28.12.06

Guerilla Girl (La guerrillera)

Frank Piasecki Poulsen
Rebelión


GUERRILLA GIRL ( 2006 )
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Sinopsis Un viaje a la selva colombiana para rodar la historia del ingreso y adiestramiento de una joven en las FARC: así es "Guerrilla Girl", documental producido por Zentropa, la firma de Lars von Trier, y recién estrenado en Dinamarca. Escondido en la profundidad de la selva colombiana se encuentra un campo de entrenamiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El director danés Frank P. Poulsen y su equipo cruzaron la frontera clandestinamente y lograron llegar a este campamento móvil para documentar la preparación de Isabel, de 21 años, para luchar contra el régimen. En tres meses, Isabel, que acaba de despedirse de su familia, su compañero, sus amigos, la casa y el estudio, se entrenará como combatiente guerrillera. Para ella es difícil adaptarse a la dura vida de la selva. Se demora en la ducha, y tampoco le resulta fácil sacrificar una res preñada. El cineasta demuestra un instinto notable. La cámara está presente siempre para captar todo, desde la fabricación de un fusil de palo hasta las charlas sobre las medidas anticonceptivas obligatorias para las mujeres. La correspondencia de Isabel y su diario personal son utilizados para ilustrar la difícil transición de una vida normal a las filas de las FARC. A pesar de todo, Isabel supera el arduo entrenamiento con la ayuda de la comandancia y de sus camaradas. El impactante documental muestra el rostro humano de los jóvenes reclutas de las FARC, blanco de la guerra de los Estados Unidos contra el "terrorismo". El equipo de Rumko estuvo a punto de ser interceptado por fuerzas militares gubernamentales, cuando se desplazaba fuera de las montañas, con su material filmico comprometedor. "La gente se pregunta por qué Isabel dejó todo atrás por unirse a las FARC", dice el director de la película, Poulsen. "Bueno, el presidente de Colombia es un narcogángster. Su régimen asesina a la gente que se atreve a criticar su política. A lo mejor la pregunta debe ser: ¿qué estamos haciendo apoyando a este tipo?", agrega.

27.12.06

Fidel no tiene cáncer, dijo su médico

A su regreso a España después de revisar al ex presidente cubano durante 90 minutos, el cirujano García Sabrido aseguró que Castro no padece de ninguna enfermedad maligna, pero que su posoperatorio se complicó por la avanzada edad del paciente, que está “lucido y ágil”.

Por Oscar GuisoniDesde Madrid
A su regreso de Cuba, en donde atendió personalmente a Fidel Castro, el médico español José Luis García Sabrido rompió el silencio que muchos suponían que iba a guardar acerca de la salud del mandatario cubano y reveló ayer en Madrid, en conferencia de prensa, que Fidel no tiene cáncer, sino que se recupera con dificultad de la operación a la que fue sometido el pasado mes de julio.
El prestigioso médico, jefe de cirugía del hospital madrileño Gregorio Marañón, habló contra todos los pronósticos que aseguraban que el gobierno cubano le había exigido secreto cuando el pasado jueves se dirigió a la isla con el propósito de asistir a Fidel Castro.
Según García Sabrido, Fidel fue sometido a una gravísima operación el 31 de julio que luego se fue complicando, no porque Castro sufra de cáncer, como muchos especulan, sino porque el posoperatorio resultó más complicado de lo esperado debido a la avanzada edad del líder cubano. El médico español no quiso abundar en detalles, aunque afirmó que Fidel mantiene una excelente actividad intelectual y que su rehabilitación es, más que nada, muscular y nutricional. “No tiene ninguna enfermedad maligna”, afirmó. De hecho, García Sabrido es uno de los mejores especialistas españoles en operaciones de tumores del aparato digestivo, razón por la cual habían comenzado a circular rumores acerca de la necesidad de que Castro se sometiese en los próximos días a otra operación. El reconocido cirujano contradijo ayer esas especulaciones, afirmando que Fidel no necesita otra intervención, sino que se está recuperando lenta y paulatinamente. “Examiné al presidente Castro durante una hora y pico, alrededor de 90 minutos, y lo encontré muy lúcido, muy amable, ágil y simpático”, manifestó el cirujano. Su situación, manifestó en otro momento, es “estable” y “en recuperación”, por lo que García Sabrido no ha pedido “ningún cambio sustancial en su tratamiento”. Es la primera vez que éste tenía ocasión de tratar profesionalmente al jefe del Estado cubano, aunque con anterioridad lo había hecho con otros altos cargos del régimen castrista, cuya identidad rehúsa revelar amparándose en la confidencialidad médico-paciente.
La enorme credibilidad con la que cuenta García Sabrido en los círculos científicos españoles hace que esta información acerca de la salud de Fidel sea la más confiable que se ha hecho pública en los últimos meses, más allá de los escuetos comunicados del gobierno cubano en los que se afirma con insistencia que el mandatario caribeño se recupera con lentitud, pero sin recaídas. El médico español afirmó incluso que si Fidel quiere podrá volver al poder luego de su rehabilitación, aunque sostuvo que ésa es una decisión personal de Castro sobre la que él no tiene ni puede dar más detalles.
Castro no ha sido visto en público desde hace cuatro meses y medio y las últimas imágenes en las que apareció se remontan al 28 de octubre pasado, cuando se lo vio dando unos pasos por su habitación y leyendo el periódico del día. La ausencia de información fue interpretada el pasado 15 de diciembre por John Negroponte, jefe de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, como una confirmación de que el líder cubano moriría en los próximos meses.
La conferencia de prensa del doctor García Sabrido despertó incluso algunas tormentas políticas en la Comunidad de Madrid. Su presidenta Esperanza Aguirre, una de las damas de hierro del Partido Popular, se mostró indignada con el hecho de que un médico de la Sanidad Pública española haya tenido que prestar ayuda “al dictador cubano”.
El doctor García Sabrido explicó que su viaje había sido a título personal, ya que mantiene desde hace años una intensa colaboración a nivel profesional con la isla. El cirujano explicó que, ante un pedido del gobierno cubano, había pedido licencia en el hospital antes de viajar y que su labor contaba con el consentimiento del Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Manuel Lamela. García Sabrido había viajado en un avión provisto por el gobierno cubano.
Ayer también se supo que el gobierno regional madrileño ha estado enviando desde junio medicamentos especiales para el tratamiento de Fidel a través de la embajada cubana en España, cumpliendo según Lamela con la labor de auxilio sanitario que es una obligación internacional. Es de suponer que la diplomacia española conocía esta información con anterioridad, aunque se desconoce si la administración Zapatero ha compartido estos datos con sus aliados europeos y americanos.


Un conocido doctor amigo de los cubanos
Por Jesús Duva *Desde Madrid

José Luis García Sabrido, nacido en Madrid en 1945, pasó su infancia y adolescencia en Talavera de la Reina (Toledo). Regresó a la capital de España para estudiar Medicina en la Universidad Complutense. Tras hacer estancias en Londres, hizo su tesis doctoral y prosiguió su formación en Montreal (Canadá). En 1990 fue pionero en la unidad de trasplantes del Hospital Gregorio Marañón. Hace dos o tres años, estuvo con el profesor Tanaka en Tokio y en Seúl para perfeccionar y desarrollar las técnicas de donante vivo hepático. Posteriormente se ha especializado en el tratamiento quirúrgico y radioterapéutico de dolencias oncológicas.
Casado y padre de dos varones y una adolescente de 14 años, siempre habla en plural. Como si él no fuera nadie si no es formando parte de un equipo. “Hace varios años, hicimos unos amigos comunes con un grupo de médicos cubanos y desde entonces mantenemos una relación muy interesante. El bailarín Antonio Gades, mi gran amigo, hizo que estos lazos se estrecharan”, explica cuando se le pregunta de dónde le viene esa afinidad hacia Cuba. Y asegura que hasta ahora no había tenido la oportunidad de conocer al “presidente Fidel Castro”, aunque había tratado médicamente a otros dirigentes cuya identidad se niega a revelar, amparándose en el secreto profesional.
¿Cómo se fraguó su visita al comandante Fidel Castro? “Aprovechando la estancia de unos médicos cubanos en Madrid, éstos me sugirieron la posibilidad de que yo pudiera ir a La Habana y dar mi opinión sobre el tratamiento que se le estaba dando al presidente. Volé a La Habana el pasado día 21 y estuve alrededor de una hora y pico con el presidente. Sólo estuve en Cuba 24 horas y después regresé a Madrid”, explica el doctor madrileño. Este, sin embargo, rehúsa dar más explicaciones sobre dónde y cómo fue la exploración a tan destacado paciente.
“Las autoridades madrileñas no pusieron ninguna pega a mi viaje. Como todo funcionario, estoy obligado a comunicar mi ausencia”, explica el cirujano.
Preservando al máximo la confidencialidad, el doctor García Sabrido asegura que “Castro no tiene ningún tumor maligno” y que “si su recuperación es absoluta”, podría volver a tomar las riendas del poder, que actualmente ha delegado en su hermano Raúl. Según el médico madrileño, la exploración a que él sometió al jefe del Estado cubano “no revela la necesidad de una nueva intervención quirúrgica”.
¿Tiene usted simpatía o afinidad hacia el régimen castrista?, se le pregunta al jefe de Cirugía General del Hospital Gregorio Marañón. Y él responde: “Mi conocimiento de Cuba me lleva a la admiración de muchos logros de la sociedad cubana, pero me reservo mi opinión sobre otro tipo de cuestiones políticas”.
García Sabrido se muestra en todo momento muy optimista sobre la evolución clínica de Castro. Quizás esta actitud tenga relación con su personalidad y su carácter: “Soy un hombre constante, duro, austero, del signo Tauro..., y muy optimista”, dice. Al margen de su profesión, es un destacado corredor de maratón –“he corrido 35 maratones”, confiesa con orgullo–, aficionado al buceo y a la equitación, deporte éste al que lo ha inducido su hija Cloe.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

26.12.06

Corrientes 348

Koldo Campos Sagaseta
Rebelión
Si va usted por Buenos Aires y pasa por la misma calle Corrientes que Carlos Gardel inmortalizara en aquel tango, no se tome la molestia de buscar el número 348. Ya no existe la vivienda ni la segunda puerta, tampoco el ascensor, y sigue el edificio sin porteros o vecinos porque ya no queda nada de aquella popular dirección.
En su lugar se levanta ahora un banco mercantil.
Me dicen que son los inevitables costos de los nuevos tiempos que se llevan de la mano de la pretendida modernidad todos los rasgos y señas de la propia identidad. De Gardel en Buenos Aires va quedando muy poco, algún perdido guiño en una esquina, una vieja taberna, afiches que recuerdan el pasado esplendor del tango y unas cuantas nostalgias aplastadas bajo el peso de la televisión por cable. Desde el Norte, nuevos aires barren con guitarras, bandoneones y acordeones para que se llenen de gritos las modernas discotecas en las que la juventud somete a sus neuronas a la tortura de la peor música electrónica.
No es sólo Buenos Aires ni es sólo la música. Aquí y allá las construcciones coloniales desaparecen para que puedan en sus solares levantarse espantosos expendios de comida basura de afamados nombres y muy pobre sazón o plazas comerciales o bancos mercantiles. En nombre del futuro desaparecen los parques y se multiplican los aparcamientos que nunca son bastantes. No puede haber concesiones a la nostalgia, dice el progreso que fracciona memorias y aplaude desarraigos.
Cada vez más, olvidar no es sólo una forma de vivir, es también la más solicitada y mejor remunerada de todas.
Conservar las plazas en las que tantas veces nos perdimos y encontramos, volver a pasar por esos callejones que alguna vez nos oyeron amarnos no pueden ser criterios del globalizado modernismo que nos desnuda cuanto más nos arropa y que necesita la amnesia para los obstinados y la ignorancia para los creyentes.
Hay que crear nuevos espacios, dicen, mientras las urbes crecen más que las distancias, el caos se adueña de la calle y pierde el ciudadano su ciudad.
Y así fue que, un día, Buenos Aires se convirtió en Barcelona, y después en París y más tarde en Milán, en Hamburgo… ¿y Buenos Aires? ¿Dónde está Buenos Aires?
Tal vez en los desnudos ojos de un mestizo con memoria o en la mano franca que te puede tender un argentino.

