Walsh a concebir la agencia en términos de empresa periodística ya cuidarse de no "pegarla" a la organización, de modo que su identidad se mantuviera difusa. Por ese motivo armó un equipo central compuesto por militantes, al mismo tiempo que abrió la posibilidad a otros periodistas de colaborar desde afuera aunque no pertene-cieran a la orgánica. Mientras tanto, la estructura de prensa seguía editando la revista Evita Montonera y el folleto El Montonero, este último redactado por la conducción de esa organización. Estos eran órganos ofi-ciales que publicaban comunicados, partes de combate, editoriales, etc.
En cambio, tanto ANCLA como Cadena Informativa, explica Lilia Ferreyra, "no eran medios de los que informaban del éxito de tal operación, sino que servían para parar la ofensiva militar con respuestas políticas".
En ese sentido, Lucila Pagliai concluye que la agencia clandestina "era como una agencia de noti-cias. Las agencias normalmente no son partidarias, aunque tengan una tendencia. Obviamente, tenía una línea. Pero su función no era difundir las actividades de Montoneros sino romper el blo-queo informativo para que los diarios estuvieran enterados de lo que pasaba, y al mismo tiempo producir un hecho político desde el campo popular".
A fines del ’76 Walsh previó que tampoco había espacio para una agencia clandestina tradicional. La represión lo llevó a concebir un nuevo mecanismo, que debía funcionar en paralelo a la agen-cia: la Cadena Informativa. La idea era que una única persona pudiera actuar como reproductor y multiplicador de información.
Las cartas y la cadena informativa
Cadena Informativa no reemplazó a ANCLA, sino que se desarrolló paralelamen-te a la agencia luego de sus seis primeros meses de funcionamiento.
En este caso, era Walsh el que escribía los informes, más que sus colaboradores o amigos. Se trataba de textos cortos y fáciles de reproducir que enviaba a personas representativas del quehacer nacional, y donde esa relación directa estimulaba el compromiso, invitando a los eventuales receptores a constituirse en nuevos emisores de información. De esta forma, se creaba una cadena. Mucho más artesanal en su estructura y funcionamiento, y más acotada en sus objetivos (no buscaba disimular su identidad, aunque seguía sin "pegarse" directamente a Montoneros puesto que se definía políticamente más amplia), al pie de los partes rezaba: "Cadena Informativa es uno de los instrumentos que está creando el pueblo argentino para romper el bloqueo de la información. Cadena Informativa puede ser USTED MISMO, un instrumento para que usted se libere del terror y libere a otros del terror. Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunica-ción. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. DERROTE AL TERROR. HAGA CIRCULAR ESTA INFORMACION" (98). "Mi padre estaba tomando un recurso de la cultura popular -explica Patricia Walsh, que junto a otros compañeros colaboraba en Cadena...-. ¿Quién no ha recibido alguna vez alguna hoja invi-tando a reenviarla?
Esto ya existía, era un recurso popular y conocido que él tomó para reasig-narle un nuevo objetivo". Luego resalta el carácter artesanal del medio: "Escribíamos y hacíamos las copias en papel Manifold, que es el papel más finito, con una máquina de escribir manual y cinco, seis carbónicos para hacer la mayor cantidad posible de copias. Eso era Cadena Informativa", concluye. Salvo la Carta a la Junta y la Carta a mis amigos, Rodolfo Walsh no firmaba sus partes. Era parte de su táctica de no comprometer el trabajo a un frente de la organización. Su objetivo era, a tra-vés de estas herramientas, aportar a la organización popular a partir de la ruptura de la incomu-nicación, que generaba un terror que a su vez impedía los lazos solidarios y que hacía desconfiar de todo y de todos. En 1977, Walsh escribió la Carta abierta a la Junta Militar.
El 25 de marzo, después de enviar por correo los primeros ejemplares en un buzón de Plaza Constitución, cayó en una emboscada de la Armada. Él estaba armado y resistió el secuestro. Según el testimonio de su mujer, Lilia, llegó muerto a la ESMA. "Nadie reprodujo la carta -dice Verbitsky-, que encontré muchos años después en el archivo de uno de los grandes diarios. Sólo el Buenos Aires Herald y Ariel Delgado informaron sobre su desaparición" (99). La conciencia de las dificultades para la publicación de sus escritos hizo que Cadena Informativa privilegiara una comunicación horizontal donde emisores y receptores confundían permanente-mente sus roles. Tal como señala Lucila Pagliai, la cadena tenía en cuenta la difusión de informa-ción de boca en boca: "reproducir información, hacer correr la información entre la gente". Los informes muchas veces se enviaban por correo, otras, se entregaban personalmente.
"Nuestra consigna -subraya Lilia Ferreyra- era ’reproduzca esta información, derrote al terror, sienta la satisfacción de realizar un acto de libertad’, Apelábamos a la conciencia". Tan es así que al final de la Carta a mis amigos, donde Walsh relata la muerte de su hija María Victoria tras un combate con el ejército, escribe: "Esto es lo que quería decir a mis amigos y lo que desearía de ellos es que lo transmitieran a otros por los medios que su bondad les dicte". Las fuentes de la información vuelven a ser las mismas que se manejaban en el Departamento de Informaciones e Inteligencia, frente "madre" desde donde se encararon todas estas experiencias comunicacionales.
"Escuchábamos transmisiones de las Fuerzas Armadas y policiales en busca de información sobre operativos que raramente salían en los diarios; después, con el dato concreto que podía llegar a través de un contacto o por un parte oficial publicado en algún medio, redondeábamos la información", recuerda Ferreyra. Tras el secuestro del escritor, algunos colaboradores continuaron su trabajo, a partir de un infor-me sobre su muerte fechado en marzo de 1977.
Al igual que en el caso de ANCLA, esta "segunda etapa" duró hasta los primeros meses de 1978. En su testimonio, Ferreyra explica que Walsh trabajó diferentes medios de comunicación con relación a la coyuntura y las condiciones represi-vas de cada momento: así dirigió el Semanario CGT durante la dictadura de Onganía, con la apertura democrática de 1973 participó en el diario Noticias, más tarde y en virtud del golpe de Estado ideó la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA), y enseguida creó la Cadena Informativa y las cartas que llevaban su firma. Las condiciones que llevaron a Walsh a proponer y llevar adelante un medio absolutamente artesanal están bien descriptas en su carta a la Junta Militar: "la censura de prensa, la persecución a intelectuales (...), son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandes-tina (...)".
En toda la carta está presente la estrategia militar del silencio obligado, de la incomu-nicación como garantía de la no reacción del pueblo: "La negativa de la Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes (...)"; y la necesidad y puesta en práctica de la respuesta popular a través de una herramienta informativa: "impresión confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina". Finalmente Walsh desnuda que, pese al terror, la sociedad hacía riesgosos espacios para comunicarse e informarse acerca de lo que estaba sucediendo: "entre 1500 y 3000 personas más -escribe- han sido masacradas en secreto después de que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres". Esto muestra hasta donde las noticias de boca en boca desafiaban la política del silencio.
Un antecedente: la resistencia peronista
En una nota de la revista Evita Montonera, titulada "Cooke, historia de un militante", dice: "La primera resistencia tiene todas las características de una lucha espontánea y salvaje, donde cada grupo actúa desligado de los demás. En sus principios hay enormes baches políticos, ideológicos e incluso de conocimientos técnicos". "En ese período (John William) Cooke (100) define los objetivos: hostigar a la tiranía, alimentar con hechos heroicos el fervor de la masa peronista, y difundir las consignas directrices del movimiento.
En el exterior se organizan los comandos de exiliados, en la Argentina se busca estructurar la lucha de los comandos clandestinos, recuperar los sindicatos, y a la vez dar respuestas desde el plano político" (101). Como se verá, hay mucho de esa primera resistencia peronista (1955-58) en el proyecto que involucra a la Agencia de Noticias Clandestina y a la Cadena Informativa. Como un antecedente, Walsh remite a ella en sus documentos críticos, a modo de ejemplo y señalando vías de acción. No por casualidad la comunicación se constituyó en uno de los pilares básicos de esa resistencia, que tuvo en cuenta desde las cintas con órdenes concisas de Perón en el exilio hasta una profusa circulación de rumores. Antes de partir a España, Perón se asiló en Caracas. Desde allí comenzó a intercambiar información y a organizar su retorno al país, constante que se va a mantener durante toda su proscripción.
De la resistencia participaron civiles y militares. Justamente, el general Valle fue uno de esos militares peronistas que conspiraban para traer de vuelta al líder: aquel a quien Walsh retra-tó, a través de la investigación sobre los fusilamientos de José León Suárez, en su Operación Ma-sacre. Desde el exilio, Perón mandaba los "PECINCO" (102). Se trataba de una serie de órdenes acerca de la contabilidad o el reparto de explosivos, acompañadas de breves interpretaciones de la reali-dad nacional e internacional y de los pasos a seguir en el marco del movimiento. Escritas en clave y en papel copia, llegaban a sus destinatarios disimuladas en cajas de cigarrillos. En general, eran instrucciones puntuales a los comandos guerrilleros. Durante este período, Julio Troxler (103) -entre otros- fue un personaje clave en la interconexión de los diferentes grupos, que chequeaban rigurosamente los mensajes recibidos antes de poner-los en práctica en el conjunto del movimiento peronista. Si bien existía un comando táctico (Cooke) centralizado por razones de seguridad, "cada peronista se convirtió en un combatiente.
La unidad de concepción hizo posible la unidad de acción", explican Laura y Angélica González, hijas de un reconocido dirigente de la resistencia (104). La idea básica que sostenía todo el plan era una suerte de guerra de desgaste que ponía todo su esfuerzo en una multiplicidad de acciones donde el poder "no estaba, y ninguna donde se concentraba.
De esta manera, se quería demostrar que el país era ingobernable sin Perón a la cabeza" (105). El plan contemplaba acciones de tipo militar, como los sabotajes y la colocación de explosivos caseros; y de tipo político, como la propaganda y el rumor. Fue en esa época que se empezó a utilizar el "VP" (Perón Vuelve) en las pintadas, para acrecen-tar la rapidez de la acción.
De la misma forma, los rumores eran organizados: en el almacén, en el barrio, en el trabajo, alguien echaba a andar una consigna que se cumplía al pie de la letra. Esas acciones eran posibles gracias a "la gran cantidad de compañeros, a la solidaridad y a la densidad del movimiento". El rumor podía ser "hay vidrio molido en el dulce de leche" o "esta noche abrimos todas las canillas", entre otros tantos de gran originalidad. De la misma manera se rumoreaba la preparación de un alzamiento militar leal al movimiento peronista, el lanzamiento de la guerra popular, el retorno de Perón y la orden de votar a Frondizi, que "no era confusa. Incluso los compañeros la retuvieron durante un tiempo. Pero llegó a tiempo: la ’máquina’ funcionaba y la orden se cum-plió". Según Laura y Angélica, "los peronistas sabíamos que estábamos haciendo terrorismo, que está-bamos haciendo al país ingobernable.
Cuando se desviaba un tren o se cortaba una calle, los ba-rrios se transformaban en una fiesta. Todos sabíamos de qué se trataba: había que hacer imposible la vida normal, había que producir una sensación de caos: si Perón no podía gobernar, entonces nadie podía porque el pueblo quería a Perón" (106). De esta manera, se obligaba al "enemi-go" a estar en constante movimiento. Todas estas acciones fueron posibles gracias a una extensa red de distribución de la información. En principio, partía de un gran emisor (Perón) que se dirigía a núcleos reducidos, los que a su vez la multiplicaban en diferentes direcciones, y así sucesivamente formando un enjambre. Cada re-ceptor se transformaba en un nuevo emisor que anexaba a la información impresiones propias.
Además, existían para esa época algunas radios clandestinas que funcionaban interfiriendo seña-les y que alentaban a la población a sumarse a las actividades por el retorno del líder. Otro dato importante es que no había niveles en el discurso de Perón. En sus grabaciones, "se plantó como un profesor de la Escuela Superior de Guerra. La educación política era alta y el que no entendía tenía que esforzarse por aprender" (107).
De esta forma, la participación en la in-formación no estaba limitada a un grupo de cuadros: si bien existía un emisor principal, el men-saje no sólo era descendente sino que se combinaba con múltiples formas de comunicación horizontal. De todas formas, no muchos tenían el privilegio de discutir con Perón.
Las formas comunicacionales utilizadas durante la resistencia peronista funcionaron como experiencia acumulada durante la década del ’70. En esa oportunidad, a los volantes, las pintadas y los periódicos se sumaron cantidad de expresiones que incluyeron el cine, la música y el arte. De manera que todo medio de comunicación alternativo comenzó a vincularse con el mundo de la política, a combinar sus formas y a lograr la efectividad de un hecho político. Otras experiencias vinculadas a Montoneros Hacia 1979 el Movimiento Peronista Montonero (MPM) instaló legalmente en Costa Rica una emi-sora de radio de onda corta, Radio Noticias del Continente.
Dirigida por el periodista y escritor Carlos O. Suárez, su función era denunciar las crecientes violaciones a los derechos humanos y las consecuencias de la política económica en toda América Latina, y era parte de una ofensiva propagandística de la organización contra el régimen argentino. Las presiones del gobierno militar, respaldo en la tarea por las dictaduras de Guatemala y El Salvador, hicieron que la experiencia fuera obligada al silencio, a principios de 1981 (108). A Radio Noticias del Continente se le sumaron varios órganos de prensa, la mayoría de ellos de vida efímera y de edición internacional, que respondían al MPM o a algunos de sus frentes: Crónica de la Resistencia Sindical Argentina, Noticias (de Argentina), Vencer, Noticias (de Argentina) y El 17. En 1975, luego del pase a la clandestinidad de Montoneros, circuló en forma restringida entre los militantes un Manual del Miliciano, cuyo objetivo era brindar conocimientos básicos para la for-mación de milicias montoneras.
El plan respondía a la hipótesis de agudización del conflicto social. Uno de los capítulos se extiende acerca de las acciones de propaganda: entre ellas se desta-ca Radio Liberación TV (RLTV). Según algunos testimonios, el documento fue elaborado por el oficial 2do. Rodolfo Walsh y el subcomandante Oscar De Gregorio (alias "Sordo", secuestrado en Uruguay y luego desaparecido en la ESMA); mientras que otros sostienen que el autor del manual fue el dirigente montonero Julio Roqué.
En palabras de Daniel James, el material de instrucción apuntaba tanto a acciones "activas" como "pasivas", entendiendo a las primeras como de corte militar y las segundas de corte político. Radio Liberación TV era una de las herramientas que el documento elaboraba como una de las "ar-mas" de la nueva estrategia. La radio era más bien un conjunto de dispositivos portátiles que, enchufados a un tomacorriente común, emitían mensajes grabados que interferían el audio de las señales de televisión en un radio de ocho o diez manzanas a la redonda: una voz en off se encargaba de anunciar, por ejemplo, que "el comandante Mario Firmenich se va a dirigir al pueblo".
El mismo esquema se utilizaba para interceptaciones de las frecuencias de radio. El manual abunda en detalles técnicos y en otros métodos de propaganda clandestina mucho más artesanales: "gancheras", es decir, ganchos de los que pendían panfletos ubicados en lugares de gran concentración de público (estaciones, colectivos, etc.); artefactos lanzapanfletos; despliegue sor-presivo de estandartes o carteles en lugares públicos; toma de colectivos para realizar arengas; pegada de obleas con consignas en colectivos y trenes; "miliciadas", etc.
Las "miliciadas" eran una suerte de copamiento momentáneo de pequeñas zonas de la ciudad o de la periferia, durante las cuales se realizaban actividades de información y propaganda. Antes y durante la operación, se realizaban innumerables denuncias falsas en las comisarías de la zona, a fin de despistarlas.
Así, los militantes, en general dirigentes de los frentes de masas, se retiraban con éxito del lugar antes que llegara la represión. "Se producía un caos momentáneo", explica Roberto Perdía. De esta manera puede observarse la gran cantidad de métodos utilizados en el área de prensa, entendiendo a ésta como un espacio no recortado.