20.12.06

Informe sobre la carta robada

Belén Gopegui
El Mundo
Durante tres años unas veinte personas han estado reuniéndose, leyendo, investigando, discutiendo, para hacer un informe. Son hombres y mujeres de diversas profesiones y, como en el poema de Borges Los conjurados, han tomado la extraña resolución de ser razonables. La materia de la que versa su informe tiene un nombre conocido y una improbable definición. El nombre: libros de texto. La definición: ese lugar en donde unas generaciones dejan constancia de lo que a su entender debieran conocer las siguientes. No de todo lo que debieran conocer, pero sí de lo imprescindible, del punto de partida, el mínimo común denominador de una sociedad.Han escogido 60 libros de sexto de Primaria y de primero de Bachillerato. Distintas editoriales y las siguientes materias: Idiomas, Matemáticas, Historia, Lengua y Literatura, Conocimiento del Medio, Griego y Latín, Física y Química, Religión, Biología y Geología, Economía, Música, Ciencia, Tecnología y Sociedad, Filosofía, Plástica y Educación Física. No han hecho un estudio comparativo entre las editoriales, no se han ocupado de la calidad o del nivel, ni siquiera de los contenidos. Lo que han analizado es lo que esos libros cuentan con esos contenidos. Y no lo que cuentan acerca de las matemáticas, o de la Historia o del inglés, sino lo que cuentan de la Tierra.Cuando en un libro de matemáticas se pone un ejercicio sobre cuánto cuesta el equipo de montar en bici de Roberto, equipo que, por cierto, cuesta, sin contar la bici, 156,87 euros, y cuando la gran mayoría de problemas aritméticos versan sobre compras de ese tipo, no sólo se cuenta cómo se suman euros. También se cuentan cosas que tienen que ver con el sentido de lo necesario, lo útil, lo raro, lo normal.Dicen que a las personas que viven en una isla les es más fácil imaginar en dónde viven, comprender qué significa agostar un suelo o arrasar una costa. Quienes vivimos en continentes tendemos a pensar aún que la Tierra es plana y que, una vez destrozados estos 100 kilómetros, siempre habrá otros 100 kilómetros siguientes. Olvidamos que la Tierra es también una isla, contiene el delicado equilibrio de la vida y flota, redonda y azul como una naranja, entre millones de otras islas en donde no hay vida ni podría llegar a haberla, o acaso en alguna sí la haya pero estará muy lejos.En el informe (www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/Informe_curriculum.pdf) se estudia lo que transmiten los libros de texto sobre la sostenibilidad, esto es, sobre qué hacer para que siga habiendo vida en la Tierra, incluida la vida humana. Sobre si, por ejemplo, lograremos alimentarnos de, diríamos, los intereses de la naturaleza y no del capital, puesto que una vez consumido el capital de la naturaleza ya no habrá más alimento.Todavía resulta difícil hablar de esto. Los ecologistas son los mensajeros y aunque en principio nadie quiere matarles pues se le considera amantes de las hayas y otras criaturas benignas, el mensaje que portan no es grato. Hace algunos años optamos por pensar que los mensajeros eran unos extravagantes. Como quien recopila todas las referencias a cierto actor de cine mudo, ellos y ellas comían galletas integrales y contaban que se iban a derretir los Polos. Ahora el cambio climático, el agotamiento de los recursos, los errores fruto de la tecnología, la toxicidad de los metales pesados y tantas otras cosas forman parte la vida diaria. En lo que les conozco, debo decir que los ecologistas no se alegran de tener razón. Habrían preferido que la suciedad no se acumulase, que vivir mejor con menos fuera lo habitual y la equidad, un principio aceptado y vivido en cada vida humana.No sólo lo habrían preferido sino que lo prefieren. Trabajan para que así sea y algunos y algunas se reúnen, discuten y argumentan, y después escriben un informe en donde dicen que los libros de textos no contienen apenas fotografías de lugares, mapas físicos, mapas lumínicos, imágenes que permitan ver en qué se ha convertido esa especie de gran superficie verde y ocre con que durante mucho tiempo se han representado los continentes. Y junto a lo que no se muestra, dicen, aún es más significativo aquello de lo que no se habla.Los libros de texto no hablan de «las multinacionales [con la excepción de dos libros], el reparto del poder, las culturas arrasadas, las aportaciones de las mujeres, los sindicatos..., los movimientos alternativos (aunque sí las ONG de ayuda), la autosuficiencia, los proyectiles reforzados con uranio, las aficiones de bajo impacto ecológico..., los bancos, la pérdida de soberanía alimentaria, el modo en que se impone la comida basura, las patentes de semillas..., las soluciones colectivas, los dueños y los daños de la televisión..., las cargas de la policía, las mentiras de los libros de texto...».La cita es más larga pero creo que el fragmento sirve para dar una idea del mundo que se dibuja y el que se niega. Valga, en todo caso, un ejemplo de un libro de Física y Química para condensar el talante general de exaltaciones y silencios: «Durante la Guerra del Golfo, los soldados de EEUU y de otros países aliados pudieron tomar todas sus comidas en las trincheras, calentitas y en cualquier momento, gracias a la tecnología».A medida que se leen las 184 páginas del informe empezamos a preguntarnos qué sucedería si en los centros escolares los alumnos obtuvieran una imagen del futuro como un lugar no sólo incierto sino posiblemente catastrófico; si fueran conscientes del turbio papel de las grandes corporaciones, de la ausencia de principios que guía la mayor parte de las inversiones económicas y en especial de la ausencia del principio de precaución; si comprendieran que las soluciones individuales nunca son una solución, si se les dejara claro hasta qué punto las decisiones que afectan a su vida diaria, su salud, su ética, su espacio, sus proyectos, les han sido arrebatadas. Es posible que cada año salieran entonces de los colegios y de los institutos alumnos y alumnas más conflictivos, dicho esto en el mejor sentido de la palabra. Si la destrucción avanza habrá de ser bueno, parece, afrontarla, luchar para que no ocurra.Hace unos días escuché contar a un padre esta escena. Su hijo de 11 años comía un yogur mientras miraba de pie el telediario. Allí se decía que el efecto invernadero provocará el deshielo de la Antártida en 2040. La primera reacción del niño fue calcular su edad y decir con asombro y satisfacción: «¡Yo veré eso!». Pero la noticia seguía y hablaba de los efectos que, algún tiempo después, provocará la desaparición de la capa de hielo en el calentamiento global: inundaciones de ciudades costeras, desplazamientos masivos, extensión de las enfermedades, aumento de los conflictos por lograr recursos, destrucción de ecosistemas, guerras. El gesto del niño fue mudando del encantamiento a la sensación de profunda injusticia por tener que heredar un mundo así.De acuerdo, es un niño. ¿Es mejor que no sepa, que se entere por los telediarios y que en sus libros de texto le digan, no sólo a niños de 11 años, por cierto, sino también a adolescentes de 16, cosas como: «Los coches funcionarán dentro de muy poco con agua y así no contaminarán el medio ambiente» (Lengua), «Los expertos dicen que todos van a tener acceso a Internet en el año 2020» (Inglés), «La tecnología debe aportar los medios necesarios para satisfacer las necesidades humanas» (Economía), «El teletrabajo permitirá disfrutar de más tiempo libre» (Historia), «Gracias a la clonación se podría conseguir un aumento de la producción y así se podrían paliar deficiencias alimenticias de una parte de la población humana» (Biología y Geología), etcétera?Resulta difícil defender que los libros de texto enseñen falsedades, verdades a medias, consecuencias sin causas. O decir que es útil, a los 11 y a los 16 años seguir creyendo no ya siquiera en los Reyes Magos, quienes al fin y al cabo estarían en el orden de lo imaginario, sino en que basta con soplar para que el semáforo verde se ponga rojo y así detenga el coche que viene dispuesto a atropellarte. Pero, más allá de esto, tal vez convenga recordar que la carta robada de que trata este informe, la carta que no miramos aunque está ahí, delante de nuestros ojos, no es la carta de lo que vamos a contarle a los adolescentes, sino la de nuestra propia imaginación.Sucede que la sostenibilidad de la Tierra apenas figura en el conjunto de historias que conocemos, que circulan, que han circulado y han sido soñadas. Éste hecho es apenas un síntoma de cómo la voracidad y la codicia con respecto al planeta y a los seres más débiles tiene hoy mayor potencia que la capacidad de oponer resistencia y reemplazar esa codicia por prácticas diferentes.Es preciso invertir la relación de fuerzas. Quizá porque lo saben, unas 20 personas organizadas, como muchas otras, en un colectivo de acción ecológica, y por lo tanto política, trabajando en común durante tres años, analizando la imaginación de los libros de texto, discutiéndola y argumentándola, no sólo han producido un informe. Han producido además una historia sobre cómo mantener el delicado equilibrio de la vida, una historia que puede circular y ser soñada y, multiplicándose por otras historias, llegar a ser real.

Belén Gopegui es escritora, autora de obras como"Lo real" o "El lado frío de la almohada"

16.12.06

Crisis de las democracias y movimientos sociales en América Latina: notas para una discusión