La necesidad de comunicación entre la organización política y el conjunto se constituye como un eje vital. En este sentido, se fomentó la participación en la multiplicación de información como una manera de resistir a la dictadura. Como reseña Noticias (de Argentina), "cada escucha del pueblo es otra dinámica emisora, otra RLTV en funcionamiento con el motor al máximo. Esta vez fue la huelga. A partir de ahora, multiplicándose, la prensa popular oral y escrita acelerará su función de informar, agitar y conducir".
Una aproximación desde la alternatividad
ANCLA no es una experiencia comunicacional aislada, sino que está inserta en lo que genéricamente se denomina "comunicación alternativa". y decimos "genéri-camente" porque no existe una única definición para "comunicación alternativa": por el contrario, este fenómeno abarca una diversidad de conceptualizaciones que ponen el acento en diferentes elementos a la hora de establecer una diviso-ria de aguas entre lo que es alternativo y lo que no lo es. Hecha esta aclaración, podemos decir que ANCLA representa un caso de alternatividad posible de estudiar a partir de la existencia de otros casos similares, donde son ciertos componentes, objetivos o formas de funcionamiento los que ensayan un marco teórico común a todos ellos. Máximo Simpson señala y critica dos tendencias de investigación predominantes en el abordaje de la comunicación alternativa en América Latina: la que considera alternativa a la comunicación que surge como respuesta a la estructura transnacional de los medios masivos de comunicación (y que hace eje en la horizontalidad, la participación y la posibilidad de acceso al medio); y la que entiende lo alternativo en función de sus vínculos con los proyectos de cambio social. Dentro de esta última corriente, que se fundamenta en la teoría de la vanguardia social y política, se ubica la experiencia de ANCLA. Aquí, uno de los elementos relevantes es la inserción de la práctica comunicacional en una "praxis transformadora de la sociedad en tanto totalidad" (109).
Es decir, la construcción de un "proyecto coherente y sistemático del uso de los medios en un proceso revolucionario, proyecto que no debe esperar el inicio del proceso para recién entonces comenzar a ser elaborado" (110). De acuerdo a esta perspectiva de análisis, acompañar o impulsar el desarrollo del movimiento popular y de la organización política es uno de los componentes del fenómeno, donde las experiencias se asumen como instrumento o apoyatura de un proyecto de cambio.
En otras palabras, porque se colocan al servicio de la acción política, "al margen de la diversidad de objetivos que procuren: contrainformar, desarrollar niveles de conciencia, agitar, formar cuadros, etc." (111). En este sentido la comunicación político alternativa es vista como parte de un proceso, y por lo tanto el contexto en que se desarrolla es determinante. No es lo mismo comunicar dentro del marco de una normalidad institucional que hacerlo en una coyuntura altamente represiva (tal es el caso de ANCLA), hecho que tiende a limitar sus posibilidades: la viabilidad de lo alternativo no sólo enfrenta condicionamientos económicos (como en el caso de Radio Chilena durante el man-dato de Allende), sino también una situación de obligada clandestinidad. En última instancia, la coyuntura tiene un peso vital a la hora de multiplicar los canales de acceso al medio o de hacer eje en la horizontalidad, más difíciles -si no imposibles- en tiempos de emergencia. Un medio entendido como una parte de un todo supone, además, una subordinación estratégica de sus objetivos y de sus formas de funcionamiento a las necesidades del conjunto de la organi-zación o movimiento al que pertenece. La agencia clandestina no es una excepción a este criterio, aunque también reflejó desde su estructura la polémica entre Rodolfo Walsh y la conducción de Montoneros (112). Por un lado, en tanto política del área de Inteligencia (que a su vez dependía de la Secretaría Militar) fijó sus objetivos de acuerdo a las tareas de contrainteligencia que debía llevar adelante; por el otro y en tanto medio alternativo, buscó contrarrestar el muro de silencio durante los primeros años de la dictadura, en un intento por generar grietas que ayudaran a en-frentar el terror.
Por eso, una reconstrucción de la experiencia deja entrever que, dada la repre-sión imperante, lo prioritario para la agencia era asegurar que la información llegara a sus destinatarios, sean trabajadores, periodistas, personalidades, miembros de las Fuerzas Armadas o representantes de los grupos económicos. Debemos recordar, llegado este punto, que la participación popular desde la producción de la información (en tanto fuentes) se fue recortando a me-dida que la represión recrudeció. Desde este marco de análisis, ANCLA se inserta en una secuencia de continuidad con otras experiencias similares. Las radios insurgentes o guerrilleras, por ejemplo, nacieron como parte constitutiva de una estrategia totalizadora (en términos de Margarita Graziano), y en ese sentido su tarea fundamental estuvo vinculada a la agitación y la propaganda política: Radio Rebelde de Cuba (que transmitía desde Sierra Maestra gracias a un artefacto móvil); Radio Sandino de Nica-ragua; Radio Venceremos y Radio Farabundo Martí de El Salvador; y la radio Voz da Frelimo de Mozambique, que emitía desde Tanzania (113), entre otras. Algunas veces más destinadas a la vanguardia organizada que a las masas en su conjunto, estos medios prestaron mayor atención a los contenidos que a las "formas", el lenguaje y la estética.
Frente a los medios de comunicación masiva que se sujetaban a la autocensura y a una lógica mercantil que dejaba afuera a la mayo-ría (o eran sistemáticamente silenciados por la represión), las radios se constituyeron en una ne-cesidad frente a un sistema opresivo. En el caso de El Salvador, "el nacimiento de la radio no fue un invento, una idea genial de nadie. Fue el resultado de un proceso políticosocial" que se vivía a fines de los ’70, explica el director de la radio Farabundo Martí, Mauricio Wilredo Cepeda. Al igual que las condiciones que llevaron a la creación de ANCLA, en El Salvador "hubo un cierre absoluto de los espacios informativos, una mordaza gubernamental a los medios de comunicación en cuanto a brindar información, y también se dio la autocensura por parte de los mismos empresarios. A la par de esto se dio una situación de represión contra los periodistas de ideas democráticas y contra los medios que tenían alguna vocación democrática" (114).
Las primeras experiencias comunicacionales del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) estuvieron ligadas a la toma de emisoras y al intento de funcionamiento de una radio en Costa Rica. Sin embargo, el esfuerzo que cada una de estas acciones suponía llevó finalmente a pensar en la instalación de medios propios. A partir de ese momento, el FMLN contó con emisoras en las zonas rurales y montañosas, cuya instalación coincidió con la ofensiva general lanzada por el Frente en enero de 1981 y tuvo estrecha vinculación con la necesidad de comunicación del pueblo salvadoreño. La radio jugó un rol esencial no sólo en la información, sino también en la organización, la orientación y la educación de las masas.
Al mismo tiempo, las emisoras se constituyeron en instrumentos de desmoralización de las fuer-zas gubernamentales: se trataba de transmisiones en guerra que involucraban tanto la represen-tación como la acción. Una anécdota echa luz sobre esta idea: la única vez que Radio Farabundo Martí dejo de transmitir fue en el marco de una acción militar. Por espacio de unos días, la radio se llamó a silencio para hacer creer al coronel Domingo Monterrosa que sus tropas habían captu-rado los preciados equipos radiofónicos. En realidad, el militar había secuestrado equipos falsos, cargados de explosivos que estallaron en el momento en que eran trasladados como trofeo en un helicóptero de las fuerzas armadas (115).
La conceptualización de la alternatividad como acción y representación inserta en un proyecto de cambio social se refleja, también, en la experiencia de ANCLA, a partir de su doble rol: uno de inteligencia, el otro de contrainformación. Por ese motivo, no sólo apuntó a la participación popu-lar desde la producción de información (fuentes) y la oralidad (bemba), sino que fundamental-mente se abrió camino en una "guerra psicológica" contra el poder y al estilo resistencia peronista, que tenía como principal objetivo actuar como instrumento desestabilizador de la cohesión de la Junta Militar en ilegal ejercicio del poder.
El aspecto determinante, entonces, estuvo dado por la importancia del manejo contrainformacional en términos políticos y de inteligencia. Entre sus fuentes, no sólo se contaban el estudio de la prensa legal (que estaba al servicio de la dictadura o prestaba indiferencia a los problemas sociales) y las interferencias a las comunicacio-nes de los organismos de seguridad, sino también una necesaria participación de la población en general. En este sentido, es claro un recuadro publicado en la revista Evita Montonera’ (116), donde el Departamento de Informaciones e Inteligencia escribió sobre el carácter de esa participación: "Todos manejamos alguna información sobre el enemigo (...) Esa información, tal vez en sí misma no sea muy importante o (...) no sirva para una acción militar espectacular, pero para nosotros por más pequeño que sea cualquier dato es útil, porque lo unimos a otros datos y así vamos armando nuestra red de información (...)" (117).
Este elemento, en sí mismo, funciona también como una marca de diferencia con respecto a las otras experiencias mencionadas (radios insurgentes) y prensas de carácter partidario. En estos últimos casos, la función prioritaria está dada por la propaganda y la agitación destinada a los destacamentos avanzados de vanguardia, en términos leninistas, y organizaciones de base. ANCLA, en cambio, se orientó hacia el campo de la inteligencia y paralelamente encaró la comu-nicación pero desde un punto de vista más amplio. Por ese motivo entre sus destinatarios había periodistas, de forma tal de hacer correr la información en múltiples direcciones. Esta diferencia entre medios partidarios y medios más amplios no debe entenderse como una contradicción.
Por el contrario, se trata de roles distintos que se complementan y que forman parte de una integralidad. Desde esta perspectiva pueden evaluarse, por ejemplo, el funciona-miento de la revista El Descamisado (órgano de prensa y propaganda de Montoneros en los pri-meros ’70) y del diario Noticias (sostenido por Montoneros pero mediatizado por periodistas -también militantes- y con un discurso contestatario pero dirigido a las más amplias masas popu-lares). Y aún cuando las experiencias tengan una pertenencia partidaria distinta, desde la óptica de la lucha político ideológica actúan como complemento la una de la otra. En el mismo sentido y de acuerdo a la etapa política, unas u otras pueden adquirir también mayor relevancia. La infinidad de medios alternativos proclives al cambio permiten visualizar las posibilidades de los dife-rentes roles. La importancia de la integralidad, así entendida, se refleja en las apreciaciones de Lenin en torno al papel de la prensa. Las formas marginales de comunicación o "agitación local artesanal", que por sí solas suelen tender a la dispersión de esfuerzos, sirven de base sin embargo "para toda la actividad del partido" (118).
En la Rusia de finales de la década de 1890, las "hojas obreras" -primeras publicaciones socialdemócratas, del tipo "volante"- alcanzaron una importante difusión, aún en la clandestinidad. Pese a eso, Lenin bregó por superar el "carácter estrecho, ’artesano’, de la labor local", a fin de crear un órgano de difusión central, fundamental para "la organización del partido y la unificación de todos los socialdemócratas". Al mismo tiempo, ese órgano central debía estar estrechamente vinculado a las formas locales. Fernando Reyes Matta, por otra parte, plantea la necesidad de generar una red que coordine las diversas experiencias en un sistema alternativo de información, y señala también dos niveles: uno de superficie, donde se desarrolla la experiencia alternativa; otro subterráneo, donde se de-sarrolla la experiencia clandestina. La primera debe ser más cuidadosa en su discurso, mientras que la segunda tiene más libertad de acción.
La comunicación marginal, entendida como "una experiencia previa que impulsa el proceso de comunicación alternativa", comienza con un grupo que "echa a andar un medio" y que, en la medida en que "se hace parte de la praxis social, ad-quiere la fuerza de permanecer, dejando de ser una forma marginal y pasando a ser una expre-sión alternativa" (119). Esta idea presenta dos niveles de acción en lo que hace a la comunicación alternativa.
Pero no necesariamente uno es el puntapié inicial del otro. Además, ambos pueden ser complementarios. Retomando el caso ruso, el desarrollo satisfactorio de Pravda (120) como órgano legal necesitó, de todos modos, un órgano clandestino central para completar la información. Y eso pese a que el periódico venía a ser la consecuencia de una serie de publicaciones clandestinas y descentralizadas que minaron durante años a las fuerzas reaccionarias y que permitieron a los obreros par-ticipar tanto de su elaboración como de su distribución. En ese sentido Lenin plantea la necesaria combinación entre la prensa legal y la ilegal, es decir, de superficie o subterránea, en virtud del desenmascaramiento del "carácter engañoso de la libertad y de la igualdad bajo la democracia burguesa".
Es por ese motivo que propone a los parti-dos la creación de periódicos legales de difusión masiva entre los obreros que, sin decirse comu-nistas, aprovechen los resquicios de la legalidad para alcanzar el mayor número de lectores; al mismo tiempo que llama a reproducir "octavillas clandestinas (...) en multitud de imprentas por los obreros (clandestinamente o, si el movimiento crece, mediante la ocupación revolucionaria de los talleres tipográficos) y que proporcionen al proletariado una información revolucionaria libre y consignas revolucionarias" (121).
La resolución aprobada en 1913 por el Comité Central del Partido Obrero Socialdemócrata de Ru-sia es clara al respecto: mientras en el primer punto establece "la enorme importancia de la prensa legal para la causa de la agitación y de la organización socialdemócratas"; más adelante continúa que "en vista del agudizamiento de la lucha revolucionaria de las masas en los últimos tiempos, y de la precisión de informar de ella plenamente (...), cosa que no está al alcance de la prensa legal, la reunión llama a (...) impulsar la editorial clandestina del partido, advirtiendo que, además de las octavillas y folletos clandestinos, (...) es absolutamente imprescindible la salida más frecuente y regular del órgano clandestino del partido (Organo Central)" (122).
En nuestro país y de acuerdo al caso que estamos estudiando, las formas de comunicación signi-ficaron una respuesta a la realidad concreta. Cuando ya no fue posible un diario legal como Noti-cias, apareció ANCLA; casi enseguida nació la Cadena Informativa, más artesanal en su forma y más limitada en cuanto a objetivos y destinatarios; y finalmente surgieron las cartas que llevaban la firma de Rodolfo Walsh, en una vuelta a la propia identidad para llamar la atención acerca de lo que estaba sucediendo. Tal como señaló Lilia Ferreyra, Walsh ideó medios de comunicación adecuados al contexto político en que les tocaba desarrollarse (123). La agencia clandestina fue parte de un proyecto transformador y desde su estructura se vinculó a la praxis social.
Respondió a una evaluación política tendiente a generar herramientas políticas ofensivas en el marco de un repliegue estratégico hacia los sectores populares y el peronismo como identidad de las masas. Esto demuestra hasta qué punto la comunicación puede alcanzar un rol activo en la articulación, organización y autode-fensa popular: como decía Simón Bolívar, "la prensa es la artillería del pensamiento" (124). De la misma forma, las radios insurgentes surgieron como necesidad de comunicación y organización de la guerrilla frente a la censura, y la red de radios mineras bolivianas nació para la lucha y la autodefensa obrera y campesina frente a la emergencia política.
Asimismo, y pese a la clandestinidad y la represión, las formas artesanales de comunicación trabajadas durante la primer resistencia peronista (desde el derrocamiento de Perón hasta el gobierno de Frondizi), fueron de gran efectividad y abrieron el camino de los sabotajes y la incontenible movilización del peronismo proscripto que se evidenció en la cumplimentación de las directivas enviadas por Perón desde el exilio. La línea contrainformacional como elemento de la alternatividad puede rastrearse en todas estas experiencias. La agencia de noticias cubana Prensa Latina constituye uno de tantos ejemplos. Fundada en 1959 por Jorge Masetti y donde participó activamente Rodolfo Walsh, entre sus obje-tivos figuraba el de presentar una cobertura eficaz de las noticias cubanas e internacionales, sistemáticamente deformadas por el discurso de los monopolios informativos transnacionales.
Perón en la Argentina y Quadros en Brasil intentaron también la creación de agencias noticiosas pro-pias, ensayos que fueron ahogados por las agencias norteamericanas "para quienes el periodismo estatal es un crimen cuando se trata del estado nacional, y no lo es cuando detrás se oculta el poder extranjero" (125). En 1968 se presentó en las sedes de la CGT de los Argentinos de Rosario y Buenos Aires la muestra Tucumán Arde (126). En aquella oportunidad, un grupo de artistas planteó la muestra como una campaña contrainformacional destinada a mostrar la crítica situación tucumana, producto de los sucesivos cierres de los ingenios azucareros (127).