Atilio Borón
Rebelión
Las democracias latinoamericanas se enfrentan a un escenario cada vez más amenazante. Su enemigo no es el que con insistencia señalan desde Washington y repiten los intelectuales y los medios adscriptos a su predominio: el “populismo” o el “socialismo”. El enemigo es el propio capitalismo, que ha debilitado el impulso democrático tanto en el Norte desarrollado como en la periferia tercermundista. Los mercados secuestraron a la democracia y, ante la consumación del despojo, la ciudadanía se replegó sobre sí misma. Su desinterés y apatía son síntomas que denuncian a regímenes democráticos incapaces de honrar sus promesas y de satisfacer las esperanzas que los pueblos habían depositado en ellos1. Pero esta desilusionada defección de la falsa polis democrática, dejando el campo libre para la acción de las fuerzas del mercado, no alcanza: la imposición del proyecto del capitalismo neoliberal, que avanza hacia la mercantilización de la totalidad de la vida social, de hombres y mujeres tanto como de la propia naturaleza, exige también criminalizar la pobreza y la protesta social, militarizar los conflictos sociales y hacer de la guerra una pesadilla infinita que se declara en contra de quienes no se plieguen incondicionalmente al diseño imperial. Estas breves notas intentan esbozar algunos de los problemas derivados de esta grave situación y el papel que los movimientos sociales podrían desempeñar en la refundación de un orden democrático.
Capitalismo contra democracia
Ante el triste espectáculo que ofrecen los capitalismos democráticos, y no sólo en nuestra región, no han faltado las voces que se alzaron para señalar, una vez más, la irresoluble contradicción que opone capitalismo y democracia2. El mesurado politólogo británico Colin Crouch es aún más pesimista: su tesis es que la era de la democracia ha concluido, definitivamente. Debemos, en consecuencia, pensar en sombríos capitalismos post-democráticos (Crouch, 2004). Otras voces, como las de Boaventura de Sousa Santos, Hilary Wainwright, Fernández Liria y Alegre Zahonero, conscientes de lo anterior, se atrevieron a más y expusieron la necesidad de fundar un nuevo modelo democrático (Wainwright, 2005). Una de las invitaciones más persuasivas en esta dirección, dado su extenso y profundo desarrollo, se encuentra en la obra de Boaventura de Sousa Santos (2002a; 2002b; 2006).
No podemos en estas breves notas hacer justicia y examinar con el cuidado que se merecen estas diversas contribuciones, todas ellas fruto de una minuciosa indagación en torno a distintos modelos de construcción democrática rutinariamente ignorados o despreciados por el saber convencional de las ciencias sociales. Quisiéramos, sin embargo, detenernos en un punto común a todos los autores citados: la reinvención de la democracia, o la “democratización de la democracia”, como enfáticamente se propone en obra de Boaventura de Sousa Santos. Esta convocatoria comparte el diagnóstico radical sobre la frustración del proyecto democrático en el capitalismo. En sus propias palabras:
La tensión entre capitalismo y democracia desapareció, porque la democracia empezó a ser un régimen que en vez de producir redistribución social la destruye […] Una democracia sin redistribución social no tiene ningún problema con el capitalismo; al contrario, es el otro lado del capitalismo, es la forma más legítima de un Estado débil (Santos, 2006: 75).
Esta cita plantea de modo convincente la razón fundamental por la cual el capitalismo –que combatió a la democracia desde sus propios orígenes, en el Renacimiento italiano– terminó por aceptarla. La democracia pagó un precio muy elevado por su respetabilidad: tuvo que abandonar sus banderas igualitarias y liberadoras y transformarse en una forma inocua de organización del poder político que, lejos de intentar transformar la distribución existente del poder y la riqueza en función de un proyecto emancipatorio, no sólo la reproducía sino que la fortalecía dotándola de una nueva legitimidad. Con toda razón le conviene a esta clase de inocuos regímenes el nombre de “democracias de baja intensidad” o, como lo planteáramos en un escrito reciente, “plutocracias” u “oligarquías”, debido a que son gobiernos que pese a surgir del sufragio universal tienen como sus principales y casi exclusivos beneficiarios a las minorías adineradas (Boron, 2005).
Ahora bien, la superación de un modelo democrático tan defectuoso plantea desafíos prácticos nada sencillos de resolver, especialmente si se recuerda que, tal como lo planteara más de una vez Aníbal Quijano, la democracia en el capitalismo es el pacto por el cual las clases subalternas renuncian a la revolución a cambio de negociar las condiciones de su propia explotación.
Apoyándose en un enorme esfuerzo de investigación comparada sobre el funcionamiento de experiencias “contrahegemónicas” de gestión democrática a nivel local y regional –que abarca desde la India hasta la República de Sudáfrica, pasando por Colombia, Mozambique, Portugal, y Brasil– Santos concluye en la necesidad de promover la democracia participativa a partir del fortalecimiento de tres ejes: a) la “demodiversidad”, es decir el reconocimiento y potenciación de las múltiples formas que puede históricamente asumir el ideal democrático, negado por las corrientes del mainstream de las ciencias sociales para las cuales el único modelo válido es el de la democracia liberal al estilo norteamericano; b) la articulación contrahegemónica entre lo local y lo global, indispensable para enfrentar los peligros del aislacionismo localista o los riesgos de un internacionalismo abstracto y sin consecuencias prácticas; y c) la ampliación del llamado “experimentalismo democrático” y de la participación de los más diversos grupos definidos en términos étnicos, culturales, de género y de cualquier otro tipo (Santos, 2002b: 77-78)3.
El problema que subsiste a esta sugerente propuesta es que el crucial tema de los límites que el capitalismo impone a cualquier proceso democrático –y no sólo a aquel pautado según el modelo de la democracia liberal anglosajona– queda eclipsado por la consideración de un conjunto de experiencias innovadoras y fecundas pero que, aun así, no logran trascender las rígidas fronteras que el capitalismo impone a toda forma de soberanía popular4. En otras palabras, ¿hasta qué punto es realista concebir la existencia –y postular la necesidad– de una democracia de “alta intensidad”, protagónica o radicalmente participativa, sin establecer las condiciones requeridas para su efectiva materialización en el espacio –hasta el día de hoy estratégico e irreemplazable, dado que no existen ni un estado mundial ni una ciudadanía universal– del estado nacional? Porque, como lo confirma la experiencia brasileña, la tan celebrada democracia participativa de Porto Alegre fue discretamente archivada por uno de sus más ardientes propagandistas del pasado, el Presidente Lula, que no hizo intento alguno de llevarla a la práctica en el ámbito nacional5. Y eso que, en la experiencia gaúcha, el carácter participativo de esa democracia se ejercía exclusivamente en el terreno presupuestario y, además, en una pequeña fracción de este que en ningún caso superaba el 15% del total del presupuesto (Wainwright, 2005: 101)6. Lo anterior, conviene aclararlo, no quita que la innovación puesta en marcha en Porto Alegre sea una contribución importante en la búsqueda de una radical democratización del estado y la política cuya idea, sin embargo, trascendía claramente la discusión democrática de una fracción minoritaria del presupuesto. Una democratización radical no puede quedarse en eso sino que debe avanzar, tal como claramente lo planteara Gramsci, tras las huellas de Marx, hacia el “autogobierno de los productores”. No obstante, para la burguesía la aceptación de un modelo participativo con facultades para disponer democráticamente de una fracción del presupuesto demostró ser apenas tolerable (y eso con grandes resistencias, como lo prueba la experiencia de Porto Alegre) en el plano local.
¿Quiénes son los (o las) protagonistas? Los sujetos de la democracia en el capitalismo
La matriz ideológica de los capitalismos democráticos es el liberalismo, una tradición intelectual cuya preocupación jamás fue la de proponer un orden democrático sino que –como lo demostraran sobradamente Macpherson y Therborn, entre otros, hace ya varios años– la de resguardar la independencia y autonomía del individuo –y, por extensión, de cualquier actor privado– frente al estado, y de mantener a este dentro de los límites del llamado “estado mínimo”. Fiel a estos supuestos, la asimilación de la demanda democrática por el liberalismo dio lugar a un híbrido altamente inestable, la “democracia liberal”, a la vez que consagraba como el sujeto único del nuevo orden la figura imaginaria del ciudadano.
Es por ello que, dentro de los marcos de la tradición liberal, el papel de los movimientos sociales o de cualquier tipo de sujeto colectivo no puede siquiera ser imaginado a la hora de reinventar la democracia. Esta no es otra cosa que un contrato firmado por individuos iguales y libres o, al menos, como quería Rawls, que si eran desiguales su desigualdad permaneciera oculta tras “el velo de la ignorancia”. En consecuencia, la sola idea de un demos participativo, o de múltiples sujetos colectivos reconstruyendo incesantemente el orden democrático, es una pesadilla que las clases dominantes combaten sin ninguna clase de concesiones. Por eso les asiste la razón a Fernández Liria y Alegre Zahonero cuando en un ensayo reciente aseguran que para el capitalismo la democracia “no ha sido, en realidad, más que la superfluidad y la impotencia de la instancia política” (Fernández Liria y Alegre Zahonero, 2006: 40).
Bajo esta perspectiva, la problemática de los sujetos de la democracia, entendida esta como la sola extensión del derecho al sufragio a los pobres –pero con las suficientes salvaguardas legales e institucionales como para evitar, en palabras de John Stuart Mill, “una legislación clasista” que altere el orden social existente– se limitaba exclusivamente al despliegue de los recaudos suficientes para asegurar la participación (casi siempre manipulada por las oligarquías locales) del electorado en los comicios.
Nada más lejano, pues, del formidable desafío que iría a proponer Marx desde sus escritos juveniles, a saber: ¿cómo constituir un sujeto colectivo capaz de liberar a la sociedad de todas sus cadenas, superando la atomización y fragmentación propias del individualismo de la sociedad burguesa? Planteado en términos hegelianos, ¿cómo hacer que ese vasto conglomerado popular deje de ser una clase “en sí” y se convierta en una clase “para sí”? La respuesta, que no la puede ofrecer la teoría sino la práctica emancipatoria de los pueblos, nos remite a algunas problemáticas clásicas del marxismo: la formación de la conciencia, el problema de la organización y las formas de lucha de las clases subalternas. Además, ¿cómo hacer para que estas cristalicen una correlación de fuerzas que les permita instaurar una democracia genuina, que nos acerque al ideal del “autogobierno de los productores”? En otras palabras: no se puede pensar en “otra democracia” sin también pensar en “otros sujetos”, distintos al individuo abstracto del liberalismo cuya productividad política se agotó hace rato. Pregunta tanto más complicada cuando se recuerda que la centralidad excluyente que Marx le había asignado al proletariado industrial exige, luego de siglo y medio de incesantes transformaciones del capitalismo, un radical replanteamiento de la cuestión. Ahora los eventuales “sepultureros” del capitalismo, prosiguiendo con una imagen clásica, dispuestos a poner en cuestión los fundamentos del viejo régimen son muchos. Parafraseando los versos de Antonio Machado podríamos concluir diciendo algo así como “militantes no hay sujeto, se hace el sujeto al andar”. Un andar en donde se entretejen todas las luchas sociales desatadas por las múltiples formas de opresión capitalista: explotación, patriarcado, discriminación, sexismo, racismo y ecocidio, todo lo cual provoca el florecimiento de múltiples sujetos dispuestos a resistir y vencer. El viejo proletariado industrial ya no detenta el papel estelar del pasado. Es cierto, pero ahora no está solo. Ninguno de estos sujetos puede reclamar a priori un papel hegemónico o de vanguardia en la imprescindible gran coalición contra el capital. Esto se decidirá en la coyuntura, en función de la capacidad efectiva de dirección (organización, conciencia, estrategia y táctica) que cada quien demuestre en la lucha. Hic Rhodas, hic salta!
Democracia y revolución
Para abreviar: ¿es posible democratizar la democracia dentro del capitalismo? Para ello: ¿no será necesaria una revolución? O, si se prefiere, para evitar el estremecimiento producido por la reaparición de un término fulminado como démodé por el saber convencional, ¿no habrá llegado la hora de hablar de un cambio sistémico, del imprescindible advenimiento de una sociedad post-capitalista como condición necesaria para reinventar una democracia post-liberal7? Para espíritus tal vez demasiado propensos a escandalizarse con este argumento conviene recordar que, tal como lo estableciera definitivamente la obra de Barrington Moore Jr. hace ya un buen tiempo, ningún capitalismo democrático fue instaurado sin que previamente se produjera lo que ese brillante teórico denominó “una ruptura violenta con el pasado”, es decir, una revolución (Moore, 1966). Esa fue la historia en Gran Bretaña, en Francia y en Estados Unidos. Y donde esa ruptura no se produjo, como en Alemania o Italia, el resultado fue el fascismo. La ausencia de antagonismos sociales no significa que se esté marchando por el buen camino, o que estemos en presencia de democracias consolidadas. Probablemente signifique exactamente lo contrario. En todo caso, y más allá de la lógica aprensión que provoquen esos conflictos, tales turbulencias no hacen otra cosa que denunciar los dolores del parto de un nuevo régimen político.
La renuencia a enfrentar el problema, teórico y práctico a la vez, de la revolución nos conduce a un callejón sin salida puesto que se estaría suponiendo que las clases dominantes del capitalismo estarían dispuestas a admitir pacíficamente la entronización de un modelo democrático post-liberal –que promueva la soberanía popular, el protagonismo de la ciudadanía, y la participación más que la delegación/representación– incompatible con la preservación de sus privilegios. Las enseñanzas de la historia, en cambio, confirman irrebatiblemente que esto no es así.
En un texto escrito en medio del optimismo de las interminables “transiciones democráticas” (¡inconclusas a más de veinte años de iniciadas!) a mediados de los ochenta, decíamos que en nuestros países el precio que se paga por la osadía de pretender reformar, aun módicamente, la realidad social es el terror preventivo de la reacción o el terror reactivo de la contrarrevolución (Boron, 2003: 202). Esta apreciación, tachada de pesimista o ingenuamente radical por los “intelectuales bienpensantes” de la época, fue luego infelizmente confirmada por los hechos. El prolijo examen del asunto efectuado por Fernández Liria y Alegre Zahonero demuestra conclusivamente que las tentativas de instaurar una democracia que se aproximase a ese ideal costaron un millón de muertos en la España republicana y cuarenta años de dictadura fascista; 200 mil más en Guatemala y 50 mil desaparecidos, según informa la Comisión de Esclarecimiento Histórico de ese país; 30 mil desaparecidos en Argentina; 3.200 desaparecidos en Chile y miles de torturados y exiliados. El listado sería interminable si se le agregan los muertos y desaparecidos durante la Guerra Civil en El Salvador, Nicaragua, Haití y el interminable baño de sangre en Colombia, con más de 20 mil muertos por año desde mediados de los años sesenta, cinco mil dirigentes de la legal Unión Patriótica asesinados en menos de diez años y tres millones y medio de campesinos desplazados por la guerra. Este lúgubre cuadro es lo que muy apropiadamente Santiago Alba Rico denomina “pedagogía del voto”. Si la democracia significa que la sociedad está dispuesta a ensayar lo que en la década del sesenta y del setenta se denominaba una “vía no-capitalista”, la respuesta disciplinadora es un baño de sangre (Fernández Liria y Alegre Zahonero, 2006: 50-59; Alba Rico, 2006: 13-17). Esta enumeración basta para iluminar los obstáculos que se yerguen ante cualquier tentativa de fundar un régimen democrático digno de ese nombre. “Reinventar la democracia” podrá ser considerado un proyecto muy razonable, sensato y gradual por las clases subalternas, sus intelectuales y sus organizaciones sociales y políticas. Pero para la derecha, sobre todo “nuestra” derecha en América Latina, un proyecto de ese tipo es inequívocamente subversivo y debe ser segado de raíz. Si se tiene en cuenta, además, la íntima articulación entre ella y las clases dominantes del imperio, con representantes políticos como los “halcones” de Washington, es fácil concluir que cualquier iniciativa de profundización democrática desencadenará un abanico de respuestas represivas de todo tipo8.
El papel de los movimientos sociales
Las decepcionantes limitaciones de las democracias latinoamericanas y la crisis que atraviesa a los partidos (y también a los sistemas de partidos) explican en buena medida el creciente papel desempeñado por los movimientos sociales en los procesos democráticos en la región. La deslegitimación de la política y los partidos abrió un espacio para que “la calle” –esa metáfora tan amenazante para las democracias liberales– adquiera un renovado y acrecentado protagonismo en la mayoría de los países. Esta presencia de las masas en la calle, que había sido reconocida por Maquiavelo como una vigorosa muestra de salud republicana, refleja la incapacidad de los fundamentos legales e institucionales de las “democracias” latinoamericanas para resolver las crisis sociopolíticas dentro de los procedimientos establecidos constitucionalmente. A raíz de esto, la realidad de la vida política se mueve en una ambigua esfera de lo ilegal, mientras que la legalidad establecida por las instituciones se derrite al calor de la crisis política permanente y el protagonismo de las masas. Revueltas populares derrocaron gobiernos reaccionarios en Ecuador en 1997, 2000 y 2005; en Bolivia en 2003 y 2005, abriendo paso a la formidable victoria electoral de Evo Morales a finales de este último año; forzaron la salida de Alberto Fujimori en Perú en el año 2000 y de Fernando de la Rúa en Argentina al año siguiente. Apenas ayer, los jóvenes estudiantes de los liceos chilenos pusieron en jaque al gobierno de la Concertación exigiendo la derogación de la reaccionaria legislación educativa del régimen de Pinochet.
Más allá de la fragilidad del entramado institucional, lo que estas rebeliones populares comprueban es que este largo período de un cuarto de siglo, o más, de gobiernos neoliberales –con todo su equipaje de tensiones, rupturas, exclusiones y niveles crecientes de explotación y degradación social– creó las condiciones objetivas para la movilización política de grandes sectores de las sociedades latinoamericanas. Cabe preguntarse: ¿son las revueltas plebeyas arriba mencionadas meros episodios aislados, gritos de rabia y furia popular, o reflejan una dialéctica histórica tendencialmente orientada hacia la reinvención de la democracia? Una mirada sobria a la historia del período abierto a comienzos de los años ochenta revela que no hay nada accidental en la creciente movilización de las clases populares ni en el final tumultuoso de tantos gobiernos democráticos en la región. Es por eso que por lo menos dieciséis presidentes –casi todos ellos obedientes clientes de Washington– tuvieron que apartarse del poder antes de la expiración de sus mandatos legales, depuestos por arrolladoras rebeliones populares. Por otra parte, los plebiscitos convocados para legalizar la privatización de empresas estatales o servicios públicos invariablemente defraudaron las expectativas neoliberales, como en el caso de Uruguay (obras sanitarias y terminales portuarias) y el abastecimiento de agua y electricidad en Bolivia y Perú. También hubo grandes movilizaciones populares en diversos países para oponerse al ALCA o a la firma de TLCs; para pedir la nacionalización del petróleo y el gas en Bolivia; oponerse a políticas de privatización –del petróleo en Ecuador, la compañía telefónica en Costa Rica y los sistemas de salud en varios países; poner fin al saqueo de los bancos, principalmente extranjeros, como en Argentina; y terminar con los programas de erradicación de coca en Bolivia y Perú. Puede sonar demasiado hegeliano, pero todos estos acontecimientos muestran una inconfundible direccionalidad.
Organización, conciencia, estrategia
Hay varias lecciones que se pueden desprender de este renovado protagonismo de las insurgencias populares en América Latina. En primer lugar, la necesidad que tienen los partidos políticos, sobre todo los que pretenden encarnar un proyecto emancipador, de concebir e implementar una estrategia que trascienda los estrechos límites de la mecánica electoral. No se puede pretender transformar radicalmente un orden social estructuralmente injusto y predatorio con las solas armas disponibles en la escena electoral. La burguesía jamás obra de modo tan ingenuo y unilateral, y nunca despliega una estrategia única y, para colmo, en un solo escenario de lucha. Por el contrario, su presencia en el terreno electoral se combina con otras iniciativas: huelgas de inversiones, fuga de capitales, lock outs, presiones sobre los dirigentes estatales, articulación con aliados internacionales que refuerzan su gravitación local, control de los medios de comunicación y, más generalmente, de los “aparatos ideológicos” mediante los cuales pueden lanzar efectivas “campañas de terror” para intimidar o atemorizar votantes, alianzas con las fuerzas armadas, cooptación de dirigentes populares, corrupción de funcionarios públicos y legisladores, lobbies de diverso tipo, movilización de masas, todo lo cual configura una estrategia integral de conquista y conservación del poder que ni remotamente se circunscribe, como ocurre con los partidos populares, a la estrategia electoral. Es cierto que para desplegar una estrategia tan omnicomprensiva como esta se requiere de cuantiosos y diversificados recursos que ninguna fuerza popular tiene a su disposición. Pero también es cierto que si los partidos de izquierda quieren cambiar el mundo, y no sólo dar testimonio de su injusticia y perversión, tendrán que demostrar que son capaces de concebir y aplicar estrategias más integrales que combinen, junto a la electoral, otras formas de lucha.
Este es precisamente el terreno en el cual los movimientos sociales han demostrado una creatividad superior a la de las organizaciones políticas. Los acontecimientos de los últimos años en la región enseñan que estos han adquirido una inédita capacidad para desalojar del poder a gobiernos antipopulares, pasando por encima de los mecanismos establecidos constitucionalmente, que no por casualidad se caracterizan por su fuerte prejuicio elitista. Para la cultura política dominante en las así llamadas democracias latinoamericanas la política es un asunto de elites y de instituciones, no de pueblos movilizados, y la ciudadanía debe moderar sus ansias de participación: ir a votar, pero no masivamente, y evitar inmiscuirse en las transacciones y componendas realizadas por políticos y gobernantes.
De todos modos, hay una segunda lección que también es preciso tener en cuenta y que nos enseña que esta activación saludable de las masas fracasó a la hora de construir una alternativa política que no sólo pusiera fin a gobiernos reaccionarios sino que condujera también a la inauguración de una etapa post-neoliberal. La insurgencia de las clases subalternas adoleció de un talón de Aquiles fatal, resultante de la convergencia de tres fenómenos fuertemente interrelacionados: a) la fragilidad organizativa; b) la inmadurez de la conciencia política; y c) el predominio absoluto del espontaneísmo como modo normal de intervención política.
En efecto, la indiferencia suicida frente a los problemas de la organización popular, la conciencia y la estrategia y táctica de lucha plantea numerosos interrogantes. Para los clásicos del marxismo –especialmente Lenin y Rosa Luxemburg, más allá de sus diferencias– la cuestión de la organización era una cuestión política. El primero escribió más de una vez que la organización “es la única arma de que dispone el proletariado”. Cabe preguntarse, entonces: ¿cuáles son las formas organizativas que requiere la lucha popular en el contexto del capitalismo contemporáneo y en la coyuntura particular de cada uno de nuestros países? ¿Cómo se articulan esas formas entre sí, para potenciar la eficacia de los proyectos emancipadores? ¿Cuál es el papel que les cabe a los partidos, los sindicatos, la gran diversidad de movimientos sociales, asambleas populares, piquetes, caracoles zapatistas u otras formas precolombinas de organización como las que aún existen en el mundo andino? ¿Cómo asegurar que las reivindicaciones canalizadas por estas diversas estructuras organizativas se sinteticen en un proyecto global que les otorgue coherencia y eficacia?
En relación al tema de la conciencia radical y emancipatoria, por no decir revolucionaria, ¿cómo lograr que los movimientos desarrollen ese tipo de conciencia que les permita superar los límites de la inmediatez espontaneísta? No está de más repetir nuevamente que en ausencia de una teoría emancipatoria (o, si se prefiere, revolucionaria) difícilmente habrá prácticas de masas que sean emancipatorias o revolucionarias. Si, como suele decirse, el modelo kautskiano de la conciencia radical introducida “desde afuera” por intelectuales revolucionarios ha fracasado, ¿podría afirmarse que la estrategia gramsciana de construcción de contrahegemonía desde las trincheras mismas de la sociedad civil ha triunfado? ¿O tal vez deberíamos cifrar nuestras esperanzas en las perspectivas concientizadoras que abre la pedagogía del oprimido de Paulo Freire? Se trata, como puede verse, más que de certidumbres de preocupaciones abiertas y grandes interrogantes cuyo tratamiento es imprescindible a la hora de encarar un proyecto de refundación democrática.
Por último, en relación a la cuestión de la estrategia y táctica, digamos que pese a la reconfiguración de los sujetos sociales –producto de las transformaciones en las relaciones capitalistas de producción que fragmentaron y desorganizaron el campo popular a la vez que homogeneizaron y organizaron a las clases dominantes– la adopción de una estrategia y una táctica adecuadas sigue siendo un asunto de primordial importancia. Esta problemática, sin embargo, no goza del favor de la época. Sencillamente no tiene lugar en la obra de Hardt y Negri, porque en ella los movimientos sociales son las expresiones infinitas de la multitud y esta, por su carácter descentrado, desterritorializado, molecular y nomádico, es radicalmente incompatible con un planteamiento de estrategia y táctica, que consideran una forma de actuación política correspondiente a una época, la del imperialismo, según ellos históricamente superada (Hardt y Negri, 2000). Tampoco lo tiene en la obra de John Holloway, que nos invita a dejar de lado toda pretensión de conquistar el poder, y de lo cual se desprende la superfluidad de cualquier discusión sobre estrategia y táctica encaminada a ese fin (Holloway, 2002). Hemos criticado en otros lugares estas versiones contemporáneas del romanticismo político –que desembocan en la impotencia y, a la larga, en la resignación– de modo que no insistiremos en ello aquí. Digamos simplemente que, contrariamente a teorizaciones de moda, el problema de la estrategia y táctica de las clases subalternas está indisolublemente unido a las perspectivas de su propia emancipación. Esta no ocurrirá por una casualidad, o como una concesión graciosa de las clases dominantes.
¿Alternativas?
No hay alternativas fuera del protagonismo que puedan asumir, bajo ciertas circunstancias, los sujetos que constituyen el campo popular. Tal como lo recordara recientemente Daniel Bensaid, la salida no la puede proporcionar el ejemplo de San Francisco (como sugieren Hardt y Negri), o el Grito (como lo plantea Holloway), o el acontecimiento incondicionado (Badiou)9. La política aborrece de la metafísica: sin la activación de los movimientos, sin su conquista del espacio público desde las calles –¡y a pesar de las instituciones “democráticas”!– no habrá tránsito al post-neoliberalismo. Pero no hay lugar para la autocomplacencia. Esto sólo no basta: las masas en las calles pudieron derrocar gobiernos neoliberales, sólo para ser reemplazados por otros muy parecidos. En muchos casos la imponente movilización popular se esfumó en el aire poco después de consumado el desalojo del gobierno pero sin haber sido capaz de sintetizar su diversidad en un nuevo sujeto político imbuido de los atributos necesarios para consolidar la correlación de fuerzas existente y evitar la recaída a situaciones anteriores. El caso ecuatoriano es un ejemplo clarísimo de ello, pero está lejos de ser el único. No obstante, si los movimientos sociales fracasaron en la construcción de una alternativa, nada distinto ocurrió con los gobiernos surgidos por la vía electoral. Lula en Brasil, Kirchner en Argentina y Vázquez en Uruguay muestran claramente la impotencia de las clases subalternas para imponer una agenda post-neoliberal en gobiernos elegidos por grandes mayorías populares y precisamente para ese fin. Si durante las situaciones de turbulencia política aquellas derrocaron a gobiernos neoliberales para luego desmovilizarse y replegarse, en los casos de recambio constitucional la lógica política fue sorprendentemente similar: las masas votaron y después regresaron a sus casas. Pero hay una importante diferencia: la gesta de los movimientos dejó profundas (si bien dolorosas) enseñanzas para las clases populares, y les hizo barruntar las potencialidades transformadoras que encierra su protagonismo. En las experiencias de recambios electorales, en cambio, les quedó tan sólo el sabor amargo de la impotencia, de un nuevo engaño y una nueva frustración.
La capacidad sin precedentes de las masas populares para derrocar gobiernos antipopulares las reintrodujo en la escena política como un nuevo factor. Antes de su insurgencia, los únicos sujetos de las “transiciones democráticas” eran los partidos. Ya no más. La importancia de su papel ha quedado claramente demostrada en los casos más interesantes y prometedores de la política sudamericana: Venezuela y Bolivia. En Venezuela, haciendo posible con su fulminante y espontánea movilización la derrota del golpe de estado fascista y la radicalización de la Revolución Bolivariana. En Bolivia, al demostrar la excepcional productividad que pueden tener una pluralidad de sujetos movimientistas cuando, sin dejar de serlo, son al mismo tiempo capaces de darse una estrategia político-institucional que combine creativamente la calle con las urnas. Los tres únicos gobiernos de izquierda que hay en América Latina: Cuba, Venezuela y Bolivia (por orden de aparición) se enfrentan a formidables desafíos10. El hostigamiento abierto o encubierto de EE.UU., los intentos golpistas, la criminalización internacional, el sabotaje económico, la manipulación mediática y las “campañas del terror” se combinan con las “condicionalidades” de las instituciones financieras internacionales para ahogar en su cuna cualquier proceso emancipatorio. Es preciso no hacerse ninguna ilusión en el sentido de que los beneficiarios internos y externos de un statu quo tan injusto como el actual permanecerán de brazos cruzados ante los vientos de cambio que hoy barren la escena latinoamericana. El avance de un genuino proceso de democratización, una “reinvención democrática” que reemplace al simulacro que prevalece en la región, es muy posible que desate la ferocidad represiva que tan bien conocemos en Latinoamérica. Pero la supervivencia de la Revolución Cubana, la consolidación de la Revolución Bolivariana y los nuevos procesos en marcha en Bolivia y Ecuador autorizan a pensar que la historia no es un eterno retorno y que hay momentos, como el actual, que nos permiten abrigar un cauteloso optimismo.

Bibliografía
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Boron, Atilio A. 2000 Tras el búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica).
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Boron, Atilio A. 2005 “The Truth about Capitalist Democracy” en Panitch, Leo y Leys, Colin (eds.) Socialist Register 2006. Telling the Truth (Londres: The Merlin Press).
Cocco, Giuseppe y Negri, Antonio 2006 GlobAL. Biopoder y luchas en una América Latina globalizada (Buenos Aires: Siglo XXI).
Crouch, Colin 2004 Post-democracy (Cambridge: Polity Press).
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Hardt, Michael y Negri, Antonio 2000 Empire (Cambridge: Harvard University Press).
Holloway, John 2002 Cómo cambiar el mundo sin tomar el poder (Buenos Aires: Herramienta).
Macpherson, C. B. 1973 “Post-Liberal Democracy” en Democratic theory: essays in retrieval (Oxford: Clarendon Press).
Meiksins Wood, Ellen 1995 Democracy against capitalism. Renewing historical materialism (Cambridge: Cambridge University Press).
Moore, Barrington Jr. 1966 Social Origins of Dictatorship and Democracy (Boston: Beacon Press).
Santos, Boaventura de Sousa 2002a “Orçamento participativo em Porto Alegre: para uma democracia redistributiva” en Santos, Boaventura de Sousa (comp.) Democratizar a democracia. Os caminhos da democracia participativa (Río de Janeiro: Civilização Brasileira).
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Santos, Boaventura de Sousa 2006 Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social. (Encuentros en Buenos Aires) (Buenos Aires: CLACSO/Instituto Gino Germani).
Therborn, Goran 1980 “Dominación del capital y aparición de la democracia” en Cuadernos Políticos (México) Nº 23, enero-marzo.
Wainwrigth, Hilary 2005 Cómo ocupar el Estado. Experiencias de democracia participativa (Barcelona: Icaria).