Frente al silencio y la tergiversación de los medios masivos y la propaganda oficial de la dictadura de Onganía, la muestra buscó causar en-tre los espectadores el mismo efecto que el de un acto político, de forma de aportar realmente al cambio (128).
Tampoco escapan a esta interpretación los grupos de Cine de Base y Cine Liberación, o el Semanario CGT, que se planteó como un periódico enfrentado a los medios masivos entendidos como parte constitutiva del sistema, y por lo tanto como manipuladores de la información que ponen trabas a la interpretación de la realidad obrera y social o tergiversan los acontecimientos.
Estas experiencias se desarrollaron en el marco de una realidad político-social signada por la Revolu-ción Cubana y la guerra de Vietnam, entre otros hechos de relevancia, que a su vez funcionaron como anclaje de sentido de muchos de los proyectos de comunicación alternativa. Actualmente, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional busca contrarrestar a través de sus co-municados las informaciones oficiales acerca de la situación en Chiapas y sobre las masacres producidas por el ejército oficial y los grupos paramilitares contra comunidades indígenas, los cuales circulan por Internet y en poco tiempo lograron el objetivo político de la adhesión interna-cional de numerosos organismos de derechos humanos y de personalidades del mundo intelectual y artístico: allí donde comienza a plantearse un proyecto de transformación económica, política y social, la necesidad de comunicarse para el aprendizaje, la organización, la lucha y la moviliza-ción, es fundamental.
Una tradición latinoamericana: la prensa como herramienta de combate
El uso de medios de comunicación como herramienta política contrainformacional tuvo un rol fun-damental en latinoamérica desde mucho antes del surgimiento de las experiencias aquí mencionadas. Tal es el caso de los pasquines sediciosos que acompañaron el malestar y las tempranas sublevaciones en las postrimerías del régimen español en América; los escritos clandestinos que circularon en la Buenos Aires colonial durante los cabildos de 1809 y 1810. Y las indicaciones de Mariano Moreno sobre la importancia de la propaganda "para consolidar la obra grande de nues-tra Libertad e Independencia", entre otras experiencias de no menor relevancia.
Un seguimiento del desarrollo de las formas comunicacionales contestatarias o de oposición a lo largo de la historia, revela una notable tradición en la materia. De todas formas, no pretendemos aquí agotar todas las posibilidades, sino descubrir -desde el desarrollo de algunos casos significativos- los modos de funcionamiento de la prensa como instrumento de combate y su aporte a una conceptualización de la comunicación alternativa ligada a los procesos de cambio. Dos resoluciones, una del 14 de abril de 1766 y otra del 18 de diciembre de 1804, actúan como el punto cero de donde parte nuestro análisis: concretamente, porque representan el momento en que las autoridades del virreinato comenzaron a vislumbrar el peligro que los pasquines significaban para el orden y la soberanía peninsular sobre el territorio americano. Dichas disposiciones fueron las encargadas de prohibir en las tierras del Reino "la composición de pasquines, sátiras, versos, manifiestos y otros papeles sediciosos" (129) que circulaban clandestinamente o amanecían fijados en lugares públicos, Incluso, castigaban con dureza a quienes por simple curiosidad los guardaban o los leían.
Según el historiador Boleslao Lewin, "en la época colonial de Hispanoamérica, a medida que sur-gía el descontento, aparecía el pasquín, el escrito ilegal programático, reivindicatorio o simple-mente insultante. No existe una producción política escrita tan expresiva y tan auténticamente popular, por su carácter intrínseco y por la rapidez de su difusión, como la de los pasquines (...), vehículo por medio del cual el espíritu revolucionario penetraba en las capas populares, cuyo an-helo expresaba". El fenómeno del pasquinismo en la América colonial cumplió con éxito una doble función de protesta y organización contra la corona y de defensa de los intereses de criollos y mestizos. Incluso, este peculiar modo de comunicación fue muy intenso en el Alto Perú, donde aún no existía la imprenta. Para el historiador Humberto Vázquez Machicado, el punto más alto en la difusión de los misteriosos folletos tuvo lugar durante el último período del régimen, cuando la conciencia eman-cipadora comenzó a extenderse secretamente, pero a paso firme, a lo largo y a lo ancho de los virreinatos. En ese entonces, los escritos que promovían sublevaciones y pregonaban la libertad actuaron como "válvula de escape, elemento de campaña (y) ardid de guerra (...) Aherrojado el pensamiento libre y castigados horriblemente los que se hubiesen atrevido a hacer propaganda contra el régimen, los descontentos valíanse de los pasquines para llevar a conocimiento del pue-blo su prédica" (130).
Los escritos acompañaron cada una de las manifestaciones del descontento. La rebelión campesi-no-indígena encabezada por Tupac Amaru (1780-81) fue una de las primeras, aunque ahogada con extrema violencia por las tropas del virrey Agustín de Jáuregui. Tras la sublevación, que fun-cionó como un toque de alerta para las autoridades del virreinato, los criollos aprendieron de la debilidad española y tomaron conciencia de la necesidad de acercarse a los mestizos para enfren-tar a la realeza. El pánico por la insurrección fue una oportunidad, además, para lanzar sus pas-quines de denuncia contra los privilegios de ultramar y sobre la escasa participación criolla en la apropiación de los beneficios económicos: esos años vieron aparecer hojas escritas, algunas en latín, otras con deliberadas faltas ortográficas, en Charcas, Chuquisaca, La Plata, La Paz, Buenos Aires y Santiago del Estero. Una, fechada en marzo de 1780, amenazaba: "Los ciudadanos de La Paz que hasta La Presente, quietud han mantenido, Oy día a Los fieles Amigos convida que estén promtos alas tres bombas de n.ra. zeña adar fin en la media noche con el Gallo, y sus Aves, Rompiendo Los tiernos Christales. También alos Adulones advertimos, que si respaldan, al Corre-gidor: morirán martirez con el" (131).
Poco más tarde, una firme intencionalidad emancipadora se reveló en infinidad de pasquines que actuaron con la eficacia de un arma de combate en el terreno de la conspiración. En 1785 Chuquisaca vivió una nueva sublevación, llamada "de los muchachos", donde se evidenció la crecien-te coordinación entre criollos y mestizos: mientras las clases populares se enfrentaron a los soldados del rey, los criollos aportaron lo suyo con la difusión clandestina de pasquines que alenta-ban a la pelea e impulsaban a la acción. Buscaban, de esta forma, horadar aún más las débiles estructuras virreinales, sembrar el desprestigio, hacer correr las más variadas suspicacias; en otras palabras, acelerar la caída del régimen. "Esa labor picante, no solo tendenciosa, sino corrosiva, (...) de amenazas veladas o abiertas, etc. hacía tanto o más daño que una revuelta intrascendente. Pinchaban en los puntos neurálgicos del sistema y se ensañaban en sus vicios y defectos, los que no sólo ponían al descubierto, sino que a veces exageraban a fin de aumentar mayormente el efecto de sus sátiras y ataques", explica Vázquez Machicado. Esta táctica de exasperación del enemigo creaba el clima propicio para el fermento de las ideas revolucionarias. Y "como los redactores de los pasquines estaban dentro del mismo medio contra el cual estaban dirigidos, sabían muy bien dónde, cómo y cuándo herir" (132). Los pasquines sediciosos cumplieron con eficacia una doble tarea de denuncia y agitación y de suspicacia y conspiración (inteligencia).
En las postrimerías de un régimen que se desmoronaba, su acción involucró tanto la representación como la acción y tuvo un objetivo bien definido: pri-mero de defensa de los intereses criollos lesionados, luego de aliento para la emancipación. Los emisores, amparados en el anonimato y siempre prestos a defender el honor y la inocencia, supieron crear lazos secretos entre los descontentos del virreinato, haciendo de cada receptor un emisor en potencia. Como toda propaganda contraria al régimen era sistemáticamente censurada y reprimida, los escritos volantes actuaron como una herramienta de difusión clandestina, infor-mando "al público corriente de los puntos flacos y vulnerables del régimen, a la par que de la actitud e intenciones rebeldes, y así poco a poco, en medio de sus intencionadas faltas de orto-grafía o incorrecta redacción, desaliñada adrede, enseñaban al pueblo el camino de la emancipa-ción" (133).
Hacia 1794-95, los pasquines vuelven a irrumpir en la vida colonial, pero esta vez claramente influidos por las ideas de la Revolución Francesa: "Mueran los Poderosos Criollos y ladrones Euro-peos, a Barrilasos de Polbora; Viva Francia, y las yndias entre Plebeos, y naturales. Lebantemo-nos" (134) , rezaba uno de ellos. Es notable la veracidad con que muchos de los escritos refleja-ban los sucesos europeos. Los vivas a Francia no eran otra cosa que la imagen de la libertad y la igualdad, traducida a las necesidades de la colonia. Lo cierto es que los pasquines, que constitu-yen todo un género literario, efectuaron su labor de agitación tanto desde un punto de vista más burlón como político, de acuerdo a los planes de sus redactores y a las necesidades coyunturales. En la Buenos Aires de 1795, los pasquines sediciosos fueron el órgano popular de expresión de la llamada "conspiración de los franceses" (135), primera irrupción popular en la política argentina en tanto figuran hombres procedentes de las clases populares como acusados de un delito políti-co (136). En aquella oportunidad, el alcalde de primer voto Martín de Álzaga lanzó una dura per-secución contra los sospechosos de conspirar y sublevar a los esclavos.
Los escritos, que amanecían pegados en distintas esquinas de la ciudad, eran el soporte adecuado para la difusión de las consignas revolucionarias que los "libros prohibidos" trabajaban con mayor detenimiento. De hecho, el episodio comenzó con la quema de un "Bolter"; es decir, de una obra de Voltaire. El alcalde Álzaga, alertado del peligro en ciernes, dispuso entonces la detención del mestizo correntino José Díaz, un tupacamarista que profesaba un profundo odio hacia los peninsulares y que veía en la Revolución Francesa la esperanza de una vindicación social. No se trataba de una travesura o un hecho intrascendente, puesto que el alcalde realizó un despliegue inusual para dar con los conspiradores y fue inflexible a la hora de aplicar numerosas sesiones de las más terribles torturas. En respuesta a la actitud de Álzaga, los "franceses" multiplicaron la producción de pasquines de tono amenazante: "Martín Álzaga, dentro de un año irás a la guillotina; tú y cuantos andan con averiguaciones, y tus bienes serán para la Convención Americana. Tu asesor piensa conseguir una garnacha, será el segundo que la estrene. Guarda éste para la memoria. ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva la Libertad! (...J". Otro, del mismo tenor, decía: "Señor capataz, sírvase dirigir esos esclavos a la Libertad, pues si no será guillotinado junto con su patrón, don Martín de Álzaga". y con respecto a los presos, otros dos pasquines sentenciaban: "Españoles, los que sois cuerdos, mucha sangre costará a los que tienen parte en la prisión de los franceses. ¡Viva la Libertad! ¡Viva la Libertad! ¡Viva la Libertad!"; "La nación francesa tomará satisfacción. Costará arroyos de sangre.
Ya se da aviso a París. Satisfacción se dará. ¡Ladrones! Tu tienes los bienes de los franceses. ¡Viva la Li-bertad!" (137). Esta suerte de "guerra de nervios" propia de la circulación de pasquines puede descubrirse, también, durante los cabildos de 1809 y 1810, que públicamente juraban lealtad a Fernando VII y por lo bajo aseguraban que "Ias Américas primero dejarán de ser, que dejar de aspirar a gober-narse por sí misma, puesto que devemos contar por muerto al Sr. D. Fernando, exista o no exis-ta" (138). Se trataba de una oposición sorda pero no por ello menos firme, y que estaba a la vista aunque al mismo tiempo era inasible. Asimismo, y a pesar de "las caretas de felicidad a Fer-nando VII", Vázquez Machicado concluye que "las rebeliones de 1809 y 1810 en el Alto Perú co-mo en el Río de la Plata, fueron esencialmente libertadoras".
Mientras tanto y en Buenos Aires, la Primera Junta Patria (1810) encargaba a su secretario, Ma-riano Moreno, la redacción secreta de un Plan de Operaciones destinado a consolidar la obra de la Independencia (139). Tal como consta en dicho texto, "la base de la propaganda sería el misterio de Fernando, ’circunstancia la más importante para lIevarla siempre por delante, tanto en la boca como en los papeles públicos y decretos (...) pues es un ayudante a nuestra causa el más sober-bio, (y) aún cuando nuestra obra y conducta desmientan esta apariencia, (...) nos da un margen para fundar ciertas gestiones y argumentos, así en las cortes extranjeras como en España’" (140). El objetivo manifiesto de esta política era "entretener y dividir las opiniones de la misma España, haciendo titubear y aparentar por algún tiempo hasta que nuestras disposiciones nos vayan poniendo a cubierto"; para ello, el plan aconsejaba enviar "actas o representaciones a los cabildos de esta capital e interiores expresando que (...) se desvelan para conservar los dominios de esta América para el señor Fernando VII" (141). El plan secreto establecía también la formación de una embajada en la península, de "tres hasta cinco individuos de talento y que atesoren el don de la palabra", con el cometido de hacer dudar a los españoles sobre cuál de ambos partidos era el verdaderamente realista (142).
Esta campaña de acción psicológica y contrainformación colocaba en un lugar destacado a la pro-paganda. En ese sentido, proponía el envío de cartas con nombres y firmas falsificadas, con el objeto de provocar el desprestigio y la desconfianza entre las fuerzas realistas. En otras palabras, se trataba del recurso del secreto, del disimulo y la confusión deliberada, propio de los pasquines sediciosos -cuyas faltas ortográficas y errores de redacción tenían el propósito de despistar- y de todas aquellas experiencias que combinaron la inteligencia y la comunicación para alcanzar sus objetivos. Estas formas de encarar la comunicación como arma de combate constituyen una tradición en la difusión política latinoamericana, y como tal pueden rastrearse, a lo largo de los años y de acuer-do a las nuevas coyunturas, en el funcionamiento de numerosas prensas de oposición. De hecho, Rodolfo Walsh fue un apasionado de la historia nacional: como señaló Horacio Verbitsky, Walsh "era muy crítico de quienes conocían en detalle la historia de la Unión Soviética y desconocían cómo se toma el poder en la Argentina".
No proponemos aquí la posibilidad de una traslación mecánica, deliberada o razonada de conceptos, sino de cómo el estudio sistemático de los sucesos funciona como back up para las diferentes tareas dentro de un proceso de cambio. En tal sentido, Verbitsky sostuvo que el grupo de la agencia ANCLA estaba "absolutamente fami-liarizado" con las lecciones de la historia nacional y latinoamericana, y el mismo Walsh, en un documento interno del 5 de enero de 1977, establece que "la toma del poder en la Argentina de-bería ser (...) nuestro principal tema de estudio, como lo fue de aquellas clases y de aquellos hombres que efectivamente lo tomaron. Perón desconocía a Marx y Lenin, pero conocía muy bien a Yrigoyen, Roca y Rosas, cada uno de los cuales estudió a fondo a sus predecesores" (143). De esta manera es posible trazar paralelismos entre las diversas experiencias.
Los ejemplos en este sentido abundan: San Martín llamó "guerra de zapa" a su campaña de desinformación previa al cruce de la Cordillera de los Andes, en 1816, mediante la cual procuró con éxito desconcertar los planes realistas, fomentar la discordia y trabajar el frente interno enemigo. Antes de cruzar la cordillera, el Libertador -sabiéndose vigilado por agentes realistas- dejó sobre su mesa de trabajo planes falsos de la que sería su campaña a Chile. Asimismo, envió correspon-dencia adulterada. Esto le sirvió para avanzar con la columna principal y sin contratiempos por el cruce de Los Patos, mientras las tropas realistas lo esperaban por el norte y por el sur (144).
La importancia del trabajo sobre el enemigo también es notable en las políticas comunicacionales de Juan Manuel de Rosas durante la intervención anglofrancesa. En ese sentido, el historiador José María Rosa sostiene que "los agredidos pueden valerse de la misma prensa de los agresores para defenderse (...) Hacer propaganda contra la agresión por todos los medios, el soborno inclusive; valerse de diarios, libros, folletos, discursos parlamentarios, mociones académicas, hasta reuniones públicas. Crear, en fin, en la metrópoli agresora un frente desfavorable a la interven-ción" (145).
Rosas hizo de las legaciones en Londres y París agencias de propaganda: Manuel Moreno (her-mano de Mariano) y Sarratea recibieron la orden de quedarse en las capitales europeas, porque "la verdadera batalla se libraría allí (...) Cada legación se convirtió en un centró de actividad, con conexiones periodísticas, parlamentarias, jurídicas y su indispensable ’fondo de reptiles’ para comprar conciencias (...) Alvear en Estados Unidos y Guido en Brasil tenían idénticas instruccio-nes (...) Pero la batuta de la propaganda periodística la dirigió el mismo Rosas desde Buenos Ai-res, con la publicación, de aparición irregular, del Archivo Americano y espíritu de la prensa del mundo" (146). Escrito en varios idiomas, el Archivo... se enviaba a los periódicos del mundo, con el objeto de lograr un "rebote" de las informaciones allí publicadas.
De hecho, muchos reprodujeron sus artículos. La importancia de la prensa como instrumento de lucha también está presente en Domingo F. Sarmiento en su oposición a Rosas desde Chile (el Facundo es otra de sus obras de singular importancia); y en el trabajo de prensa de los unitarios exiliados -entre ellos Juan Bautista Alberdi- que hicieron de Montevideo su base de operaciones para "derrocar al tirano". La prensa, en aque-lla oportunidad, fue el arma adecuada para llamar a los sectores del interior a sumarse a las campañas de los "ejércitos libres" apoyados y financiados por Francia e Inglaterra (147).
Bartolomé Mitre y su "tribuna de doctrina", el diario La Nación; o los trabajos de José Hernández, ofrecen otras posibilidades. Sin intenciones de agotar el tema, los tópicos reseñados en este apartado revelan una importante tradición latinoamericana en el uso de las herramientas de in-formación, interesantes en tanto bagaje histórico cultural para un estudio del desarrollo de las experiencias de comunicación pensadas como instrumento político en nuestro continente, en general, y del trabajo de ANCLA en particular.
Un enfoque desde la práctica política
En las postrimerías de la colonia en Hispanoamérica cualquier crítica al régimen estaba rigurosamente prohibida. La subordinación primero a Carlos IV ya Fer-nando VII después no podía siquiera ponerse en duda. Pero en las cantinas, en las fiestas, en las reuniones amistosas o en los corrillos de la plaza pública se manifestaba, con fuerza y en silencio, el espíritu de la oposición emancipadora.
El malestar interno que corroía las entrañas de la vida colonial llevaba de un oído al otro los sucesos de la guerra con Inglaterra, las intrigas de la camarilla del virrey o las novedades de la campaña napoleónica sobre Madrid, hechos que en estas tierras se traducían en la formación de logias secretas y en la elaboración de planes encaminados a lograr la independencia (148). Así, mientras públicamente el cabildo de 1810 juraba lealtad a Fernando, por abajo no deseaba otra cosa que consumar "la obra grande de nuestra Libertad e Independencia".
De allí que circu-laran numerosos pasquines clandestinos que llevaban a conocimiento del pueblo los pormenores de la emancipación. Como dijimos en el capítulo anterior, estos escritos "sediciosos" fomentaban las acciones violentas contra el régimen, denunciaban sus puntos flacos y llamaban a los parroquianos a tomar parte activa en la lucha por la conquista de la independencia. El ambiente durante los últimos años de la colonia se había separado en dos: en público, todo era fidelidad hacia el rey; en privado se preparaba el terreno para la guerra de emancipación. Un siglo y medio más tarde de aquellas jornadas históricas, la práctica de la censura también fue el recurso del régimen para mantenerse en el poder.
En 1955, los militares de la Revolución Libertadora no se contentaron con proscribir al peronismo: fueron más allá y hasta prohibieron por decreto la difusión de los símbolos e incluso el nombre de Perón. La resistencia del hombre a la censura y a la desinformación tuvo, en ese entonces, su expresión en una prensa pública que terminó refiriéndose al líder llamándolo Juan Domingo, en miles de volantes clandestinos y pintadas de "Perón Vuelve", y en una unidad de acción resistente sólo posible gracias a la unidad de concepción del movimiento proscrito. Algunos años después, bajo la dictadura de Onganía, Rodolfo Walsh participó junto a Rogelio García Lupo y a pedido del gráfico Raimundo Ongaro de la gestación del Semanario CGT, órgano de difusión de la CGT de los Argentinos. En sus páginas el escritor y periodista publicó por entregas su investigación titulada "¿Quién mató a Rosendo?". El periódico fue clausurado más tarde y obligado a la clandestinidad, cuando los llamados a la movilización y a la lucha social de sus notas se reflejaron en el Cordobazo. Pero a partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976, la estrategia de desinformación se consti-tuyó en una prioridad de las Fuerzas Armadas para cumplir con sus objetivos. Para poder llevar adelante el autodenominado "Proceso", fue necesario mantener el orden limpio de perturbaciones y ruidos peligrosos a sus fines, y por lo tanto fue fundamental que el pueblo no tuviera conciencia de lo que estaba sucediendo. De modo que la intervención y la clausura de medios de prensa, en un caso, y la recomendación acerca de los enfoques inconvenientes, en otros, se hicieron vigen-tes desde las primeras horas del golpe de estado (149).
En esos oscuros días, las radios y los canales de televisión estatales se pusieron inmediatamente al servicio de la desinformación. Esa era una de las formas de asegurarse que la sociedad civil no reaccionara. De modo que se impusieron las penas más severas a aquellos que se atrevieran a "perturbar, perjudicar o desprestigiar la actividad de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policia-les", y así todos los espacios se cerraron para la divulgación de la realidad (150). Sin embargo, como en los pródromos de la emancipación, la cerrada estrategia militar no pudo tener en cuenta todas las formas a las que son capaces de recurrir los hombres para comunicar-se: las experiencias de ANCLA Y Cadena Informativa, entre otras y pese a las obvias dificultades de funcionamiento, se plantearon la resistencia por medio de la difusión de una prensa clandestina, realizada con métodos artesanales, y donde se propiciaba el rescate de la tradición oral y del rumor.
Las dos herramientas eran parte de la resistencia a la dictadura y al silencio: como rezaba al final de los partes informativos de Cadena..., estos medios llamaban a sus destinatarios a derrotar el terror y hacer circular la información. La conciencia de la dificultad de que los partes fueran publi-cados de forma tradicional fomentó el boca en boca y abrió el ciclo comunicacional a la participación popular. Así, a partir de la comunicación, estas dos experiencias apostaron a la organización. En el proyecto del grupo que las llevó adelante subyace, además, la teoría de que tener concien-cia equivale a poseer un dominio informativo del entorno (151), lo que le permite al individuo movilizarse contra la injusticia. En ese sentido, ANCLA se acerca al concepto de prensa subterrá-nea planteado en términos leninistas: aquellas octavillas de distribución clandestina que apunta-ban a la concientización proletaria y auspiciaban la participación obrera tanto en la edición como en la distribución.
También, como dijimos más arriba, a la proliferación de pasquines que minaban desde "abajo" las estructuras virreinales. Ahora bien, esta actividad subterránea tanto de ANCLA como de Cadena actuó -durante su breve período de funcionamiento- como sigilosa campaña de oposición al régimen; en otras palabras, como campaña de rumores en términos de los psicólogos norteamericanos G. Allport y lo Post-man. Estos autores, al promediar la década del 40, advirtieron que el rumor juega un papel auxiliar en las situaciones de movilidad social y revuelta popular. "Nunca estalla un tumulto sin rumo-res que lo inciten, acompañen o intensifiquen su violencia" (152), explicaron, y es posible que a esto atendiera la Junta Militar cuando pretendió inmunizar a la sociedad de perturbaciones peligrosas: el lenguaje produce información, no solo la transmite. Y cuando un mensaje circula a través de intermediarios estos le imprimen su propia huella, es decir, una nueva información que se anexa a la anterior. Durante la revolución cubana, por ejemplo, se dio en llamar "radio bemba" a la circulación de noticias entre la sierra y las ciudades o poblados que intentaban romper el bloqueo informativo.
Si bien los combatientes del Movimiento 26 de Julio contaban con un equipo transmisor en las sierras desde donde emitía Radio Rebelde, su señal no podía ser captada desde todos los rinco-nes de Cuba y su transmisión era intermitente. De modo que el rumor, al igual que cualquier otra forma del discurso humano, es un fenómeno social. En una nota aparecida en la revista "Noticias (de Argentina)", una suerte de síntesis editada en el extranjero por el Movimiento Peronista Montonero, dice: "Radio Liberación TV, desde un mes an-tes de la jornada de protesta del 27, interrumpió la programación (de radios y canales de TV). Desde los televisores las arengas del comandante Firmenich (...) llamaban a la huelga (...) Decenas de transmisiones informaron al pueblo trabajador, (... rompiendo) en los hechos la doctrina clásica de los comunicólogos donde el receptor, luego de recibir el mensaje del emisor, se agota en sí mismo como ente pasivo.
Aquí, sobre el terreno del campo popular, demostramos que el receptor no es pasivo. Se convierte nuevamente en emisor que retransmite rápidamente ubicando en cada fábrica, en nuevos hogares, el mensaje recibido en el barrio obrero cubierto por las ondas montoneras (... La) voluntad política y el pueblo receptor-transmisor han superado la teo-ría clásica de la comunicación. Cada escucha del pueblo es otra dinámica emisora, otra RLTV en funcionamiento con el motor al máximo. Esta vez fue la huelga. A partir de ahora, multiplicándose, la prensa popular, oral y escrita, acelerará su función de informar, agitar y conducir" (153). De esta manera, el discurso inicial se reproduce en múltiples direcciones. Cada receptor se con-vierte en un nuevo emisor y el discurso mismo se transforma en acción. En consonancia con esta idea, Robert Escarpit señala el ágora griega como un antiguo espacio de interrelación de los ciu-dadanos, donde mejor podía introducirse una información y difundirla. "El recurso de boca-oreja -explica- en los sistemas de pequeña dimensión es una de las armas más eficaces de las oposicio-nes clandestinas y de los movimientos de resistencia" (154).
El autor entiende como un sistema de pequeña dimensión al que se sostiene en aparatos simples donde los individuos en su conjunto pueden participar en los intercambios informativos productivos, como por ejemplo la aldea o el barrio, o también la organización política clandestina. Durante la colonización de Indochina y Argelia, el ejército francés llamó a este recurso "teléfono árabe". Y durante la segunda guerra mundial, cuando la propaganda nazi afectaba la moral del frente interno, los pueblos ocupados de Europa acudieron a este recurso para defenderse del bloqueo y la desinformación. Es evidente, entonces, que en la Argentina del autodenominado "Pro-ceso" el "boca-oreja", el rumor, iba a ser tomado como una porción de resistencia al silencio y al terror.
Acuciados por el aparato represivo y terrorista del estado, los grupos de militantes políticos, sindicalistas, intelectuales y dirigentes barriales (sistemas de pequeña dimensión) apelaron a la "perturbación" del orden establecido desde una producción de información que Walsh intentó sistematizar para hacerla más confiable y menos "rumor". Durante la primera resistencia peronista (155) se llevaron adelante infinidad de acciones que, según Daniel James, podían ser tanto activas como pasivas: mientras la activa incluía el sabotaje (tipo militar), la pasiva tenía en cuenta la difusión de rumores, distribución clandestina de volan-tes y pintadas callejeras (tipo político).
"Toda esa miríada de actos de resistencia finalmente tor-naría ingobernable al país" (156). El rumor, entonces, supone un flujo comunicacional multidirec-cional donde cada receptor se convierte en un emisor, generando una red. Justamente, "caños", sabotajes y conspiraciones se apoyaban en la circulación de rumores que tenían por objetivo librar una guerra psicológica contra el gobierno de la Revolución Libertadora, y que intentaba demostrar que el país era ingobernable sin Perón al frente. Entre los rumores más recordados, se destaca uno que apuntaba a descubrir el mal desempeño de las autoridades en un producto relacionado a los niños: "hay vidrio molido en el dulce de leche" corría por lo bajo entre las familias.
Más allá de lo anecdótico, los rumores acompañaban una guerra de desgaste, donde los esfuerzos no se dirigían al centro del poder sino a donde éste no estaba presente para desconcertarlo y distraer su atención de aquellos militares y civiles peronistas que llevaban adelante conspiracio-nes tendientes a lograr el regreso de Perón. No casualmente este planteo es el que retoma Walsh, el cual, salvando diferencias, tiene en cuenta diferentes niveles de compromiso. En el caso del funcionamiento de la Cadena Informativa, Walsh buscó ejercer presión en puntos de relativa decisión, de modo de comprometer a las personas en la resistencia y convertirlos en vehículos fidedignos de información. Se trataba de artículos que él mismo escribía, simples y fáci-les de reproducir, que entregaba a personalidades representativas del quehacer nacional.
De esta forma terminaban por oficiar como multiplicadores de información clandestina. Tamaña empresa no era fácil, habida cuenta del gran control sobre la ciudadanía que ejercía el aparato terrorista del estado, y que abarcaba todos los contextos y situaciones, metiendo su ma-no desde la escuela hasta el ámbito familiar. Desde todos los espacios se buscó impulsar la dela-ción para lograr la depuración de los "enemigos de la Patria", y se sistematizó una estructura su-mamente vertical de respeto a la autoridad. De esta forma, el control represivo logró hacer mella en todos los microcontextos cotidianos de la sociedad. Como todo aparato, la Junta Militar que se hizo con el poder en 1976 se dotó de un código de comportamiento, representado en la Doctrina de Seguridad Nacional. Ese código incluía dispositi-vos para asegurar su propia estabilidad. De ahí que no dudara en apelar a la conciencia nacional para recurrir a la guerra. -Justamente, en épocas de la dictadura, se buscó apuntar al fortalecimiento y cohesión de la identidad nacional a través de la campaña "los argentinos somos derechos y humanos", el mundial 78 y la aludida guerra de Malvinas.
Robert Escarpit lo explica así: "Los aparatos, y particularmente los aparatos políticos, no pueden ni deben quedarse en una actitud desesperada, ni aceptar una impotencia que sería la negación de su legitimidad. Su estrategia es entonces la de reforzar su control sobre el contenido de los mensajes lanzados a una red, a fin de predeterminarlos al máximo con el objetivo de efectuar, por medios groseros pero poderosos, manipulaciones rudimentarias y decisivas sobre la globalidad anónima de los eventuales receptores". Según Richard Gillespie en su estudio sobre los Montoneros, este fue uno de los factores que ayudaron al aislamiento de esa organización y que tuvieron que ver con su persistente militaris-mo: sus actividades no trascendían en la prensa, entonces los operativos debían ser lo suficien-temente espectaculares como para llamar la atención del público.
Pero el aparato estatal siempre estaba atento para manipular el mensaje y desvirtuar los objetivos iniciales. Para evitar la distorsión, Walsh creó ANCLA y generó focos de resistencia a la manipulación y el silencio. Mientras, el dominio de la Junta Militar volcó hacia el conjunto de la ciudadanía una pro-paganda fuerte y vertical que no admitía un ida y vuelta; al tiempo que sus "grupos de tareas" (157) llevaron adelante y a conciencia el trabajo sucio para obtener datos acerca de las personas sospechosas de colaborar con la guerrilla, a fin de exterminarla: lo que Foucault llama el Saber-Poder, el saber de vigilancia organizado alrededor de la norma de control establecida por quienes detentan el poder (158). En el marco de ese control unívoco sobre la comunicación social, Walsh proyectó elevar las interconexiones informativas desde la participación popular, donde cada punto de recepción debía ser necesariamente un punto de emisión.