Notas
* Profesor titular de Teoría Política y Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Este artículo acaba fue publicado en la Revista del Observatorio Social de América Latina (Buenos Aires: CLACSO), Año VII, Mayo/Agosto 2006.
1 Ver, por ejemplo, los resultados del estudio de Latinobarómetro, año 2005. Mediciones realizadas en veinte países latinoamericanos demuestran que entre 1995 y 2005 el apoyo a la democracia, concebida como un ideal político, descendió del 58 al 53%, siendo Uruguay y Venezuela los dos países en donde este indicador registra los más elevados guarismos (77 y 76%, respectivamente). La satisfacción con los gobiernos democráticos arrojó resultados aún más ominosos: una baja del 38 al 31% en ese mismo decenio. Una vez más, Uruguay y Venezuela son los países en donde el porcentaje de satisfechos es más elevado: 63 y 56%. El informe citado menciona que sólo un 27% de la muestra se declaraba satisfecho con la economía de mercado en 2005, mientras que apenas un 31% se pronunciaba a favor de las privatizaciones. Que se sepa, ningún gobierno de la región ha mostrado el menor interés en someter a un referéndum popular a la economía de mercado o a las privatizaciones.
2 Hemos examinado extensamente este fenómeno en Boron (2000; 2005). Ver asimismo Meiksins Wood (1995).
3 Debe destacarse que, en el caso de Wainwright, aparte del examen de la experiencia de Porto Alegre, en su libro se consideran también una serie de casos de democracia radical y “basista” que tuvieron lugar en tres ciudades de un país del capitalismo avanzado: Manchester, Luton y Newcastle, en el Reino Unido, con lo cual se complementan muy bien los estudios de Boaventura de Sousa Santos, que tuvieron lugar principal, si bien no exclusivamente, en el Tercer Mundo.
4 Es por eso que, tal como lo argumentáramos en Boron (2000), lo correcto es hablar de “capitalismo democrático” en lugar del uso más extendido que consagra la fórmula “democracia capitalista o burguesa”. En la primera formulación queda claro que lo sustantivo es el capitalismo y que la democracia es una consideración adjetiva que no modifica sino superficialmente la estructura capitalista subyacente. En la segunda formulación, que no por casualidad es la que goza de mayor predicamento en las ciencias sociales, el mensaje implícito es que lo sustantivo es la democracia, siendo el capitalismo apenas una nota accidental que le otorga una tonalidad distintiva pero nada más. De ese modo se postula, subliminalmente, que lo que cuenta es la sustancia democrática del orden social y no su fenomenología capitalista que, por eso mismo, no puede interferir de ninguna manera con el funcionamiento de la estructura democrática de la sociedad. Así, el capitalismo se mimetiza con la democracia y ¡quién podría estar en contra de esta! Se produce entonces una nada inocente inversión hegeliana, en donde el sujeto (el capitalismo) se convierte en predicado (la democracia) y esta en sujeto.
5 Un minucioso estudio del presupuesto participativo se encuentra en Santos (2002a). Un análisis más general se encuentra en Avritzer (2002).
6 Wainwright estima que los márgenes reales de discusión presupuestaria que quedaban librados a manos de los ciudadanos fluctuaban entre el 10 y el 15% del total (Wainwright, 2005: 91-121).
7 Ver Macpherson (1973), donde este autor se interroga si la tradición liberal dispone de una teoría de la democracia post-liberal, capaz de dar cuenta de las nuevas realidades del capitalismo monopolista. Su respuesta es claramente negativa. Es más, sugiere que lo que hoy pretende pasar por una teoría post-liberal es una regresión a las teorizaciones más recesivas del liberalismo. “Estaría más cerca de la verdad denominar a tal teoría liberal pre-democrática” (Macpherson, 1973: 179). En realidad, una doctrina post-liberal de la democracia sólo puede ser la expresión teórica que brote de la práctica emancipatoria de las clases subalternas. No se trata de ingeniosidad discursiva ni de pergeñar un elegante juego de lenguaje.
8 Las tentativas “desestabilizadoras” en Venezuela, amén del paro patronal, la huelga petrolera, etcétera. Lo mismo está ocurriendo hoy día con Evo Morales en Bolivia.
9 En una conferencia pronunciada en la Secretaría Ejecutiva de CLACSO el 12 de abril de 2006.
10 Se desprende de esta enumeración que no consideramos como gobiernos de izquierda a los corrientemente así denominados en América Latina, como el de la Concertación en Chile, Lula en Brasil, Vázquez en Uruguay, o Kirchner en Argentina. Gobiernos indiferentes ante los planteamientos más elementales de la justicia distributiva, que observan con pasividad la destrucción del sistema de salud pública o la educación pública no pueden ser considerados de izquierda bajo ningún posible criterio taxonómico. La confusión reinante en esta materia queda en evidencia, hasta extremos patéticos, en la más reciente obra de Antonio Negri, esta vez en colaboración con Giuseppe Cocco, en la que luego de asimilar en una misma “categoría de análisis” a Chávez, Lula y Kirchner dicen que: “En Brasil, la Argentina y Venezuela, un vasto terreno de experimentación y de innovación democrática debe profundizarse a partir de las relaciones abiertas y horizontales entre los gobiernos y los movimientos” (Cocco y Negri, 2006: 28). ¿Experimentación e innovación democrática en la Argentina o el Brasil de hoy?

11.12.06

El general asesino y traidor falleció en el Día Internacional de los Derechos Humanos

Augusto Pinochet: epitafio para un tirano
Mario Amorós
Rebelión
En enero de 1978 un tribunal italiano condenó a un policía llamado Eugenio D’Alberto por proferir una “ofensa imperdonable” a sus superiores: les había llamado “Pinochet”. El juez dictaminó que este término era una “calificación injuriosa”, ya que les acusaba de ejercer el mando con “métodos de naturaleza autoritaria y represiva” (Azócar, Pablo: Pinochet, epitafio para un tirano. Cuarto Propio, Santiago de Chile, 1998). A su muerte, 33 años después del golpe de estado que le instaló de manera ilegítima y brutal en el poder, Pinochet es repudiado como uno de los símbolos universales de la cobardía y la traición e incluso en Chile ha perdido numerosos apoyos desde que se descubrió que, además de ser el máximo responsable de crueles y masivas violaciones de los derechos humanos, saqueó los fondos públicos en proporciones multimillonarias.
Sin embargo, en su “legado” hallamos las claves que nos explican la situación actual de Chile. Al adelantarse en más de un lustro a Margaret Thatcher y Ronald Reagan en la aplicación del proyecto neoliberal, la dictadura de Pinochet condenó a la miseria a amplias capas de la población: en 1990, al ceder el poder al presidente Patricio Aylwin tras perder el plebiscito de 1988, el 45% de la población vivía en condiciones miserables. Aún hoy, a pesar de la reducción de la extrema pobreza, Chile es uno de los países donde la brecha social es más acentuada y donde la indefensión de los trabajadores frente al poder económico es mayor, puesto que está vigente el Código del Trabajo de 1980. Asimismo, las transnacionales del cobre, la pesca y la madera depredan los principales recursos naturales del país en virtud de su alabada “apertura” económica y la educación y la sanidad públicas han sufrido las consecuencias del “tsunami” neoliberal.
Por otra parte, y a pesar de los notables avances derivados de su histórica detención en Londres el 16 de octubre de 1998, la impunidad continúa vigente, gracias esencialmente al decreto-ley de amnistía de 1978, y la inmensa mayoría de los asesinos y torturadores goza de plena libertad. Durante los tres lustros de la interminable transición chilena sólo 46 personas han sido juzgadas y condenadas en firme por las violaciones de los derechos humanos y de ellas 24 ya han recobrado la libertad porque recibieron penas muy livianas. Los tres gobiernos anteriores al actual de Michelle Bachelet promovieron la elaboración de tres informes sobre los crímenes de la dictadura, pero no procuraron que sus responsables fueran juzgados, al contrario se empeñaron y se empeñan en garantizar su impunidad, desde las exitosas gestiones para lograr el retorno del tirano de Londres a, por ejemplo, el indulto en 2005 de Manuel Contreras Donaire, uno de los asesinos del sindicalista Tucapel Jiménez en 1981, por el presidente Ricardo Lagos.
Además del modelo neoliberal y de la ominosa herencia de la impunidad, Pinochet lega unas Fuerzas Armadas con privilegios inadmisibles en un régimen democrático y, aunque algunos de ellos han sido anulados por reformas constitucionales, todavía se apropian del 10% de los beneficios de la venta del cobre (la gran riqueza del país) y conservan una capacidad de intervención en la escena política considerable. Tampoco hasta el momento los militares han admitido su grave responsabilidad en la destrucción de la democracia el 11 de septiembre de 1973 y en la masacre del movimiento popular que sostuvo al Gobierno constitucional del Presidente Salvador Allende. Porque, como sostiene el sociólogo Tomás Moulian, “no tienen conciencia del daño que causaron, creen que esos asesinatos fueron necesarios, creen que formaron parte de la guerra por la civilización, contra el marxismo, que era el mal”.
No obstante, Pinochet ha fallecido a los 91 años de manera muy diferente a la que soñó: salvado de sentarse en los tribunales por demente, abandonado por la mayor parte de sus fieles (desprovistos también del argumento de la supuesta “austeridad prusiana” del general), repudiado por la conciencia democrática de la humanidad y procesado en distintas causas judiciales por violaciones de los derechos humanos.
La dictadura que encabezó fue uno de los capítulos más oscuros y tenebrosos de la historia americana del siglo XX. Porque destruyó un esperanzador proceso de cambio social en democracia, porque refundó el país a partir de los dogmas neoliberales y porque de manera cruel masacró a miles de personas e institucionalizó la tortura, hasta el punto de que el 13 de noviembre de 1974 el tirano aseguró a los obispos Fernando Ariztía y Helmut Frenz en referencia al cura español Antonio Llidó, secuestrado por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) el 1 de octubre y desaparecido tres semanas después: “Ése no es un sacerdote, es un marxista y a los marxistas hay que torturarles para que hablen. La tortura es necesaria para acabar con el comunismo”.
La geografía de la memoria histórica en Chile tiene al menos dos visitas inexcusables. Por una parte, el impresionante Memorial levantado en el Cementerio General de Santiago en recuerdo de las 3.197 personas oficialmente asesinadas o hechas desaparecer por la dictadura, con el nombre de Salvador Allende en el centro. Y por otra, Villa Grimaldi, un nombre que por sí solo condensa todo el indescriptible horror de la dictadura de Pinochet, un lugar donde cinco mil “prisioneros de guerra”, de la guerra que el tirano se inventó, fueron torturados de manera atroz y de donde al menos 226 personas fueron hechas desaparecer, probablemente al ser lanzados sus cuerpos al océano en helicópteros militares por agentes de la DINA.
Alejandra Holzapfel, una militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que fue torturada y violada en Villa Grimaldi cuando tenía 19 años, que incluso fue ultrajada después con perros en otro centro de detención de la DINA, asegura, en una metáfora de la suerte del pueblo chileno, que ha podido reconstruir su vida: “Ahora los que fuimos vejados y maltratados estamos sanos, tenemos vidas y familias normales, tenemos hijos y nietos, trabajamos. Yo todavía no pierdo las esperanzas, creo que va a llegar un momento en que vamos a construir una sociedad más justa, más solidaria, llena de amor”.
Testimonios como éste y la lucha de la izquierda chilena por la construcción de una alternativa socialista al modelo neoliberal (impuesto por la dictadura y mantenido de manera acrítica por la Concertación) constituyen la auténtica derrota histórica de Pinochet y su legado.

10.12.06

Borges y Perón

Por David Viñas
Sus diferencias son conocidas. Por eso mismo yo querría destacar sus parecidos; en sus escritos creo que podría encontrarse, en principio, una misma exclusión de la historia, que se manifiesta mediante la negación de la lucha de clases en Perón y en una literatura analgésica en Borges. En uno y en otro se asiste a una evacuación del sufrimiento y del drama inherentes a la vida cotidiana: evacuación que resulta, en el texto borgeano, de su oposición al “Centro” trágico y deslumbrante, y en los documentos de Perón, de su necesidad de borrar todo lo que implica un cuestio-namiento. Porque si los escritos de Borges no reconocen a sus lectores sino que los inmovilizan, el discurso de Perón no incorpora a sus mejores colaboradores sino que los fija. Y si el movimiento esencial de Borges se orienta hacia el ruego, el de Perón se especializa en las órdenes. Uno y otro, me parece, instauran un espacio vertical, de arriba hacia abajo y a la inversa, que poco a poco excluye toda dimensión horizontal: incapaz de hacer que una comunidad se respete incluso después de haber visto sus propias miserias, ambos prefieren –cada uno según los valores y con un objetivo diferentes– que esta comunidad continúe ignorándolos.
En otro aspecto –el empleo de las palabras– me parece útil establecer sus lazos de parentesco recíprocos con el Leopoldo Lugones de los años veinte: cuando Perón dice “muchachos”, está impregnado del Elogio de la espada pronunciado por Lugones en 1924 en ocasión del centenario de la batalla de Ayacucho; cada vez que Borges emplea el término peyorativo “muchachones”, está retomando los semitonos de Lugones de La Patria fuerte.
Podrían incluso establecerse similitudes en virtud de una cronología “generacional” previsible, de climas familiares comparables y de una historia compartida desde la Semana Trágica de Buenos Aires en 1919 hasta los años de la Década Infame (1933-1943). Verdadera matriz que conformó a los dos hombres en el período que precedió a su eclosión respectiva, sobre todo si se tiene en cuenta la influencia decisiva de la presidencia del general Justo (1932-1938), “tío” de Perón y mecenas de Borges.
Pero en realidad es el parentesco de símbolos entre Borges y Perón lo que me interesa particularmente. Símbolos poderosos: concentración de la línea elitista-liberal en Borges, encarnación de la corriente nacional-populista en Perón. Sobre todo en relación con los dos sectores de Argentina: la clase media liberal y la clase media populista, cuyas connotaciones preferidas son el doctor Houssay, el hombre que habló en La Sorbona y polo sacralizado por la tendencia liberal-elitista, y el tango trivializado, el Viejo Vizcacha y un Gardel de opereta para la franja nacional-populista. Dos sectores que, si se enfrentan en su adhesión, uno a Borges, otro a Perón, a menudo se intersectan y se ponen de acuerdo: en especial cuando se trata de exaltar el símbolo de una vieja Argentina de virtudes patriarcales tranquilizadoras y estereotipadas.
Sucede que el verticalismo al que me refería –tanto el de Perón como el de Borges– acarrea, tanto en los liberales-elitistas como en los nacionalistas-populistas, una adhesión exenta de crítica, incondicional en la mayoría de los casos; eclesiástica, diría. Y con ella todo lo que suponen el star system y el star cult: filisteísmo, identificación y proyección inmovilizadoras, autosatisfacción, incondicionalidad. Herencia a lo sumo, no apuesta.
Podría decirse, para intentar comprender un poco mejor, que Borges y Perón “son dos burgueses”. Dos grandes burgueses. Y si se quiere, los dos burgueses más célebres que haya producido Argentina. Que con ellos culminan la lite-ratura y la política concebidas en el núcleo programático inicial de 1845, dado que Perón y Borges –a pesar (y a causa) de sus contradicciones y sus matices– son la concreción perfecta de esta conciencia posible.
Lo que quiero decir es que las variantes a las que puede llegar el pensamiento burgués son infinitas. Infinitas sus posibilidades de combinación, pero finitos los ingredientes a partir de los cuales han sido formuladas la teoría y la proposición programática; y, lo que hoy me preocupa, agotadas. Porque si sus combinaciones pueden hacerse en un espacio imaginario (sea Madrid o un relato), su finitud y su agotamiento eclosionan en un espacio histórico concreto: la Argentina actual.
Es por eso que estos grandes símbolos que son Borges y Perón ya no constituyen hoy (justificando, realimentando y, si puede decirse, mitificando) sino un movimiento circular, del que por cierto no se escapará utilizando los recursos del collage.
En 1981, la legendaria revista francesa Les Temps Modernes, fundada por Jean-Paul Sartre, consagró su número 420 a la Argentina bajo el título “Argentina entre populismo y militarismo”. En aquel entonces, David Viñas firmó su artículo con el seudónimo Antonio J. Cairo.El artículo acaba de ser publicado por primera vez en castellano en la edición doble de La Biblioteca, la revista de la Biblioteca Nacional.