De esta forma, ANCLA y la Cadena Informativa buscaron promover corrientes de opinión para resistir a la dictadura, generarle contradicciones y llamar la atención del resto del mundo acerca de las violaciones a los derechos humanos y sobre la calamitosa situación económica, política y social que vivía la Argentina de aquellos años. Y todo ello pese a que "la primera preocupación de la autoridad es asegurarse que los perturbadores no posean medios de reproducción" (159), y pese al intento militar de no permitir "ruidos" que generen toma de conciencia. Porque frente a la política global del poder de aniquilar las molestias "se dan respuestas locales, contrafuegos, defensas activas y a veces preventivas" (160), destinadas a romper su unicidad. Pero, ¿qué pasa cuando las perturbaciones se generan dentro del propio régimen? ¿cuándo existen contradicciones dentro del propio aparato y, desde afuera, los "perturbadores" planifican formas de acción para agudizarlas? Este fue uno de los objetivos fundamentales de ANCLA, destinado a forzar "la red de la información institucional, nombrar, decir quién ha hecho qué, designar el blanco", como "una primera inversión de poder (...) un primer paso para otras luchas contra el poder" (161).
Es en este sentido que Walsh visual izó un logro en la pequeña difusión de sus artículos y de los artículos de otros militantes. Era un logro que, aunque más no fuera mínimamente, una información se difundiera, sobre todo teniendo en cuenta el especial interés de las Fuerzas Armadas en recortar la comunicación social. Sin conocimiento no hay reacción, por lo tanto cualquier expe-riencia comunicacional debía resistirse a esta imposición militar.
Aunque su éxito, a fin de cuen-tas, fuera parcial (y no por ello menos importante). Finalmente, la obsesión de Walsh por el análisis no sólo de las "escuchas" clandestinas al aparato represivo, sino también de las noticias publicadas por la prensa legal y los discursos de los generales, tenía un objetivo claro: romper la unicidad del poder y agudizar sus contradicciones inter-nas para asestarle un duro golpe político.
¿Cómo? Entendiendo que "hay que admitir un juego complejo e inestable donde el discurso puede, a la vez, ser instrumento y efecto de poder, pero también obstáculo, tope, punto de resistencia y de partida para una estrategia opuesta. El discurso transporta y produce poder; lo refuerza pero también lo mina, lo expone, lo torna frágil y permite detenerlo" (162).
La cotidianeidad y los corresponsales populares
En un proyecto de cambio, la información y la propaganda se constituyen en un nuevo frente de lucha, indispensable no sólo para la información sino también para la organización y la educación de las masas.
De ahí el concepto de corresponsales populares que muchas de las fuerzas políticas retomaron en su lucha por la toma del poder. ANCLA no escapa a este concepto: a través de la participación popular en la información apelaba a la organización para resistir a la dictadura. Aunque en rasgos generales la agencia no oficiaba como un órgano oficial de difusión de propa-ganda política, venía a cumplir el rol de un espacio que -sin decirse Montonero- llegaba a infini-dad de sectores con el propósito de romper el bloqueo informativo y a la par generar malestar entre las Fuerzas Armadas y los diferentes grupos de poder a los que ellas respondían. La agencia era un frente de lucha adecuado al momento político que se vivía, signado por el avance de las clases dominantes y por una derrota de las organizaciones populares en el plano militar. Por ese motivo, su estructura intentó ser descentralizada en lo interno y apuntó a ligar la resistencia a la política de masas, replegadas hacia el peronismo, "hacia las relaciones que dominan, hacia prácticas comunes, en definitiva hacia su propia historia, su propia cultura y su propia psi-cología". Es en ese sentido que Walsh, en los documentos internos de la organización, aclara que "acá el problema es político y el lenguaje militarista no sirve" (163): es decir, retoma la cotidia-neidad de las masas para dar una batalla política en ese plano, y desde allí conducir la resistencia.
El método adecuado, entonces, debía ser diferente a la organización para la guerra: Walsh (y con él todo un grupo de militantes) proponía trocar el centralismo y la homogeneización por la auto-nomía táctica de "grupos reducidos e independientes cuyo nexo principal es la unidad doctrinaria (el peronismo)", y luego que la prensa se descentralizara "a nivel de pelotón de resistencia, conservando a nivel de Conducción Táctica El Montonero (164) ya nivel Secretaría General (165) la Agencia Clandestina, y eventualmente un órgano doctrinario editado en el extranjero" (166). Por ese motivo, Walsh sostuvo que pensar en grandes diarios o revistas clandestinas -que implican el mantenimiento de un aparato importante con locales e imprentas- iba a ser "un blanco terrible-mente fácil para el enemigo" (167). Los párrafos precedentes muestran hasta qué punto la información y la propaganda alcanzan una importancia clave en los procesos de lucha. Según Armand Mattelart, éstas no pueden "escapar a la dinámica de guerra de masas", e incluso señala que, en el caso mozambiqueño, "en las zonas donde ha sido posible realizar una actividad de propaganda antes de comenzar la lucha armada, esta última alcanzó éxitos inmediatos" (168).
Ahora bien, cabe preguntarse cómo se genera esa información. Al igual que en el caso de ANCLA y de muchas otras experiencias de comunicación para la lucha, el Frente de Liberación de Mozambique organizó una extensa red de corresponsales populares que recogían la información en sus zonas de trabajo y la llevaban a la Voz da FRELlMO, radio instalada en el país vecino de Tan-zania y que abarcaba todo el territorio nacional. Como muchos pobladores no poseían aparatos de radio, se organizaban escuchas colectivas similares a las realizadas en torno a la radio Vence-remos de El Salvador, donde la experiencia incluía a combatientes, amas de casa, estudiantes, vecinos y trabajadores. Es decir que cada realidad político-social genera sus propias herramientas de comunicación. En la Argentina, a las prensas partidarias clandestinas se sumaron radios, obleas, "gancheras" (169), pintadas y agencias de noticias (170). En Mozambique, donde el analfabetismo alcanzaba niveles extremos y no existía una sola lengua nacional, se apeló a la radio, los murales, las caricaturas y los carteles.
En ambos casos, el objetivo era neutralizar la información enemiga e informar para la acción y la lucha atendiendo a las necesidades sociales. Las formas de informar para la lucha pueden apreciarse, también, en el caso de las radios mine-ras bolivianas: mientras en tiempos de normalidad institucional llevaban adelante una línea comunicacional con canales de acceso que garantizaban la participación popular en la información, centrados en la educación y en la idiosincrasia minera y campesina; en tiempos de represión las emisoras se ponían al servicio de la organización y la lucha, actuando como movilizadoras de los sindicatos y de la población en general contra la intervención de las Fuerzas Armadas. Así fue como, en tiempos de "emergencia", nació la gran cadena de radios mineras, una red a la que cada emisora entraba previo contacto interno. "La defensa del distrito minero se concentra en torno de la radio (... que) es la primera en ser defendida y la última en caer, porque el ejército lo primero que hace es tratar de silenciarla (...), (ya que se trata del) núcleo movilizador", explica el periodista boliviano Jorge Mansilla Romero (171). En 1975 y bajo la dictadura de Hugo Bánzer, la Asamblea General de Trabajadores de Ca-tavi proclamó la "lucha por rescatar nuestras emisoras, rescatar a nuestros presos y el aumento general de salarios" (172).
La reivindicación de las emisoras, entonces, fue parte fundamental de la reestructuración y fortalecimiento del movimiento obrero, al tiempo que la comunicación fue parte de su plataforma de lucha. Un buen ejemplo de la función de la comunicación como eje movilizador son los sucesos en torno del golpe de Estado de Natusch Busch, en 1980. Todas las comunicaciones de La Paz quedaron cortadas, pero la intervención no llegó al distrito minero. Para obtener información, los trabajado-res escuchaban por onda corta informativos extranjeros, ya que sólo las corresponsalías se man-tenían en pie en esa capital. A su vez, las agencias internacionales reproducían los informes de la cadena minera, dándoles trascendencia internacional. La experiencia sirvió para mejor resistir, poco más tarde, la narcodictadura encabezada por los generales García Meza y Arce Gómez. "Había que resistir, transmitir las 24 horas seguidas haciendo turnos", afirman los entrevistados en el libro "Una mina de coraje", de José Ignacio Ló-pez Vigil (173). La cadena, instrumento político para la movilización, emitía entonces comunica-dos que alertaban sobre la presencia del ejército e instaban a la organización minera y campesi-na: "Las tropas estarían (no) a cinco kilómetros de Siete Suyos y muy cerca de Santa Ana, por tanto nos aprestamos a defendernos (...) La cifra de detenidos (hasta el momento) alcanza 31 "; "Ya ha comenzado el tiroteo a la altura de Santa Ana, se deben agrupar las fuerzas en ese sec-tor"; "En estos momentos se está luchando, los compañeros trabajadores están impidiendo el ingreso de las fuerzas reaccionarias" y "Las cinco organizaciones sindicales más importantes han llamado a una Asamblea general", son algunos de los fragmentos que señalan cómo la referencia clave para la organización y la movilización de cada centro minero, y de los centros entre sí, era la radio: la información se entendía como un bien social y no como una mercancía. Las experiencias mencionadas señalan que la participación popular en la información fue esen-cial: o bien a partir de las fuentes, o bien a partir de la multidireccionalidad de la información.
Además, a través de la figura de los corresponsales populares se buscaba devolverle la palabra al pueblo, darle entidad a su cotidianeidad y movilizarlo en la lucha por la liberación nacional (174). En aquellos países tercermundistas donde el analfabetismo era alarmante (El Salvador, Bolivia, Mozambique. etc.), nacieron los medios de comunicación educativos, que ligaron el proceso edu-cativo al proyecto de cambio como necesidad fundamental. Según Jorge Robelo, ministro de Información del FRELlMO, "la construcción de poder popular de-mocrático exige como condición que el pueblo sea conciente de sus derechos y deberes (...) En esta perspectiva se deberá informar y formar políticamente, educar, contribuir a las transforma-ciones en curso", ya que "debemos crear la posibilidad de que todos puedan escribir, porque todos tienen algo que decir" (175).
En el mismo sentido. Samora Machel, máximo dirigente del Frente, resalta que "nuestra información debe ser un destacamento operacional avanzado", teniendo en cuenta que "no hay terreno neutral en la lucha de clases" (176). Justamente, Lenin sostiene que para que el periódico obrero sea un éxito es necesario asegurar que reciba en forma permanente informaciones y artículos de todas partes, organizando una ex-tensa red de agentes que garantice la circulación de la información y la distribución del material en todos los rincones de Rusia.
Dado su papel organizador, Lenin plantea diferentes niveles: desde un periódico político popular de lucha ideológica hasta folletos de lenguaje claro y de conteni-do principalmente reivindicativo y zonal encaminados a despertar conciencia entre los obreros más atrasados, para lo cual también tiene en cuenta la actividad educativa legal (177). En el libro Qué hacer, Lenin sostiene que "el papel del periódico no se limita a difundir ideas, educar políticamente y ganar aliados políticos. El periódico no es sólo un propagandista y agitador colectivo sino también un organizador colectivo". Los pasquines surgidos en los cordones indus-triales de Santiago de Chile, por ejemplo, buscaban propiciar la discusión de las bases obreras, el fortalecimiento de la crítica y la participación en la información.
Para lograrlo, los periódicos se editaban en pequeñas tiradas, de modo que se hacía necesaria la reunión para compartir la lectu-ra, y por consiguiente se estimulaba la multiplicación de la información. De esta manera, fue posible la ruptura de la tradicional polaridad emisor-receptor, y a su vez del famoso paradigma de Lasswell (¿Quién dice qué, por qué canal, a quién, con qué efecto?), ya que -de entrada- el "quién dice" (ese emisor todopoderoso) se sustituye por un "todos dicen": a partir de las discusiones obreras generadas en torno de los artículos se preparaba el número siguiente, en un hacer los periódicos para sí dentro de un proceso de aprendizaje. Sin ir más lejos, el Se-manario CGT bregó por que cada fábrica designara a un corresponsal capaz de enviar al periódico artículos de los trabajadores, al tiempo que los instó a sumarse a las tareas de distribución y ven-ta para enfrentar las trabas a la libre circulación que le imponía el régimen de Onganía. Todas estas experiencias tienen en común una práctica política que se sostiene en la concepción leninista de la prensa en tanto factor de organización, educación y esclarecimiento.
En el caso de ANCLA, además, implicó la puesta en práctica de una tradición latinoamericana y el recurso al secreto para alcanzar los objetivos fijados. Justamente, tal como resaltó Lucila Pagliai, "lo clandestino es aquello que se mimetiza para no ser descubierto" (178): la agencia no sólo debió mimetizarse para funcionar, sino fundamentalmente para cumplir con eficacia su labor ofensiva, que significaba tomar parte en las discusiones políticas de la cúpula militar y de los sectores económicos, con una identidad difusa y profundizando las diferencias existentes entre ellos acerca de los pasos a seguir.
En ese sentido, es interesante la idea del secreto a partir de la antinomia ser-parecer de Greimas: "¿Qué es algo que es y parece lo que es? La verdad. ¿Qué es algo que es y no parece lo que es? El secreto. ¿Qué es algo que parece pero no es? La mentira. ¿Qué es algo que no es y no pa-rece? La indiferencia, la comunicación irrelevante". La clandestinidad está estrechamente ligada al parecer y al secreto -"niega el parecer y obtendrás el secreto"-, y por lo tanto al enigma, que "puede ser una de las formas de darse la verdad" (179).
A modo de conclusión
A fines de 1975, cuando el golpe de Estado era sólo una cuestión de tiempo, Rodolfo Walsh comenzó a evaluar junto a otros compañeros la posibilidad de montar un plan de emergencia que dificultara el despliegue inicial de la nueva embestida militar. La propuesta tenía en cuenta, entre sus previsiones, el feroz bloqueo informativo que se iba a producir. Pero el golpe aceleró los tiempos y la represión obligó a adecuar el funcionamiento orgánico a la nueva etapa que se abría.
Fue en esos primeros y vertiginosos meses del autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional" cuando la vieja idea de una prensa clandestina tomó cuerpo. Reunido con un grupo de cuatro compañeros de los cuales era responsable, Walsh ultimó los detalles de lo que sería ANCLA, la Agencia de Noticias Clandestina. Una vez puesta en funcionamiento se dedicó a otras tareas relacionadas al Departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros, y ANCLA quedó bajo la responsabilidad de "Lidia". En ese entonces, la agencia representó la necesidad de un medio eficaz no sólo en cuanto a la circulación de información, sino también en tanto instrumento político. ANCLA tenía que ser un espacio disimulado que, a la vez de informar, dirigiera buena parte de sus esfuerzos a actuar de-ntro del corazón mismo del poder. De ahí se desprende su doble rol, relacionado a contra infor-mación y a contra inteligencia; y su estructura comunicacional, que involucraba tanto la acción como la representación para tomar parte activa en la lucha de resistencia al régimen. El funcionamiento de la agencia clandestina sirvió para estimular y promover contradicciones en-tre los grupos de poder; también para propiciar la participación popular en la información: de otra manera, no se hubiera podido pensar en una resistencia.
A esto se sumó la posibilidad de iniciar una campaña contra la dictadura militar en el exterior, enviando sus despachos por correo a los corresponsales extranjeros. Así, ANCLA puso de manifiesto toda la información negada a los argentinos: las diferencias entre la Junta, los objetivos del plan económico, las expresiones de la resistencia popular y las violaciones a los derechos humanos. Los testimonios recogidos permiten evaluar que los objetivos propuestos fueron relativamente cumplidos durante los primeros meses de funcionamiento: en cierta forma, el poder se vio en-frentado por un grupo de personas que hurgaban entre sus múltiples relaciones, buscando con-tradicciones o generándolas, a fin de debilitar su fuerza y romper su unicidad. Para lograrlo, ANCLA construyó una identidad propia difusa, lo cual le permitió durante ese período confundir a un enemigo preocupado por el carácter de una información supuestamente confidencial. Asimismo, la agencia pudo plantarse como un instrumento de denuncia: con su trabajo acompa-ñó muchas de las actividades encabezadas por los familiares de las víctimas, destinadas a lograr apoyo internacional.
El insistente movimiento en el exterior hizo que la Junta se viera obligada a instalar el Centro Piloto en París y denunciar una campaña "anti-Argentina" para defenderse. De todas formas, la divulgación a través de ANCLA presumiblemente quedó acotada a espacios específicos vinculados a militantes políticos e intelectuales, o incluso a miembros de las fuerzas represivas, aunque tampoco es menos cierto que el intento de la agencia de generar una multiplicidad de relaciones desde cada receptor-emisor hacia su entorno posibilitó la circulación de rumores en una Argentina marcada por el silencio. Porque el hecho de que ANCLA como vehículo pudiera quedar acotada no presupone necesariamente que sus fuentes optaran por volver al si-lencio después de haber hablado, sino todo lo contrario. ANCLA, entonces, aparece como un organizador de la información a la que luego le da un soporte material para hacerla más confiable: busca que los individuos alcancen un conocimiento pleno de su entorno, completando y ordenando los datos parciales de cada uno de ellos.
El planteo es el de una circulación del discurso multidireccional y plural, emanado de las bases mismas de la sociedad, donde la recepción no puede ser pasiva: está llamada a multiplicar, es decir, a generar acciones.
La estructura de la agencia como parte de un planteo de descentralización orgánica actuó en con-sonancia con una realidad de repliegue popular. Es decir, se trataba de una herramienta no "pan-fletaria" o "propagandística" con un discurso que, sin eufemismos, se presentaba como profesio-nal y equilibrado. Por sus objetivos y por la situación concreta en que se desarrolló, ANCLA fun-cionó como un método de lucha donde la experiencia previa acumulada sirvió para orientarse en el trabajo. Walsh era conciente de que el retroceso hacia la resistencia significaba un importante paso atrás en el proceso de lucha popular, pero también tenía en cuenta que la única opción a esa alternativa era "el exterminio". La búsqueda de formas nuevas para romper el silencio probablemente tuvo que ver con la forma-ción político-ideológica de Walsh, quien, parafraseándolo, se hizo revolucionario en la lucha misma.
Todas las experiencias de comunicación en las que participó se caracterizaron por no respon-der a recetas establecidas: desde Prensa Latina hasta Cadena Informativa lo que resalta es la creatividad, la conciliación de diferentes elementos en propuestas abarcadoras de la realidad.
Al mismo tiempo, su participación en la construcción de la Cuba socialista le sirvió como escuela: después de su trabajo sobre los fusilamientos de José León Suárez en 1956 y de su práctica en la agencia cubana, comprendió cabalmente la necesidad de la información como factor de organización popular. De ahí que la tradición de formas comunicacionales contestatarias en Latinoamérica y el concepto leninista de la prensa estén presentes en todas las experiencias que a lo largo de esos vertiginosos años Walsh llevó adelante, dando respuestas concretas ante planteos concre-tos. Su destreza en "Operación Masacre", "Quién mató a Rosendo" y "El caso Satanowsky" señaló un camino en el periodismo de investigación. Ese periodismo comprometido, la búsqueda permanen-te de la verdad, el respeto por los destinatarios populares, fueron las bases mismas de ANCLA. Allí puso a prueba todo su ingenio para dar una batalla psicológica contra la dictadura militar.
Cuando la agencia empezaba a encontrarse cercada por la represión, apeló a otros métodos to-davía mucho más artesanales. No se detuvo ni aún en las horas más terribles. La consecuencia de sus planteos lo llevó a retratar la realidad hasta el último momento. Nunca abandonó su empresa, su compromiso ni su ideal. Pero, por sobre todas las cosas, Walsh supo fundir su propia identidad en el colectivo. De ahí que sus aciertos y sus errores sean compartidos con muchos otros militantes de la época que, también, pusieron toda su energía y hasta la vida en función del cambio.
La idea de comunicación que expresa ANCLA tampoco es extraña a otras experiencias a nivel la-tinoamericano que se multiplicaron en aquella época: las radios mineras bolivianas y los periódi-cos de los cordones industriales de Santiago (Chile), entre otros, muestran que la discusión acerca de la alternatividad estaba presente a lo largo de todo el continente.
En la actualidad, enseña un camino la estrategia de prensa llevada adelante por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), gracias a la cual logró apoyo a escala internacional. También, los numerosos medios y agencias alternativas de noticias, independientes o vinculadas a organizaciones políticas revolu-cionarias, que nutren de información a infinidad de personas y apuestan por la organización popular y el cambio social. Por otra parte, la calidad del trabajo realizado por el grupo que llevó adelante la agencia permite inferir que el bloqueo informativo no era un cerco imposible de sortear.
En los medios de comunicación se publicó mucha más información de la que se asume, por lo menos entre líneas o a través de información oficial acerca de algún operativo. Y es por este motivo que no es creíble, a nuestro entender, el recurso a la ignorancia que algunos esgrimen a la hora de hacer un balance de lo sucedido durante aquellos años. De no haber existido un mínimo de información o un mínimo de personas informadas, ANCLA no hubiese sido posible. La regularidad en la entrega de los cables demuestra que en las redacciones se manejaba cierta información, lo cual hace pensar en una reproducción del material de boca en boca al menos en este ámbito, así como también en los ámbitos de pertinencia de aquellas personas que recibieron información por esta vía o a través de la Cadena Informativa. Al mismo tiempo, quienes no hallaban espacio para la verdad en sus propios medios podían recurrir a ANCLA para "sacudirnos un poco la indignidad que nos cubría", como escribió el periodista Alberto de Arriba.
Finalmente, queremos agregar que a lo largo de este trabajo intentamos develar algunas incógni-tas acerca del funcionamiento y los objetivos de la Agencia de Noticias Clandestina, creada por Rodolfo Walsh, Lila Pastoriza, Lucila Pagliai, Eduardo Suárez y Carlos Aznárez en 1976. En principio sostuvimos la idea de una agencia destinada a denunciar en el extranjero las violaciones a los derechos humanos. Como dijeron muchos de los entrevistados, ese fue el objetivo -recortado, ascético- que quedó "para la historia".
Posiblemente todavía quede mucho por averiguar.
Posdata
Una investigación es un laberinto. En el camino se van abriendo, lentamente, puertas que prometen diferentes recorridos. A cada paso nacen nuevas posibilidades y la investigación sigue hasta acercarse o llegar al centro.
Pero en ese viaje, a veces, quedan algunas puertas sin golpear. Puertas que, tal vez, agregan otras miradas que completan el trabajo realizado. Luego de la publicación de la primera edición de ANCLA, una experiencia de comunicación clandestina, muchas personas nos acercaron datos y materiales valiosísimos. En algunos casos, cuando el espacio lo permitía, los añadimos al texto; otros enfoques, en cambio, preferimos incorporarlos -también limitados por el espacio- a través de esta posdata a la segunda edición. Sabíamos que la investigación era un comienzo (excepto el libro de Verbitsky sobre Rodolfo Walsh y la prensa clandestina, no había otros acercamientos al tema) y esperábamos que el interés en la experiencia de ANCLA generara nuevas respuestas. Así tomó más cuerpo la cuestión de los enigmas, tan presente en la obra del militante y escritor. Porque a Rodolfo Walsh, según explica su hija Patricia (180), "le encantaban los enigmas y le gustaba resolverlos", lo cual está muy relacionado con "su pasaje por la literatura policial y su fascinación por la literatura fantástica". Por ejemplo, uno de sus memorables cuentos, titulado "El genio del anónimo" y publicado originalmente en la revista Leoplán (181), narra los pormenores de una verdadera guerra de nervios librada entre un "fantasma" y la nobleza y el gobierno britá-nicos del siglo XVIII. Escribe Walsh que esta historia "constituye una de las burlas más colosales de todos los tiempos". "Todo empezó cuando en el Public Advertiser, periódico popular de la época, ...apareció una carta firmada por un tal ’Junius’, donde se arremetía impávidamente contra los personajes más en-cumbrados del país.
Literalmente, esa carta no dejaba títere con cabeza". Más adelante, el escritor sostiene que aquel fantasma era un genio de la invectiva y que "gozaba, por añadidura, de una inconmensurable ventaja: permanecer ignorado e inidentificable mientras él, a juzgar por todos los indicios, conocía al dedillo la vida política y aun íntima de sus sucesivos rivales. ’Junius’ podía acusar públicamente a cualquiera de sus víctimas de cultivar una excesiva amistad con la botella, de apalear a su mujer o de tener un lunar en la nariz -supuesto que así fuese-, pero, ¿quién podía retribuirle? ’Junius’ era un hombre sin cara ... de quien se ignoraba todo". Durante su reinado de tres años y a la manera de los pasquines sediciosos y de las cartas anóni-mas con firmas falsificadas impulsadas por Mariano Moreno en 1810 (destinadas, justamente, a sembrar la desconfianza entre las fuerzas realistas), "Junius" puso en jaque a los hombres y las instituciones inglesas de su época. En todo ese tiempo no fue "posible atraparlo ni averiguar más datos que los que él voluntariamente suministraba. Sus víctimas le tendieron innumerables trampas.
Todos fracasaron. Un instinto infalible parecía guiar al desconocido francotirador". Entonces volvemos al Plan de Operaciones: dijimos a lo largo de este trabajo que Rodolfo Walsh era un apasionado de la historia nacional y latinoamericana y que, muchas veces, su estudio fun-cionaba como experiencia acumulada para avanzar en las diferentes tareas en un proceso de cambio. Patricia Walsh sostiene que más allá del debate sobre la autenticidad del Plan de Opera-ciones, el escrito era "lectura obligatoria para una buena parte de la militancia de la década del ’70, o por lo menos para la militancia de la cual, yo provengo, la tendencia revolucionaria del pe-ronismo". Y agrega: "Ese libro tiene que estar en mi biblioteca. Porque entre otras cosas yo here-dé libros de mi hermana, libros de mi papá, libros de mi mamá... Y sospecho que debe estar sub-rayado, porque mi padre era un gran lector y tenía batallas con los libros: los marcaba, los subrayaba, se enojaba y hacía comentarios. Y sé que realmente está así" (182). Recién en estos últimos años, Rodolfo Walsh comenzó a "descubrirse" como militante orgánico de una fuerza político militar. La publicación de los documentos internos de debate dentro de Monto-neros primero, y sus papeles personales después, aportaron una mirada más interesante y me-nos ascética sobre su compromiso político. Y nuevos materiales comenzaron a proponer nuevos enfoques (183).
Antes se privilegiaba, salvo excepciones, al periodista y escritor; en todo caso, al intelectual comprometido.
Sobre este hecho y su tratamiento investigativo, Patricia Walsh dice que "mi padre disfrutaría mucho de ver cómo se han ido construyendo enigmas sobre su propia persona. Yo creo que él escribe acerca de sí mismo en algunos textos donde escribe sobre otros. Por ejemplo, en el pró-logo a Los que luchan y los que lloran, mi padre escribe sobre Jorge Ricardo Masseti y dice ’Periodista, sabía como se construyen renombres y se entretejen olvidos. Guerrillero, sabía que si era derrotado el enemigo sería el dueño momentáneo de su historia’.
Esto me parece que él pudo haberlo escrito para sí; sin embargo, claro, el enemigo va a ser el dueño momentáneo de su historia. Y por suerte esto se empieza a acabar en este momento, ya podemos empezar a hablar un poco más fuerte de algunas cosas. "Cuando allá por el año ’84, ’85 se empieza a reeditar la obra de mi papá, se hablaba mucho del intelectual comprometido. Mi papá había sido un intelectual comprometido. Y a mi me parecía que no, que mi papá había pasado por una instancia en la que era un intelectual comprometido pero que había textos que luego se pudieron publicar, entre ellos los que están recopilados en un libro que se llama Ese hombre (184), que daban cuenta de la enorme lucha que tenía consigo mismo para asumir en algún momento una opción militante. Y ahí sí. Este hombre, muy poco antes de desaparecer -estoy hablando de octubre de 1976, ya había muerto mi hermana Vicky-, me dice que está orgulloso de haberse convertido, de haber podido convertirse en un combatien-te. Entonces ya no era exactamente un intelectual comprometido. Él estaba orgulloso de haber podido llegar a ser un combatiente.
Y precisamente a él, que se ocupó tanto de sostener una versión de rigor con la verdad, mal podemos hacerle si pretendemos arreglarle la biografía. Cómo vamos a querer cambiarle la biografía, esto no sería hacerle homenaje a Walsh de ninguna mane-ra. "Entonces, cuando sobre todo por aquellos años de la década del ’80 se publicaba que mi papá tenía diferencias con la organización Montoneros y que incluso se había ido de la organización Montoneros, que se había distanciado de la organización Montoneros y recuperaba su nombre y su apellido, lo cual daría cuenta de esa distancia con la organización Montoneros, yo pensaba lo mismo que pienso ahora: ¿cómo le vamos a arreglar la biografía? ¿cómo vamos a hacer eso? Porque está muy bien planteado en este libro cómo la recuperación del nombre y del apellido no tiene que ver con una decisión de haberse ido de la organización sino con algunos recursos que él, dentro de la organización, estimaba como legítimos.
Incluso hay una frase donde se lo cita diciendo ’Estas diferencias, estos planteos, deben ser entendidos como una discusión dentro de la organización misma y no como una ruptura’. Él había decidido no irse del país y propuso a la or-ganización que integraba una serie de medidas que tenían que ver con pasar a la resistencia" (185). Pensar a Rodolfo Walsh de formal integral nos permite, entonces, comenzar a romper con el íco-no de mármol. Rodolfo Walsh, el militante, ese hombre al que también "le gustaba el buen whis-ky y que, en situaciones de máxima austeridad, cuando le reprochaban ’cómo vas a gastar... ’ contestaba ’nosotros luchamos para vivir mejor, no para vivir peor’ (186); Rodolfo Walsh, ese hombre complejo, humano, ofrece la posibilidad de dar con miradas más renovadas. Interesantes para interpelar el pasado, pero también para activar en el presente. Así el esfuerzo colectivo podrá comenzar a devolverle su propia historia.
En el mismo sentido pero desde el punto de vista específicamente comunicacional, el rescate de la experiencia de ANCLA nos introduce también en un debate que cada vez gana más actualidad: la lucha contra la desinformación y los monopolios multimediáticos. En la búsqueda de respuestas concretas por parte del campo popular, la construcción de herramientas de contrainformación (como todo) no empieza de cero: las experiencias del pasado, con sus aciertos y sus errores, sirven de piso para la lucha actual. Como otras prácticas sirvieron de experiencia acumulada a la hora de pensar la Agencia Clandestina. Lo cual nos obliga a reflexionar sobre la concentración mediática y sobre las formas de contrarrestar la moderna "catarata de basura informativa". Finalmente, de acuerdo a una lectura posible y esperada de la investigación, se desprende que "si aun en los momentos de mayor represión y derrota se pudieron construir herramientas informativas que cumplieran múltiples roles con aceptable éxito, ¿cómo es posible que hoy no podamos sacar los pies del plato mediático? ¿Por qué debemos depender de los medios del enemigo para informar e informarnos? La vida de Rodolfo Walsh es una bofetada en la cara de los que dicen que los multimedios son la única voz posible, ya que su vida -tanto política como intelectual y profesional- fue una permanente negación de la hegemonía de los medios burgueses" (187).
En este campo, la indiferencia deja de tener excusas cuando, como diría Walsh, "te das cuenta que tenés un arma: la máquina de escribir" (188). Un arma que, según como se la maneje, puede ser "un abanico o una pistola".
Agosto de 2001.
1 Estructura organizacional de Montoneros. Walsh era el responsable del ámbito que llevó adelante ANCLA, entre otras tareas militantes relacionadas a información e inteligencia.
2 Cfr. Fabbri, Paolo (1995).
3 El autor plantea que un espía disimula su condición. El que lo descubre, a su vez, deberá aparentar que no maneja ese dato. Pero si el espía toma conocimiento de esa realidad, deberá ma-nejarse dando datos falsos sin que el otro se de cuenta. Y así sucesivamente en una escalada ascendente y móvil en la que el objeto inicial se pierde, porque a partir de aquí, lo que va a im-portar son las apariencias.