4.12.06

Convoca el Ejército Zapatista a una movilización mundial por Oaxaca

El 22 de diciembre, la cita; exige libertad de presos políticos de esa entidad y de Atenco

La Jornada
Palabras del delegado Zero de la Comisión Sexta del EZLN




COPAI-México.

I. La Otra Campaña en el norte de México: decir "Oaxaca" arriba y abajo

Cientos de detenidas y detenidos ilegalmente, decenas de desaparecidos, torturas, cateos, golpes. Hombres y mujeres jóvenes, indígenas, niños y niñas, ancianos y ancianas. Como quien dice: el pueblo oaxaqueño abajo. Arriba la Policía Federal Preventiva, los paramilitares de Ulises Ruiz, los grandes medios de comunicación, la clase política.

Callar frente a eso es decir "Oaxaca" desde arriba, y desde arriba hacer las cuentas alegres... e idiotas.

Porque allá arriba se aprestan a declarar que todo volvió a la normalidad y que el "conflicto" está controlado porque han sido detenidos "los dirigentes", como si ese movimiento tuviera "líderes" para ser comprados o presos o muertos. Dicen que ahora hay que voltear hacia otro lado. Es decir, no dejar de ver hacia arriba, hacia la parafernalia del poder político, hacia sus simulaciones, su aparentar que mandan y ordenan mientras el verdadero Poder da la orden del día a sus medios de comunicación, comentaristas, locutores, artistas, intelectuales, jefes de policía, mandos militares y paramilitares.

Decir "Oaxaca" abajo es decir compañera y compañero, es acoger a quien es perseguido, es movilizar las fuerzas propias para la presentación de los desaparecidos, para la liberación de las detenidas y detenidos, es informar, es llamar a la solidaridad y el apoyo internacionales, es no callar, es decir este dolor sureño y señalar que se extiende por todo el país y más allá de las fronteras de los cuatro lados, como si fuera por abajo donde se nombran, se hablan, se escuchan, se caminan los dolores.

Oaxaca se extiende en el dolor, pero también en la lucha. Pedazos de ese pueblo, como si de un rompecabezas se tratara, se reparten por todo el territorio nacional y más allá de un límite geográfico que, al menos en el norte, es más ridículo que nunca.

Durante los dos meses que tardamos en caminar las diferentes esquinas del norte mexicano, Oaxaca fue apareciendo una y otra vez. Y se vestía de dolor y rabia, y nos hablaba y nos miraba.

Y la Otra escuchó y escucha, y tiende los brazos como los tendieron, en solidaridad con Oaxaca, los límites de zapatistas que en dos ocasiones paralizaron los caminos de Chiapas, y las Otras en todos los rincones del México de Abajo, y los otros y otras en las esquinas del mundo. Como los tienden. Como los seguirán tendiendo aunque nadie lleve la cuenta, como no sea el espejo fragmentado que somos quienes nadie somos.

Frente a Oaxaca, para Oaxaca y por Oaxaca, decimos:

COMUNICADO DEL COMITÉ CLANDESTINO REVOLUCIONARIO INDIGENA-COMANDANCIA GENERAL DEL EJERCITO ZAPATISTA DE LIBERACION NACIONAL. MEXICO.

2 de diciembre de 2006.

Al pueblo de México:

A los pueblos del mundo:

Hermanos y hermanas:

El ataque que sufrió y sufre nuestro hermano pueblo de Oaxaca no puede ser ignorado por quienes luchamos por libertad, justicia y democracia en todos los rincones del planeta.

Por eso, el EZLN llama a toda persona honesta, en México y en el mundo, para que se inicien, desde ya, acciones continuas de solidaridad y apoyo al pueblo oaxaqueño, con las siguientes demandas:

Por la representación con vida de los desaparecidos, por la liberación de las detenidas y detenidos, por la salida de Ulises Ruiz y las fuerzas federales de Oaxaca, por el castigo a los culpables de las torturas, violaciones y asesinatos. En suma: por la libertad, democracia y justicia para el pueblo de Oaxaca.

Llamamos a que en esta campaña internacional se diga, de todas las formas y en todos los lugares posibles, lo que ocurrió y ocurre en Oaxaca, cada quien en su modo, tiempo y lugar.

Llamamos a que estas acciones confluyan en una movilización mundial por Oaxaca el día 22 de diciembre de 2006.

El pueblo oaxaqueño no está solo. Hay que decirlo y demostrarlo, a él y a todos.

¡Democracia!

¡Libertad!

¡Justicia!

Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Libertación Nacional.

México.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, diciembre de 2006.

II. 45 mil kilómetros en (Otra) campaña

En su participación en la primera etapa de la Otra Campaña, la Comisión Sexta del EZLN recorrió alrededor de 45 mil kilómetros (47 mil 890, apuntó alguien que llevó la cuenta) en territorio de lo que ya podemos llamar, con conocimiento de causa, efecto y destino, el Otro México, el de los de abajo.

Lo que vimos y escuchamos no sólo echó por tierra aquello de los 31 estados y un Distrito Federal, ya que nos encontramos con compañeros y compañeras de, al menos, 35 entidades: las 32 de la geografía de arriba, más la Comarca Lagunera, la Huasteca y esa entidad que crece en identidad propia al norte del río Bravo.

El aliento que mueve a la Otra Campaña es tan grande que no cabe ni dentro de las fronteras: al norte del río Bravo hay otro México.

"Nunca perderemos. Estamos aquí. Vamos a estar aquí siempre", dice una niña chicana que sabe lo que dice.

Escuchamos y vimos muchos Méxicos, con colores y lenguas distintas, con pasos diferentes. Y con ellos nos dimos cuenta que todos se hacen uno al hablar el dolor y actuar la rebeldía.

A pie, en moto, en caballo, en bicicleta, en auto, en tren y en barco, hicimos 45 mil kilómetros de campaña muy otra y, para usar las palabras de una mujer indígena rarámuri, en la sierra Tarahumara, "vimos la enfermedad y ahí mismo encontramos la medicina".

Con luz propia brilló el dolor, y empezó a cintilar el árbol de la resistencia que abajo está enraizado desde siglos.

No podemos seguir resistiendo solos, cada quien por su lado. Necesitamos unirnos, por nosotros y por todos.

En pocas palabras, México sólo podrá vivir si vive el México de abajo.

Y en México de abajo sólo podrá vivir con la libertad de l@s pres@s de Atenco, la de tod@s l@s pres@s políticos del país, la presentación con vida de l@s desaparecid@s y la cancelación de todas las órdenes de aprehensión en contra de luchador@s sociales.

III. Ni azul ni amarillo, el Otro Norte también existe

Las cuatro ruedas del capitalismo: despojo, desprecio, explotación y represión, unen abajo lo que arriba dividen basados en encuestas y deseos azules y amarillos.

La Otra Campaña ha recuperado al país, ha descubierto que el norte es también México.

Algunos botones de muestra:

Hay una línea arriba que une a Teacapán y Dautillo, en Sinaloa, con Isla Mujeres, en Quintana Roo, y Puerto Progreso, en Yucatán; a Joaquín Amaro y San Isidro, en Chiapas, con Matamoros, en Tamaulipas, y El Mayor, en Baja California.

En estas ocho esquinas del México de abajo, familias de pescadores son perseguidas por trabajar. Así se da la criminalización del trabajo, bajo la coartada del cuidado del medio ambiente.

La política ambiental de los gobiernos neoliberales, tanto el federal como los estatales y municipales, es de destrucción de la naturaleza... o de arrebatarla a sus legítimos guardianes para entregarla a la voracidad de las grandes empresas.

Por otro lado, en tres estados, Sonora, Zacatecas y San Luis Potosí, gobernados por el PRI, el PRD y el PAN, respectivamente, se puede constatar lo que representa eso de "mantener las variables macroeconómicas".

En ellos se da la destrucción del campo mexicano y el despoblamiento por la expulsión de millones de mexicanos hacia Estados Unidos. Y la reconstrucción de las viejas haciendas porfiristas y su redoblamiento con migrantes indígenas de los estados del sur y el sureste de México.

En México, la "modernidad" es volver a la época porfirista.

IV. Después del siglo XX, arriba sigue... el siglo XIX

La máquina de hacer mercancías se esconde en la causa pero no en el efecto. Tras el mercado y tras el salario se oculta el núcleo fuerte del sistema: la propiedad privada de los medios de producción y de cambio.

La nuevas naciones que participan en la neoconquista de México están formadas por los bancos, las industrias y el comercio, todos extranjeros. Y sus ejércitos de conquista y ocupación son diputados, senadores, presidentes municipales, diputados locales, gobernadores, presidentes de la República, secretarios de Estado.

Esta es la historia presente que une al México del norte, centro y sur. Los tiempos de fin del siglo XIX e inicios del XX han regresado:

­ Despojo de tierras.

­ Destrucción de la cultura y la historia.

­ Destrucción de la naturaleza.

­ Destrucción del tejido comunitario.

­ Destrucción de la cultura organizativa.

­ Violencia de género contra las mujeres, intrafamiliar, social, cultural e institucional.

­ Desprecio a l@s mayores, l@s ancian@s.

­ Mercantilización de la niñez.

­ Criminalización de la juventud.

­ Privatización de la enseñanza media superior y superior.

­ Desmantelamiento del sistema educativo primario y secundario.

­ Desmantelamiento de la seguridad social.

­ Destrucción y reconstrucción de las condiciones laborales, para volverlas al tiempo de Porfirio Díaz.

­ Arrinconamiento del comercio ambulante y asfixia del pequeño y mediano comercio; para beneficio del gran capital co-mercial extranjero.

­ Desprecio y represión contra la diferencia sexual, inclusive dentro de la izquierda.

­ Autismo perverso de los grandes medios de comunicación.

"El hambre tumba, pero la dignidad indígena levanta", nos dijo una mujer indígena, jefa de los kumiai.

En México se trabaja para no morir y se muere en el trabajo.

V. Somos quienes somos

El cuerpo principal de la Otra Campaña son indígenas, jóvenes y mujeres. Trabajador@s del campo y la ciudad, tod@s ell@s.

En el norte encontramos a Oaxaca en los triquis, mixtecos y zapotecos; y también a kumiais, kiliwas, kukapás, tohono o'odham o papágos, comca'ac o seris, pimas, yaquis, mayos yoreme, rarámuris, caxacanes, coras, wixaritari, kikapús, maskovos, teenek, pames, nahuas, chichimecas, tepehuanos, guarijios.

En los pueblos, tribus y naciones indígenas del norte es más frecuente y natural encontrar a mujeres como jefas, dirigentes y líderes.

"Queremos seguir siendo lo que somos", nos dijo una indígena rarámuri. Y lo podría haber dicho un joven, una jóvena, una mujer.

"Que camine la voz, para darle fuerza a este mundo", dice la mujer, joven e indígena en el norte de México.

VI. Abajo, un corazón se conoce

La lucha anticapitalista no nace con la Sexta Declaración y la Otra Campaña; ha seguido y sigue muchos caminos en organizaciones políticas, sociales, no gubernamentales, pueblos indios, colectivos, grupos, familias e individuos.

La Sexta y la Otra han sido el llamado a encontrarnos, conocernos, respetarnos, unirnos.

Y se logró.

Ahora debemos todos, todas, responder como la Otra Campaña quiénes somos, dónde estamos, cómo vemos México y el mundo, qué queremos hacer y cómo lo vamos a hacer.

Por eso estamos invitando a la consulta interna del 4 al 10 de diciembre de este año.

La Otra Campaña no es otra lucha abajo, es la de cada quien, pero tendiendo otros lazos, los de la solidaridad y el apoyo, los del mismo dolor e idéntica rebeldía, los del respeto, los de las diferencias conociéndose y reconociéndose.