4 Jorge Masetti llegó a Cuba para trabajar una nota periodística sobre la guerrilla castrista. En el curso de su investigación entrevistó a Ernesto Guevara y a Fidel Castro en Sierra Maestra. A poco de regresar a la Argentina decidió que su rol de periodista no podía estar escindido de la lucha por la liberación latinoamericana. Volvió a Cuba y prestó sus servicios en la dirección de Prensa Latina. En ese entonces fue cuando surgió la idea, discutida con Guevara, de instalar un foco guerrillero en Salta. AIIí, con el nombre de Comandante Segundo, lideró el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP). En 1964, acorralado por las fuerzas represivas, Masetti desapareció en la espesura de la selva.
5 Cfr. Lenin (1972).
6 Cfr. Rodolfo Walsh. En Baschetti (1994).
7 Cfr. Daniel James (1990). El autor se refiere a la primera resistencia peronista.
8 Cfr. Evita Montonera, año II, nro. 17, abril de 1977.
9 Belgrano fue elegido por la Junta para redactar, "en comisión secreta", un plan de acción revolucionaria. Hacia el 15 de julio de 1810 presenta un borrador, con aspectos básicamente econó-micos. EI 18 de julio, en votación secreta, la Junta encomienda a Moreno la elaboración de un Plano de Operaciones que el gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner en práctica para consolidar la grande obra de nuestra libertad e independencia. El informe se conoce por copias encontradas en el Archivo de las Indias de Sevilla, y dado su impactante contenido inició una polémica acerca de su autenticidad.
10 Mariano Moreno: Plan de Operaciones. En Augusto Fernández Diaz: "El supuesto plan de Mariano Moreno", artículo publicado en el Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional del Litoral número 4: De la Colonia a la Emancipación, Rosario, 1960. El párrafo citado refiere al plan de toma de Montevideo.
11 Rodolfo Walsh, papeles personales. En Link (1996).
12 Rodolfo Walsh, introducción a la primer edición de "Operación Masacre". En Baschetti, Roberto (1994).
13 Las Actas de Chapultepec fueron firmadas por 20 países americanos en 1945, bajo la supervi-sión de los Estados Unidos. Su objetivo era establecer un sistema de defensa hemisférica contra la "amenaza del comunismo", llamado Tratado Iteramericano de Asistencia Recíproca (TIAR). La Argentina en ese momento se opuso; pero más tarde el gobierno peronista accedió a sumarse a la convocatoria. 14 California Argentina era el nombre local de la empresa petrolera estadounidense Standard Oil. A fines del segundo gobierno peronista, la Argentina se encontraba en una situacíón de carencia de recursos necesarios para movilizar las reservas petrolíferas. Por ese motivo, Perón firmó un preacuerdo con la compañía para que ésta extrajera el petróleo para venderlo a YPF, la petrolera estatal. Como por el artículo 40 consagrado en la Constitución Nacional de 1949 se establecía que todos los recursos naturales del país eran propiedad inalienable de la Nación, la California no podía comercializar el petróleo: el acuerdo entonces era venderlo a YPF cobrándose los costos más una ganancia del1 por ciento sobre el capital invertido. La oposición dentro del mismo peronismo, sumada a la oposición de los demás partidos políticos trabó el proyecto, que no prosperó.
15 Fossati, Ernesto. En Baschetti, Roberto (1994).
16 Cfr. Mestman, Mariano. En Causas y Azares nro. 6 (primavera de 1997).
17 Rodolfo Walsh también pudo conocer el funcionamiento de la agencia Wafa, cuando el diario Noticias lo envió al Líbano para trabajar en una serie de notas sobre los palestinos.
18 Cfr. Armand Mattelart (1978).
19 Cfr. Gillespie, Richard (1987). Págs. 190 y 235.
20 Cfr. Verbitsky, Horacio (1985).
21 Cfr. María del Carmen Rubano (1994).
22 Entrevista realizada por la autora a Lucila Pagliai, quien desarrolló su militancia en el área de informaciones de Montoneros y participó junto a Walsh y otros integrantes del ámbito en la gestación de ANCLA. Lucila, graduada en Filosofía y Letras y la única del grupo original que no era periodista, logró salir del país en 1977 y se radicó en París. (Marzo de 1998).
23 Cfr. Mariano Mestman. Op.cit.
24 Con respecto a las críticas a la Conducción, es el propio Walsh el encargado de resaltar que "situarlas por escrito no debe entenderse como una forma de cuestionamiento sino de diálogo interno". En Baschetti (1994), pág. 239.
25 Cfr. Walsh, Rodolfo, Documentos internos. En Baschetti (1994), pág. 209. Según Roberto Per-día (1997), la circular del 12 de febrero de 1977 intentó "encontrar mecanismos superadores al debate que estábamos desarrollando". En entrevista personal con la autora (marzo de 1999), Perdía -en ese entonces secretario político de Montoneros- sostuvo que "cuando Walsh hizo su planteo ya era tarde, y cuando nosotros lo hicimos fue mucho más tarde todavía. Habíamos ido muy lejos, tuvimos una cierta desvinculación con el movimiento popular desde 1974 en adelante. Entonces, cuando quisimos pegar el golpe de timón, ya era tarde".
26 Cfr. documentos internos. En Baschetti (1994).
27 Idem.
28 Idem.
29 Cfr. Lilia Ferreyra, entrevista personal realizada por la autora. Ferreyra fue la última compañe-ra de Rodolfo Walsh (diciembre de 1997).
30 Martínez de Hoz fue ministro de economía del gobierno de facto desde 1976 hasta marzo de 1981, cuando fue reemplazado por Lorenzo Sigaut.
31 Los documentos, 35 en total, cursados entre 1976 y 1978, fueron publicados en la edición del 21 de marzo del Suplemento dominical Zona del diario Clarín. Los artículos publicados en dicho suplemento y a los que nos remitimos llevan las firmas de Alberto Amato ("Anatomía de una dic-tadura"), María Seoane ("Un plan simple: deuda y cereales") y Vicente Muleiro ("Las fantasiosas salidas politicas").
32 Idem. Artículo de Alberto Amato.
33 ANCLA, 24 de agosto de 1976, "Allanan la vivienda del general Corbetta". Ver reproducción de cables en el anexo.
34 Idem cita N° 32.
35 Idem. Artículo de María Seoane.
36 Idem.
37 ANCLA, "Servicio especial: a un año del golpe militar en la Argentina", parte 2, "La situación económica". Fechado el15 de marzo de 1977.
38 Las internas mencionadas aquí tuvieron lugar durante el mismo período de funcionamiento de ANCLA, pero no se agotan en 1978 sino que continúan hasta 1983.
39 La Secretaría Militar era una de las áreas del Secretariado Nacional, órgano ejecutivo colateral a la Conducción Nacional. Estas dos estructuras, junto a los responsables de las regionales, conformaban el Consejo Nacional, órgano máximo de Montoneros.
40 Se entiende por "enemigo" a los grandes grupos económicos y sus sectores subsidiarios, las Fuerzas Armadas y de seguridad.
41 Los testimonios difieren en este punto. Algunos de los entrevistados manifestaron que Walsh era el jefe de inteligencia, otros que estaba a cargo del sector Policía o FFAA, y otros que sólo participaba en sus ámbitos. La dura realidad del momento, el "tabicamiento", la continua caída de las estructuras orgánicas y los consecuentes contactos cada vez más espaciados explican, posiblemente, las diferencias acerca del papel orgánico que le tocó desempeñar a Walsh. Por su nivel de encuadramiento (era oficial 2do), creemos probable -con Richard Gillespie- que haya estado al frente del sector Policía. Por otra parte, entre otros militantes que cumplían tareas en Inteligen-cia, se encontraba Pirí Lugones, quien trabajaba junto a Walsh en las escuchas. Ver: García y Fernández Vilar: Pirí (Buenos Aires, Ed. de la Flor, 1995, pág. 67).
42 Entrevista realizada por la autora a Lila Pastoriza, quien desarrolló su actividad militante junto a Rodolfo Walsh en el Departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros. Lila fue la responsable política del ámbito que llevó adelante la Agencia de Noticias Clandestina. Estuvo de-tenida-desaparecida en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) desde junio de 1977 hasta fines de 1978, fecha en la que logró salir del país vía Madrid, junto a Pilar Calveiro. Durante su cautiverio pudo observar el interés que la Marina prestaba a los cables de ANCLA (Diciembre de 1997).
43 Colimba -"corre, limpia, barre"- es el conscripto, el muchacho que está cumpliendo el servicio militar. En la Argentina fue obligatorio hasta 1994.
44 Cfr. Lila Pastoriza, op. cit.
45 "El mejor servicio de informaciones es el Pueblo". Evita Montonera, año 1, número 7, septiembre de 1975. Las menciones son genéricas. Téngase en cuenta que el "ajusticiamiento" del general Pedro Eugenio Aramburu fue en 1970, tres años antes de la participación de Walsh en informaciones e inteligencia.
46 Idem.
47 Alianza Anticomunista Argentina. Grupo paramilitar de ultraderecha formado por el oscuro ministro de Bienestar Social José López Rega (1973-75). Entre sus víctimas contó a los intelec-tuales revolucionarios Silvio Frondizi y Rodolfo Ortega Peña, al sindicalista combativo cordobés Atilio López y al referente de la Resistencia Peronista y sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez (1956) Julio Troxler, quien se había desempeñado también como subjefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante el mandato del gobernador Oscar Bidegain (1973-1974).
48 Cfr. Gillespie, Richard (1987).
49 Cd. Walsh, "Diciembre 29". En Baschetti (1994), pág. 193.
50 Entrevista realizada por la autora a Carlos Aznárez, miembro del ámbito que generó la agencia ANCLA. Aznárez fue el primero del grupo en salir al exterior con el propósito de "sacar" la agencia del país. Se radicó en Madrid. (Febrero de 1999).
51 ldem.
52 Cfr. Lila Pastoriza, op. cit.
53 Cfr. Roberto Perdía (marzo de 1999).
54 Cfr. Carlos Aznárez, op. cit.
55 Los partes pueden encontrarse en Rodolfo Walsh y la Prensa Clandestina, de Horado Verbitsky, quien los transcribe en el capítulo "Los partes de ANCLA".
56 La crónica se puede encontrar en los diarios del miércoles 20 de abril de 1977. Después de obtener la libertad gracias a las leyes de punto final y obediencia debida primero, y el indulto después, actualmente algunos de los militares citados están bajo arresto domiciliario por el robo sistemático de bebés nacidos en los campos de concentración.
57 Suplemento especial "La subversión en la Argentina". Las itálicas son de la autora.
58 Idem. Las itálicas son de la autora.
59 Mote con que la dictadura militar se refería a las organizaciones armadas. Significa "banda delincuente subversiva marxista".
60 Idem. Significa "delincuente subversivo".
61 Idem. Las itálicas son de la autora.
62 Mariano Moreno: Plan de Operaciones. En Augusto Fernández Díaz, Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas, UNL (1960). El párrafo citado refiere al plan de toma de Montevideo.
63 Cfr. Carlos Aznárez, op. cit.
64 Cfr. Lila Pastoriza, op. cit.
65 Cfr. Bonasso, Miguel (1994). Sobre los episodios en la Quinta de Funes, ver los capítulos de la "Segunda Temporada".
66 Sobre este tema, Perdía explicó que frente al detenido-desaparecido "no teníamos preparación ni ideológica ni doctrinaria ni operativa. Nosotros habíamos conseguido algunos documentos gra-cias a compañeros que estaban ’infiltrados’ (en las Fuerzas Armadas). Esos documentos hablaban acerca del golpe y de sus características, inclusive de lugares especiales de detención. Entonces nosotros imaginamos cárceles de máxima seguridad dentro de los cuarteles...". También sostuvo que a poco del golpe Montoneros difundió una consigna que señalaba a la ESMA como centro de torturas y de retención ilegal de personas.
67 "Con este despacho ANCLA reanuda sus servicios". En Verbitsky, Horacio, op. cit.
68 Legal era el nombre de la estructura del PRT destinada a manejar contactos con los partidos tradicionales y organismos sociales.
69 Manuel Gaggero, entrevista realizada por la autora (Noviembre de 1997).
70 Cfr. Walsh, en Baschetti (1994), pág. 193.
71 Carlos Aznárez resaltó que, a veces, se enviaban dos cables por día; es decir que la cantidad dependía de la información obtenida por ANCLA.
72 Cfr. Alberto de Arriba. En Eduardo Blaustein y Martín Zubieta (1998). Págs. 224 a 232.
73 Cfr. Carlos Aznárez, op. cit.
74 Cfr. Lucila Pagliai, entrevista (1998).
75 Cfr. Horacio Verbitsky, (1985).
76 Cfr. Mestman, Mariano (1997).
77 Cfr. Carlos Aznárez, entrevista (1999).
78 Cfr. Lila Pastoriza, op. cit. Téngase en cuenta que algunos militantes hacían "doble militancia", es decir, en más de un ámbito, por ejemplo en su zona y en el Area Federal, estructura especializada de carácter ejecutivo. Como esta información era "tabicada" (secreta), es posible que alguno de los otros miembros de ANCLA mantuviera contactos con la orgánica.
79 Verbitsky se hizo cargo de la segunda etapa de la agencia ("En el último año me quedé solo y no consulté nada con nadie", explicó en entrevista personal con la autora, abril de 1999). Sin embargo, antes recibía de Héctor Talbott Wright (presumiblemente jefe del sector FFAA del De-partamento de Inteligencia) originales de ANCLA. Su trabajo consistía en picar los exténsil, im-primirlos, hacer los sobres y distribuirlos. "Yo no sabía de dónde venían ni quiénes hacían esos originales", sostuvo. Es posible que, dadas las dificultades para funcionar, la distribución de los cables se repartieran entre Verbitsky -y acaso otros militantes- y los miembros del grupo de ANCLA, sin tener conocimiento ninguno de ellos de que el otro realizaba o colaboraba con la tarea.
80 En este punto es necesario aclarar que cuando el parte de reanudación de los servicios se refiere a "una docena de personas", probablemente tenga en cuenta a los militantes que participaban de algunos de los grupos del Departamento de Informaciones y que a su vez colaboraban con la agencia. Todos los testimonios coinciden, además, en que algunos periodistas ajenos a Montoneros publicaban a través de ANCLA las informaciones que no podían sacar a través de sus me-dios.
81 Cfr. C. Aznárez, op. cit.
82 Cfr. Oscar Raúl Cardoso, consulta realizada por la autora en noviembre de 1998.
83 Algunos datos se confunden, probablemente debido al "tabicamiento" orgánico y a la situación que se vivía en aquellos días. En este punto, según Aznárez "salimos ’legalizados’ por la ’orga’. Pero cuando llegamos allá (Europa) nos encontramos con una realidad de la Organización que intuíamos pero que nos dejó sorprendidos. Entonces chocamos duramente con la dirección" (1999).
84 Carlos Aznárez partió a Madrid, Lucila Pagliai a París.
85 Cfr. Carlos Aznárez, op. cit.
86 Lucila Pagliai no recuerda con claridad la posibilidad de sacar la agencia al exterior. Para ella, este dato es interesante ya que remarca la vertiginosidad con la que se vivía en esos años. Según su testimonio, ella y Aznárez habían acordado con Pastoriza salir antes y esperarla en el exterior. Así lo hicieron en mayo de 1977, apurados por los datos que ya manejaba el Comando en Jefe del Ejército. Mientras Pastoriza planteaba orgánica mente sacar ANCLA del país, fue secuestrada a mediados de junio por un comando de la ESMA.
87 Apodo de Horacio Verbitsky.
88 Cfr. Walsh, en Baschetti (1994), pág. 233.
89 Cfr. Ferreyra, Lilia. En Baschetti, Roberto (1994), pág. 199. Lilia Ferreyra fue la última compañera de Walsh. Con él compartió la creación de la Cadena Informativa.
90 Cfr. Pedro Orgambide. En Baschetti, op. cit. Pág. 75-78.
91 El alias de Paco Urondo en su ámbito era "Ortiz". Urondo murió en Mendoza, a donde había sido trasladado para la reorganización de la zona, en diciembre de 1976. La situación en la que llegó a la muerte, tras un largo combate, la relata Rodolfo Walsh en sus papeles personales del 29 de diciembre de 1976. Según una militante que sobrevivió al tiroteo, Urondo dijo "tiren uste-des, me tomé la pastilla y ya me siento mal". Se refería a la pastilla de cianuro, que se había adoptado en Montoneros para no "caer" con vida. Reproducidos en Baschetti (1994) y Link (1996).
92 La revista a la que alude Walsh en el párrafo citado era Informaciones, de la cual salió un solo número. Evita Montonera era el órgano oficial de prensa de Montoneros.
93 Cfr. Rodolfo Walsh, papeles personales, 29 de diciembre de 1976. Reproducidos en Baschetti y Link, op. cit.
94 Cfr. Walsh, documentos internos. Ver en Baschetti (1994).
95 Las experiencias de difusión clandestina ideadas por Walsh en esa época están estrechamente relacionadas con sus propuestas para el plan de acción de Montoneros. Para ver los documentos, recurrir a Baschetti, op. cit. La lectura del material demuestra que Walsh nunca dejó de pertene-cer a la orgánica: como dice Nicolás Casullo en Baschetti (1994), el escritor habla desde un espa-cio de pertenencia.
96 FAL: fusil automático liviano. ENERGA: granada de fusil. CAÑO: explosivo casero.
97 Documentos internos. Montoneros. Ver en Baschetti, op. cit.
98 Rodolfo Walsh, "Crónica del Terror". Informe número 1, diciembre de 1976, de Cadena Informativa. Compilado por Horacio Verbitsky (1985).
99 De todas formas, aunque entre líneas y en páginas secundarias, se publicó más de lo que se cree. En ese sentido, las ediciones del 25 de noviembre de 1977 del matutino la Nación y de la Opinión publicaron pequeñas columnas sobre las gestiones que estaban realizando intelectuales europeos a favor de Rodolfo Walsh. Yen la edición del 4 de marzo de 1978, el diario Clarín publicó un recuadro sobre la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), donde se refiere a la situación de "varios periodistas que se encuentran arrestados o han desaparecido, como en el caso de la Argentina con Rodolfo Walsh (...) y Jacobo Timerman, (...) quien se halla en prisión a disposición del gobierno".
100 John William Cooke fue delegado personal de Perón, y sostuvo con él una interesante polé-mica que se refleja en los dos tomos de la "Correspondencia Perón-Cooke".
101 Evita Montonera. Año 1, nro. 6, agosto de 1975.
102 "PE" por Perón, "CINCO" por la cantidad de letras que componen el nombre.
103 Troxler fue uno de los sobrevivientes de los fusilamientos de José León Suárez. Más tarde, acompañó a Walsh en la filmación de la película basada en el libro del escritor.
104 Las entrevistadas prefirieron usar pseudónimos, la razón se funda en que participaron de la resistencia secundariamente y acompañando a su padre, jefe de un comando situado en la Paz, Bolivia. Además, en aquella época eran adolescentes. Por tal motivo consideraron poco humilde "hacerse cargo" en tanto protagonistas (mayo de 1998).
105 Cfr. Laura y Angélica González, op. cit.
106 Idem.
107 Idem.
108 Más información sobre la experiencia de Radio Noticias del Continente en Suárez, Carlos O.: La complicidad (Buenos Aires, Ediciones Siena - Palabra Argentina, 2000, págs. 8-9 y 17-18). Suárez, director de la emisora instalada en el pueblo de Grecia, en las afueras de la capital costa-rricense, relata cómo ex-guardias somocistas de la legión 15 de Septiembre atacaron la sede de la radio en la noche del 14 de diciembre de 1980. los defensores, militantes populares de Costa Rica y la Argentina, rechazaron el ataque y obligaron a los agresores a la huida. "Este episodio -escribe Suárez- marca simbólicamente la iniciación de la larga y sangrienta guerra de los contras para derrocar al gobierno sandinista, bajo la dirección de los Estados Unidos", la operación estaba destinada a lograr el apoyo de la dictadura argentina en la guerra contra Nicaragua. El autor cita también el libro de Yeves, Enrique: La contra. Una guerra sucia (Buenos Aires, Ediciones Grupo Zeta, 1990).
109 Cfr. Graziano, Margarita. ININCO (1980). El planteo de Graziano en el texto es una suerte de síntesis entre lo horizontal y participativo y el objetivo de cambio social, pero el elemento más subrayado es la necesidad de la experiencia alternativa de formar parte de una estrategia totali-zadora. Por lo tanto la autora se pregunta si, en ese sentido, la comunicación alternativa "no se convierte en un requisito básico de toda forma de comunicación política" de las organizaciones de militancia.
110 Idem.
111 "Cine militante: una categoría interna del Tercer Cine", documento del grupo Cine Liberación fechado en marzo de 1971. Entre otros, estuvo formado por los realizadores Fernando Solanas y Octavio Getino. En Mestman (1993).
112 Esquematizando, la polémica se centró en torno de la descentralización, repliegue y resistencia planteados por Walsh y la centralización en la práctica, el militarismo y la contraofensiva por parte de la Conducción Nacional de Montoneros.
113 Tanzania conquistó su independencia en 1961, y sirvió de refugio a muchos combatientes del FRELlMO.
114 Cfr. M. W. Cepeda, entrevista realizada por Ernesto Lamas. En Causas y Azares (primavera de 1994).
115 En El Salvador, las radios que sirvieron de instrumento de comunicación de la guerrilla hoy intentan adecuarse a la "pacificación social". La radio Venceremos busca competir con las radios musicales tradicionales. La radio Farabundo Marti cambióalteró su discurso combativo y guerri-llero para acompañar la política de reconciliación y su consecuente vía electoral. Si antes se tra-taba de transmisiones en guerra, hoy se trata de transmisiones en paz: justamente, fue el discurso de la guerra de liberación el que empezó a suavizarse a partir del proceso de pacificación. Actualmente las radios se reivindican como espacios de participación integral, popular y pluralista. Hubo que adecuar las estructuras clandestinas del campo a la necesidad de competencia en las ciudades. Ya no se trata del cambio, sino de adecuarse al nuevo marco legal, a la necesidad de profesionalización y financiamiento para estar a la altura de los medios dominantes y así poder ofrecer una opción al discurso hegemónico. Entre otras razones, esta nueva realidad es posible en función de la desorganización popular y de la derrota política y militar de las experiencias re-volucionarias de los años 1960-80 en Latinoamérica. De todos modos, el hecho de que las radios otrora insurgentes deban mantener guardias permanentes del Frente Farabundo Marti para la Liberación Nacional señala que su discurso o aún su propia presencia en el éter sigue siendo una molestia para el régimen.
116 Organo oficial del Partido Montonero.
117 Evita Montonera, año 1, número 7, septiembre de 1975. El articulo se titula "El mejor servi-cio de informaciones es el pueblo".
118 Nótese que en la Rusia pre-revolucionaria el medio privilegiado era el escrito, en razón del nivel de alfabetización de trabajadores y campesinos. En Argentina, por razón similar, las experiencias de alternatividad prefirieron también los medios escritos, tal es el caso de ANCLA y diarios como Noticias y El Mundo, aunque no se desestimó la radio dado su amplio alcance (por ejemplo, las interferencias de Radio Liberación de Montoneros). En cambio, en Bolivia y El Salvador, donde el analfabetismo alcanza niveles que llegan al 80 por ciento de la población, el medio privilegiado fue la radio. El caso de Mozambique, finalmente, es paradigmático: el 95 por ciento de los pobladores no sabía leer ni escribir, al tiempo existían cinco lenguas oficiales y numerosos dialectos, lo que llevó al Frente de Liberación de Mozambique (FRELlMO) a utilizar tanto la radio como los volantes, las caricaturas y los murales.
119 Cfr. Reyes Matta, Fernando. En Simpson Grinberg (1986).
120 Diario legal bolchevíque. Empezó a publicarse en Petersburgo a principios de 1912, con un importante aporte económico de los obreros.
121 Publicado en junio de 1920 bajo el título "Tesis sobre las tares fundamentales del II Congreso de la Internacional Comunista". Cfr. Lenin, recopilación (1979).
122 Publicado en 1913 en el folleto "Comunicado y resoluciones de la reunión del verano de 1913 del CC del POSDR con los cuadros del partido". Cfr. Lenin, recopilación (1979).
123 Cfr. Lilia Ferreyra (noviembre de 1997).
124 Cfr. Reyes Matta, Fernando. En M. Simpson Grinberg (1986). El autor puntualiza que Bolívar recorría América Latina con una pequeña imprenta montada en una mula.
125 La "catarata de basura informativa", tal como la define Walsh en su prólogo al libro "Los que luchan y los que lloran" de Jorge Masetti, puesta en práctica por las agencias de noticias transnacionales para aislar a Cuba, continúa hasta la fecha.
126 La muestra presentada en la sede de Buenos Aires fue clausurada a pocas horas de comenzar.
127 Base de la economía tucumana.
128 Cfr. Ana Longoni y Mariano Mestman. En Causas y Azares nro. 1 (primavera de 1994). Los autores explican que la obra estaba inserta en una realidad político-social que la hacia posible y le daba sentido, donde arte y política buscaban fusionarse.
129 Cfr. Humberto Vázquez Machicado. En revista Historia nro. 9 (1957). El autor puntualiza que ambas resoluciones constituyeron después la ley 8 del título XXV del libro XII de la Novísima Recopilación de 1805. Esta ley, como tantas otras, "no se cumplía sino cuando había un interés especial de la Corona, y ni aún así era capaz de contener esta natural tendencia del ingenio popular". Vázquez Machicado explica que los escritos clandestinos abundaron en épocas de Felipe IV y de Carlos II, entre otras, y que un rastreo de sus orígenes puede llevar a tiempos de la oposición a los césares de la época romana, entre diez y ocho siglos atrás. Boleslao Lewin, por otra parte, agrega que en 1779 el virrey Vértiz impuso penas de arresto a personas de alta clase social por el solo hecho de leer un pasquín.
130 Cfr. Vázquez Machicado (1957).
131 Citado en Vázquez Machicado (1957).
132 Cfr. Vázquez Machicado (1957).
133 Idem.
134 Citado en Vázquez Machicado (1957).
135 Nótese que no se trataba necesariamente de personas de esa nacionalidad, sino de hombres influidos por el enciclopedismo francés que ya cruzaba el Atlántico.
136 Cfr. Boleslao Lewin, en el Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas nro. 4, FFyL, Universidad del Litoral (1960).
137 Citado en Boleslao Lewin, op. cit. 138 Idem.
139 También Manuel Belgrano colaboró en la redacción del Plan.
140 Cfr. José María Rosa (1964). Las comillas indican una cita de uno de los pasajes del Plan de Operaciones.
141 Cfr. Mariano Moreno, Plan de Operaciones. Citado en José María Rosa (1964).
142 Idem.
143 Cfr. Walsh, Rodolfo. En Baschetti (1994).
144 El cruce principal del Ejército de los Andes fue por Los Patos, frente a la provincia de San Juan; pero para distraer al enemigo otros destacamentos menores cruzaron por Uspallata, Comecaballos (La Rioja), Guana, el Planchón y Portillo.
145 Cfr. José María Rosa (1964).
146 Idem. El Archivo Americano... apareció entre 1843 y 1852.
147 Idem.
148 Cfr. Vázquez Machicado (1957).
149 Cfr. Horacio Verbitsky (1985).
150 Idem.
151 Cfr. Robert Escarpit (1992).
152 Cfr. Gordon y lo Postman (1947). Para ver el problema del rumor desde otra perspectiva política y desde una óptica más específica (la comunicación bajo regímenes carcelarios sumamente severos), leer Maria Del Carmen Rubano (1994), y Emilío De Ipola: Ideología y discurso populista, capítulo 7, "La bemba". México, Ed. Folios, 1982.
153 Noticias (de Argentina). Año 1, número 8, mayo de 1979. La revista es una publicación del Movimiento Peronista Montonero. Se editó en el exterior entre 1979 y 1980. El artículo se titula "Atención, atención, habla Radio Liberación, voz de Montoneros".
154 Cfr. Escarpit (1992).
155 Por primera resistencia peronista se entiende el período que va de 1955 a 1958.
156 Cfr. James, Daniel (1990).
157 Unidades represivas.
158 Cfr. Foucault, Míchel (1991).
159 Cfr. Robert Escarpit (1992).
160 Cfr. Gilles Deleuze y Foucault, Michel (1995), página 14.
161 Idem. En este caso los autores se refieren al Agence de Presse Liberation frente a la política policíaca de las sociedades de control.
162 Cfr. Foucault, Michel (1986).
163 Cfr. Rodolfo Walsh, documentos internos. En Baschetti (1994).
164 Organo oficial redactado por la conducción de Montoneros.
165 En su plan de resistencia y reubicación de los cuadros, Walsh plantea que las secretarías del área federal pueden dividirse en tres: la Secretaría General (que incluye prensa), Internacional y Conducción Táctica. Las primeras dos funcionan en el extranjero y la última en el país.
166 Cfr. Rodolfo Walsh, documentos internos. En Baschetti (1994).
167 Cfr. Walsh, papeles personales, diciembre 29. En Baschetti (1994).
168 Cfr. Mattelart (1981).
169 Pila de volantes unidos por un gancho, que permite colgarlos en lugares de gran tránsito pú- blico.
170 Además de ANCLA, funcionó durante un tiempo una agencia de noticias que pertenecía a otra organización político militar; el PRT-ERP, de izquierda marxista, entre otras.
171 Cfr. Jorge Mansílla Romero, entrevista de Héctor Schmucler y Criando Encinas (1982).
172 Cfr. José Ignacio López Vigil (1984).
173 Cfr. J. 1. López Vígil. Op. cit.
174 Cfr. Jorge Robelo. En Mattelart (1981).
175 Idem.
176 Cfr. Samora Machel. En Mattelart (1981). 177 Cfr. Lenin, recopilación (1979).
178 Entrevista realizada por la autora (marzo de 1998).
179 Cfr. Fabbri (1995).
180 Walsh, Patricia. Intervención en la presentación de este libro en la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo. Patricia compartió la mesa con Vicente Zito Lema, Horacio González, José Luis Mangieri, Fernando Krichmar (Grupo de Cine Insurgente) y la autora. Noviembre de 2000.
181 Walsh, Rodolfo: "El genio del anónimo". En Cuentos para tahúres y otros relatos policiales. Buenos Aires, Puntosur editores, 1987.
182 Walsh, Patricia. Op. cit.
183 Entre otros, aportan nuevas miradas el documental titulado Operación Rodolfo Walsh, de E. Gordillo, que cuenta con valiosos testimonios sobre la vida política de Walsh. También, sobre la experiencia de Prensa Latina pero desde el estudio sobre Jorge Ricardo Masseti y el EGP, la inves-tigación de Gabriel Rot sobre Los orígenes perdidos de la guerrilla en la Argentina (Buenos Aires, Ed. El cielo por asalto, 2000). Por otra parte, el libro de Analía García y Marcela Fernández Vidal sobre Pirí Lugones, titulado Pirí (Buenos Aires, Ed. De la Flor, 1995), recoge testimonios que incluyen su relación personal y política con Walsh, el clima de la época, las visitas a Cuba y la participación de Pirí, junto a Walsh, en el área de Inteligencia de Montoneros. Las autoras puntualizan que ella, mediante las "escuchas", supo sobre los preparativos de la masacre de Ezeiza en 1973 (las cintas grabadas de las comunicaciones entre las fuerzas represivas sirvieron de base, después, a la investigación de Horacio Verbitsky); y, en diciembre de 1977, poco antes de su propia desaparición, del secuestro de las Madres de Plaza de Mayo en la Iglesia de la Santa Cruz.
184 Compilado por Daniel Link. Buenos Aires, Ed. Seix Barral, 1996. 185 Walsh, Patricia. Op. cit.
186 Idem.
187 La cita pertenece a la lectura de Caviasca, Guillermo Martín: "ANCLA, o cómo sacar los pies del plato". Crítica literaria sobre ANCLA, una experiencia de... publicada en la revista de política y cultura La Maza. Buenos Aires, número 1, julio de 2001.
188 Walsh, Rodolfo. Reportaje de Ricardo Piglia, marzo de 1970. En Link, Daniel (comp.): Ese hombre y otros papeles personales. Buenos Aires, Ed. Seix Barral, 1996.

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