El Otro México empieza abajo. Y no termina hasta que se rehaga, porque falta lo que falta.

La Otra Campaña se hace Otra frente al arriba y a sus espejos. No vamos a confluir ni a unirnos. Quienes se oponen a Calderón desde arriba no buscan un cambio de país, sino llegar al Poder. Quienes nos oponemos a Calderón desde abajo, estamos en contra de todo lo que allá arriba simula ideas y practica desprecios.

El oficial será derrocado, y el "legítimo" también, y lo mismo el nombre que tome quien suponga que todo volverá a ser igual y que de arriba se decide por y contra lo de abajo, para administrar la misma pesadilla que padecemos.

Este país está lleno de esquinas, de rincones. De ahí, y no de los palacios, de las sedes de gobierno y búnkers de la clase política, saldrá, crecerá y será otra alternativa.

Todo el país vive en una cárcel, pero hay cárceles que parecen y son prisiones. Por eso la lucha por la presentación con vida de los desaparecidos, la libertad para l@s pres@s de Atenco, y ahora de Oaxaca, deben ser parte de una campaña nacional.

Junto a esto, se pueden levantar movimientos nacionales contra las altas tarifas eléctricas, la defensa y protección del medio ambiente y la promoción del co-mercio ambulante y pequeño comercio, así como el boicot al gran comercio.

Como zapatistas llamamos la atención sobre lo que tienen de aporte la luchas anticapitalistas de grupos y colectivos anarquistas y libertarios en su autogestión.

En Chihuahua nos platicaron de los tlatoleros, los mensajeros indígenas que recorrían los pueblos invitando a levantarse contra el virreinato. De una u otra forma, hemos sido y seremos eso.

Mientras quienes miraron hacia arriba vuelven a lo cotidiano y al tema de moda, la Otra Campaña se mira a sí misma, se define, se prepara.

Arriba miran, hablan y preguntan por el 2012. Abajo la Otra Campaña seguirá preguntando quién y qué en el Programa Nacional de Lucha, después el cómo y cuándo. Entonces el calendario de arriba será roto y seguirá otro de abajo y a la izquierda.

Llegó la hora. Seremos lo que somos, pero otros mejores.

Hay que despertar.

Subcomandante Insurgente Marcos.

Comisión Sexta del EZLN.

Delegado Zero.

México, diciembre de 2006.

P.D. En el cuartito sin ventanas de Sombra, sólo el reloj permite distinguir al día de la noche. Ahí siempre es madrugada. Sombra se prepara ahora para volver a las sombras que lo nacieron y lo alimentan. Hace cuentas y recuentos. Se acomoda de nuevo el corazón rompido y lleno de cicatrices y remiendos. Leva anclas, despliega velas. Otro país lleva pegado en los pies, en la piel, en los oídos y en la mirada. Lleva un dolor y una rabia que no cabe en las palabras de todas las lenguas. En las montañas del sureste mexicano, en el moreno corazón colectivo que manda, espera una respuesta que ya conoce desde hace siglos: hay que amanecer, como de por sí amanece, es decir, con dolor y con rabia. Sombra sabe lo que escuchará de la morena montaña que
lo guía. Dando alivio al dolor y esperanza a la rabia, en lengua ancestral dirá: "No preocupas mucho, no tengas pena, que no esté triste el corazón de nuestra Patria, porque todavía falta lo que falta".

3.12.06

Belén Gopegui. Palabras con hechos

Presentación en La Habana del libro "Cien Horas con Fidel", de Ignacio Ramonet

Belén Gopegui
Rebelión
He presentado el libro que hoy nos ocupa en una ocasión en Madrid. Presentar un libro se parece a esperar a alguien que viene de lejos y darle la bienvenida. En aquel momento, en Madrid, me correspondió sobre todo la tarea de decir a quienes nos acompañaban lo que el libro no era, quién no venía, qué no debían esperar. Porque procedo de un país en donde la falsedad y la incultura se alían para producir puntos de vista que sólo interesan a los privilegiados. “No es lo mismo”, dice Fidel en este libro, “una mentira que un reflejo condicionado. La mentira afecta al conocimiento, el reflejo condicionado afecta a la capacidad de pensar”. Procuré, en aquella ocasión, alterar el reflejo condicionado creado por los medios de divulgación masiva.
Hoy me encuentro en la situación opuesta. Por un lado, las personas que me escuchan ya conocen las dos ediciones anteriores del libro o han oído hablar de ellas. Por otro, estoy en la tierra que es una con el libro y su protagonista. Y pienso que acaso pueda ser útil contar aquí lo que este libro significa para quienes vivimos fuera, lo que tiene de verdaderamente único y no sólo necesario sino vital. Contarles por qué este libro es para la izquierda mundial, como se dice de algunos problemas y cuestiones, un libro de vida o muerte.
Entre las figuras fundamentales en la historia de la humanidad se cuenta Sócrates. La vida de este filósofo estuvo dedicada a argumentar que es preciso vivir de acuerdo con el bien, y que de ningún modo se debe cometer injusticia. Aunque durante dos mil cuatrocientos años sus razones han sido estudiadas, muy pocas veces se han puesto en práctica. Las decisiones que han marcado la evolución de la humanidad casi siempre se han tomado en atención a criterios como el beneficio del capital o el miedo. Hubo momentos, así la revolución francesa o la rusa, en los que parecía que iba a ser posible escapar de esos criterios, pero al final esos momentos fueron devorados por los enemigos de Sócrates, los sofistas, aquellos que sólo buscaban el beneficio privado a costa del bien común.
Voy a comparar el libro que hoy nos ocupa con los diálogos socráticos. El científico se ocupa de las leyes de la naturaleza, y el intelectual de las leyes de la conducta humana. Es lo que hizo Sócrates, y lo que hace Fidel en este libro. Con una diferencia. Sócrates, en los albores del pensamiento, se vio obligado a actuar en solitario. “Es preciso”, dijo, “de toda necesidad, que el que quiere combatir por la justicia, por poco que quiera vivir, sea sólo simple particular y no hombre público”. Esto era así porque Sócrates, como tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia, vivía en una ciudad llena de intereses mezquinos, esclavista, injusta. Sócrates no cedió nunca, de un modo individual, ante la injusticia. Pero tampoco pudo poner en práctica la acción intelectual de todo un pueblo.
Lo que tiene de inédito este libro, de único, es que nos permite dialogar con quien puede dar cuenta de un fenómeno para el cual han hecho falta dos mil cuatrocientos años. Sócrates quiso ser justo, pero la organización social en la que estaba inmerso le condenó. Dos mil cuatrocientos años más tarde, en lo que Bush ha definido como “un oscuro rincón del mundo” y hoy llamamos el lugar más luminoso de la tierra, aquí, precisamente aquí, un colectivo de seres humanos puso en práctica lo que Sócrates apenas había sugerido: para que todas las personas pudieran ser justas debían vivir en una comunidad organizada de acuerdo con ese propósito. A esto se le ha llamado revolución. Y es como si Fidel le dijera a Sócrates: tú has hablando de cómo deben vivir los hombres, ahora yo te hablo de qué pasos hemos dado para que tu modelo de conducta sea posible.
La revolución cubana no ha sido la primera revolución y no sólo es fruto de la acción de cubanos y cubanas, sino también de numerosas luchas que han tenido lugar en distintos lugares a lo largo de la historia. Ahora bien, ¿qué es lo que la hace distinta de otras, y más necesaria y aún de vida o muerte? Muchos son sus rasgos, hasta quince expuso ayer Felipe Pérez Roque, todos ellos encarnados en la figura de Fidel. Voy a citar sólo uno, que de algún incluye a los otros. “Jamás”, afirma Fidel en este libro, “dentro de los medios de lucha, nosotros contemplamos lo inmoral”. Vengo, como la mayoría de ustedes, de tradiciones de izquierda y, antes de leer este libro, alguna vez la indignación, la rabia, me llevaron a explicar decisiones estratégicas como el pacto germano-soviético en aras de la necesidad de defenderse de los sucios ataques de los poderosos. Ahora creo haber aprendido para siempre, pues este libro lo argumenta de modo ineludible, que la rabia no debe ser más fuerte que los principios.
“Una cosa”, como señala Fidel, “es la astucia, la inteligencia, la psicología”, y otra pensar que el medio puede separarse del fin. No se trata siquiera de que el fin pueda o no justificar los medios, se trata de que ambos son una sola cosa. Esta verdad es expuesta en el libro fundamentalmente con hechos, con el relato de actos, elecciones y comportamientos que han tenido lugar, que no son la expresión de un deseo o de una teoría, sino tiempo vivido. Los cinco héroes saben muy bien lo que esta verdad significa, en cambio el gobierno que les tiene presos lo ignora por completo. Los cinco saben que una cosa es usar la astucia para proteger a su país y otra, que nunca harían, traicionar los valores que defienden. Lo saben por ser los hombres excepcionales que son, pero también por ser los hombres comunes crecidos en una sociedad organizada para que saberlo sea posible. La rabia no debe ser más fuerte que los principios: esta verdad, como el libro en su conjunto, está llamada a constituirse en el referente universal de la izquierda. Por eso no es de extrañar que haya sido preciso revisar y ampliar sucesivamente el libro: para que nada se olvide.
En 1966 un premio Nobel de física escribía en una carta: “Respecto a palabras y hechos, yo no me opongo a las palabras, sino sólo a palabras sin hechos. ¿No cree usted que deberían ir algunos hechos con las palabras de modo que se aprenda algo sobre las palabras de los matemáticos y no sólo las palabras que usan los matemáticos?”. Muchos años antes, como saben, en el Cid había aparecido la misma preocupación expresada de este modo: “¡Lengua sin manos, cómo osas hablar!”. Hemos de hacer esta pregunta siempre a los políticos capitalistas; cada vez que osen hablar de valores, de ecología, de respeto, de solidaridad, les diremos: “¿No creen ustedes que deberían ir algunos hechos con las palabras?”. El libro que hoy presentamos demuestra con hechos y con palabras que el mantenimiento de una conducta justa en cualquier situación es el único modo que tiene la izquierda de avanzar, y el único modo que tiene la especie humana de no morir destruida por su ignorancia.
“Yo le estoy contando nuestra historia”, le dice en un momento Fidel a Ramonet. Quienes no hemos hecho la revolución ni la hemos sostenido sino que apenas la hemos visto crecer día tras día, escuchamos la historia de lo que ha pasado porque es también la historia de nuestro futuro. Y a Fidel, le decimos: Lengua con manos, tú sí que puedes hablar.

1.12.06

Subcomandante Marcos. La rebelión en puerta

Zósimo Camacho/ Nancy Floresi
Contralinea
El subcomandante Marcos promete que Felipe Calderón no terminará su sexenio, pues antes de 2012 será inevitablemente derrocado. Reconoce que se equivocó al considerar que los capitales mexicano y estadounidense serían “más inteligentes” y colocarían a López Obrador en la Presidencia de la República, “pero optaron por la vía más rápida para una revuelta nacional”.Torreón, Coah. “Calderón no termina. Lo que falta definir es si a la caída de Calderón sigue otro país o sigue otro remedo de tránsito”, dice el subcomandante insurgente Marcos, jefe militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).En entrevista con Contralínea, el jefe guerrillero agrega que el presidente electo, resultado de “un fraude tan evidente”, llegará a la titularidad del Poder Ejecutivo con menos legitimidad que Carlos Salinas de Gortari y sólo tan espurio como Porfirio Díaz, quien intentó mantenerse en el poder mediante el fraude electoral que detonó la Revolución de 1910. Asegura que los únicos asideros en México de Calderón Hinojosa serán “los medios masivos de comunicación y las bayonetas”, pues “ni a su partido controla”.El encapuchado considera que el sexenio que está por comenzar ni siquiera favorecerá a los empresarios mexicanos, pues los principales beneficiarios de las reformas energética y fiscal y la “mano dura” serán los grandes capitalistas estadounidenses.A decir de Marcos, los que mandan en este país, o sea “la banda” que encabeza Carlos Slim, “apostaron a que Calderón les iba a dar más garantías de sobrevivencia, pero les va a dar la última paletada de tierra. El gobierno de Calderón va a ser lo que le diga el Departamento de Estado norteamericano” y éste quiere todo, incluyendo las empresas “del ’Maseco’, Salinas Pliego, Azcárraga y Zambrano”, quienes quedarán como administradores de oficinas de empresas que fueron suyas.Sostiene que el movimiento que encabeza López Obrador no tiene otro destino que “la venta, si no es que ya lo vendieron”, y que una presidencia del tabasqueño hubiera sido de mayor utilidad al capital porque le garantizaba la continuidad de la misma política económica pero con “mayor control social”.Reitera su respaldo a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en su demanda de la salida del gobernador Ulises Ruiz, y reconoce que la organización oaxaqueña es un modelo que La Otra Campaña aspira a concretar a nivel nacional.Después de haber recorrido 26 estados de la República como Delegado Zero de la Comisión Sexta del EZLN —en donde promueve las alianzas que terminarán en una “insurrección nacional civil y pacífica”—, dice que la resistencia al neoliberalismo que se está aglutinando alrededor del movimiento convocado por la Sexta Declaración de la Selva Lacandona “es tan grande que ya no tenemos porqué detenernos en la resistencia: en lugar de hacer una cerca para evitar que el lobo nos robe muchas ovejas, mejor vamos por él y liquidémoslo”.El dulce aroma del maple, que ineludiblemente lo acompaña, se instala en una de las aulas de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro cuando el jefe guerrillero vierte una pizca del rojizo tabaco en su pipa. No la enciende de inmediato. Bajo su infranqueable pasamontañas negro se advierte un cabello largo, un bigote abultado y una barba crecida en el mentón.—Dabas por hecho que el próximo presidente de la República sería López Obrador porque, decías, garantizaba la continuidad del capitalismo con una supuesta redistribución de la riqueza. Sin embargo, quien está a punto de asumir es Felipe Calderón. ¿Te equivocaste al señalar que ambas opciones representaban lo mismo?—No son iguales. Era mejor para el capitalismo salvaje la opción de López Obrador, porque significaba mantener la política económica, lo que él llamaba “mantener las variables macroeconómicas”, con control social. Nos equivocamos en asegurar que el capital mexicano y el norteamericano eran más inteligentes de lo que son; que iban a entender lo que López Obrador les estuvo diciendo una y otra vez: que no iba a haber ningún daño para ellos; que se iban a respetar sus ganancias; simplemente se iba a redistribuir la riqueza que se estaba atorando en el sistema político. Él nunca ofreció reducir ni la tasa de ganancia ni las políticas de despojo que hay actualmente.—¿Por qué entonces finalmente los grandes empresarios y las instituciones del sistema político mexicano se decidieron por Felipe Calderón?—Lo que ocurrió fue que tenían miedo de que López Obrador fuera a despertar algo que no pudiera controlar y que fuera rebasado. Cuando ellos hacían la semejanza entre López Obrador y Chávez no se estaban refiriendo a que hubiera alguien con las poses de Chávez sino a que se generara un movimiento y una confrontación social que no la iba a poder controlar López Obrador ni nadie. Y ellos optaron por la línea más rápida o expedita a la destrucción de las bases materiales de la nación. O sea: las grandes reformas que están pendientes, dicen ellos, y que son la de los energéticos, la fiscal y la de la tierra, que me refiero no sólo a la tierra sino al agua, aire y recursos naturales. Eso es lo que se necesita para acabar de destruir al país y convertirlo en un páramo sin gente y sin ningunacapacidad productiva. Lo que ellos hicieron a la hora de elegir a Calderón es elegir la forma más rápida de llevar a este país a la destrucción, suponiendo que basta con la acción represiva para controlar las cosas. A grandes rasgos, el gran capital mexicano y norteamericano optó por la vía más rápida para una revuelta nacional.—Pero qué intereses está representando Calderón. ¿Será un gobierno más represor del que sería uno encabezado por López Obrador?—Calderón tiene una dificultad que López Obrador no hubiera tenido: la ilegitimidad. Desde la reelección de Porfirio Díaz en 1910 ningún otro presidente, ni siquiera Carlos Salinas de Gortari, había llegado tan ilegítimo, con un fraude tan evidente. Prácticamente lo único que le queda a Calderón para empezar apenas a gobernar es, por un lado, el pie de los medios masivos de comunicación y, por otro, el de las bayonetas. Pero los propietarios de los medios masivos de comunicación tienen un problema que no alcanzan a ver, que es el de la credibilidad. A la hora de que los grandes medios como la televisión, la radio y las grandes empresas editoriales abrazan a la clase política, abrazan también su descrédito. El repudio cada vez más grande que hay para los trabajadores de las dos más grandes televisoras, lo hace cada vez más patente. Y el hecho de que tengan que recurrir en forma lastimera a programas que son cada vez más ridículos para llamar la atención, es otro síntoma.Los ratings de los noticiarios van para abajo. Y en la mayoría de la gente está el descrédito de que lo poco que se ve, no se cree. Y todo esto ha sido compartido por los grandes periódicos y también por las revistas.—El pasado proceso electoral, que has calificado como fraudulento, ha generado un movimiento social de apoyo a López Obrador. Sus simpatizantes lo han nombrado presidente legítimo y él ha convocado a una Convención Nacional Democrática (CND).El 20 de noviembre iniciará su gobierno en resistencia. ¿Qué podemos esperar de este movimiento que ha tenido la capacidad de convocar a millones de personas? —Que va a ser vendido. El problema del movimiento que respalda a López Obrador en contra del fraude electoral es la dirección. Y es un ejemplo de lo que López Obrador iba a ofrecer en caso de llegar a la presidencia. Esta mentira de una nueva forma de hacer política con los viejos políticos de siempre, los que estuvieron brincando de un lado para otro. El símbolo de ese supuesto cambio que ofrecía López Obrador es Muñoz Ledo, que ya no le falta ningún partido al cual brincar, tal vez el Panal con Elba Esther Gordillo. Y la dirección y la elite política del PRD, los dirigentes y los que tienen cargos populares, lo van a vender a la primera, si no es que ya lo vendieron. Y buena parte de la movilización social que se despertó después del fraude del 2 de julio estuvo manejada por estas personas, dejando de lado que había gente honesta y creía en lo que creía y que estaba dispuesta a todo. Y esa presión social está siendo usada por esa dirección del PRD y esos viejos políticos para negociar con el gobierno. Y ahora también está la cabeza de López Obrador sobre la mesa de negociación, así como todo el movimiento social que estaba respaldándolo. Conforme ha avanzado el tiempo ellos han visto con beneplácito el desgaste de la parte mediática de la figura de López Obrador. El hecho de que cada vez que se presenta haya menos gente y sea menos beligerante y combativa es para ellos una ventaja, porque López Obrador se estaba convirtiendo como en Cárdenas en su tiempo, en una sombra para sus intereses. El destino del movimiento opositor que encabeza López Obrador es la venta. Van a ser vendidos. El cálculo que hacen allá arriba los del PRD, los diputados y senadores, es que pase de moda. Le van a dar la salida que le dieron a Cárdenas en su tiempo, un instituto o algo o que se pasee por el país como presidente legítimo pero que no produzca ningún efecto. —¿Y la opción del gobierno en resistencia?—El problema de un gobierno alternativo es que tiene que gobernar; si no, es una declaración. Y un gobierno que realmente gobierne tiene que dictar leyes y contarcon la capacidad de hacerlas cumplir. Tiene que hacer un nuevo pacto social, una nueva forma de convivir. Y en el caso de López Obrador, hasta a hora, no existe eso, incluso ha dicho que no se trata de dejar de pagar impuestos o de establecer otra justicia. Ahorita el problema de la tierra es el artículo 27. Un gobierno quese plantee como opositor al gobierno de arriba tiene que definirse respecto al artículo 27, o sea tiene que darle marcha atrás [a la reforma salinista]. Si el gobierno de López Obrador planteara eso, su movimiento, que ahorita fundamentalmente es urbano y de clase media, se convertiría en un movimiento campesino; y, como ya hemos visto, el campesino ya no tiene más que irse al otro lado o luchar por la tierra. No hay una definición sobre ese punto. En el caso de la pequeña y mediana industrias tanto agrícola como urbana, el Tratado de Libre Comercio la ha liquidado. Y no se plantea nada radical frente al TLC, que lo fundamental sería desconocerlo, que no valga unilateralmente. Eso significaría volver a proteger el mercado interno, que está completamente minado. Su única definición más o menos de izquierda era la del cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, que era algo que no le tocaba, que necesitaba enarbolar el partido, los diputados y senadores porque corresponde a ellos esa modificación constitucional. Y a nuestra manera de ver, tenía que ver nada más con que de los movimientos que hay en México el que tiene impacto mediático es el zapatista y era la forma de montarse en eso.Un gobierno alternativo debía de tomar la tierra, repartirla, dictar leyes de comercio, como hacen las juntas de buen gobierno en Chiapas o como hacen los municipios autónomos indígenas en otras partes del país. Esos sí son gobiernos alternos. En algunas partes entra en tratos mutuos de gobierno a gobierno con losgobiernos estatales o municipales, pero en su estructura interna no se modifica.El cambio fundamental que habría en estas declaraciones de López Obrador es que se planteara la tarea de gobernar en resistencia como lo hizo Juárez. Ahí sí. Porque usa mucho la imagen de Juárez, pero Juárez sí se enfrentó al imperio de Maximiliano —y de Carlota, porque sabemos que desde entonces está la moda ésta de las parejas presidenciales—; gobernó, dictaba leyes, y sí era un gobierno itinerante que iba de un lado para otro pero estaba gobernando en resistencia y sin recursos, pero estaba dictando leyes, llamando a la gente que las hiciera cumplir, completamente en contraposición al otro. El problema que vemos es que vaya a pasar lo mismo que pasó con la movilización postelectoral en el plantón de Reforma y el Zócalo, y es que no se genere organización, que es la diferencia con Oaxaca, que es un movimiento que sí está generando autoorganización en la gente. Y que dependa tanto del líder, de lo que él diga o deje de decir.En el caso de nosotros como indígenas, los que asisten como representantes del movimiento indígena en la CND son los empleados de Fox. Es Marcos Matías, ahora diputado por el PRD, pero estuvo de empleado de Xóchitl Gálvez en el INI y luego desapareció y durante mucho tiempo estuvo como funcionario. Ése es el movimiento que simplemente les está dando una apariencia de imagen, de legitimidad; pero que no representan absolutamente nada. Y la parte fuerte del movimiento indígena en México ni siquiera es el EZLN. Es el Congreso Nacional Indígena. Y juegan con esto de las siglas y le ponen Convención Nacional Indígena y llama CNI, sin aclarar que es la Convención y no el Congreso para empezar a jalar esto.El tabaco comienza a arder en la pipa y el humo constantemente envuelve la cabeza del guerrillero. Con excepción del pasamontañas, el resto de su uniforme tiene remedos sobre remedos. La gorra beige conserva, al frente, las tres estrellas que alguna vez fueron rojas; el paliacate no es más que jirones de tela anudada quecasi se deshace al tacto, y las botas, cosidas hasta lo imposible, parecen agrietarse y abrirse más con cada movimiento del guerrillero.—Hemos estado observando la lucha de la Asamblea de Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en demanda de la salida del gobernador Ulises Ruiz. Y también hemos visto la respuesta de los gobiernos federal y estatal que tratan de mantener al mandatario a toda costa. ¿Qué lecciones puede obtener el EZLN y La Otra Campaña de estos hechos, tanto desde el punto de vista de la organización de la APPO como de la respuesta de los gobiernos?—La primera gran lección: es un movimiento donde no hay un líder identificado, que sea salvable, porque hay unos que se identifican y dan pena ajena. El caso del movimiento de la APPO se trata de un movimiento donde sí manda la gente, por decirlo de alguna forma, y empieza a suplir con éxito las labores del gobierno. En el caso de la respuesta del gobierno federal, como siempre, es que calcula mal la respuesta de la gente.Nos están platicando que cuando la [Policía] Federal Preventiva [PFP] tira gases, son de color amarillo. Es un químico que se supone se pega a la piel y te da pa’ bajo, o sea que te pone como si estuvieras tomando Diazepan. Y se supone que todos se deberían de ponerse tranquilos y dóciles. Por supuesto, no está funcionando.Los gringos ya lo habían probado en Irak y no funcionó. Y lo probaron en Afganistán y no funcionó. Nunca les ha funcionado. Se lo pasan a los del gobierno mexicano, que compran cualquier pendejada. Y calculan que una acción represiva va a provocar inhibición del movimiento y va implicar retroceso. Y lo que ha demostrado el movimiento de la APPO es que ocurre lo contrario.El movimiento se empieza a desgastar y se empieza a reducir y viene un hecho represivo y la gente los apoya. Oaxaca es un punto tan sensible casi como Chiapas.Y la lección que está dando el gobierno es que en lugar de optar por el diálogo está optando por la represión. Qué mensaje le estás dando a la gente en un lugar en donde hay movimientos armados. Así los movimientos armados no necesitan reclutar a nadie. El gobierno les está haciendo el trabajo de reclutamiento: a toda esa gente golpeada y gaseada le está diciendo: ’no te queda otra opción más que alzarte’.Nos parece absurdo, pero todo el sexenio de Fox ha sido absurdo, que el Estado mexicano apueste tanto por un criminal, que no lo quiere nadie, que es Ulises Ruiz. Ya hasta el sector empresarial dijo que se vaya; el Senado dijo que se vaya; los diputados… Entonces nada más está sostenido por la Policía Federal Preventiva y, según nos dicen, está entrando la Policía Militar y la Armada de México. Y no tiene ningún sentido a no ser que empiece a cundir el ejemplo de laAPPO en el resto de los estados. Y sí. Porque ese problema se pudo haber resuelto desde meses antes con la salida de Ulises Ruiz y un gobierno de mediación. Y ahora Fox va a terminar su sexenio con ese problema y Calderón va a comenzar el suyo con ese problema, además de la falta de legitimidad, además de La Otra Campaña.La gran lección de la APPO y del pueblo de Oaxaca es que es posible hacer esto y que es necesario que La Otra Campaña acabe ya de tejer la red porque estamosreaccionando a lo de Oaxaca, ahora sí que sobre las rodillas, ya cuando nos están golpeando. Debíamos ya de tener la capacidad en todo el país para acompañar todas sus demandas. Lo que sigue es que caiga Ulises Ruiz y que la APPO y el pueblo de Oaxaca empiecen a plantear otras cosas. Pueden reprimir, pero la organización ahí va a quedar. Aun así, aunque salga en la televisión que los están golpeando y que tomen muchos presos, el proceso de autoorganización que generó en grupos y colectivos es invaluable, y eso no va a tener vuelta de hoja.—Flavio Sosa, uno de los líderes de la APPO, ha comentado que están en contacto con Andrés Manuel López Obrador y contigo. Que hay negociaciones para que La Otra Campaña y el movimiento de López Obrador se unieran con la APPO para derrocar al gobierno de Felipe Calderón. Cuál es tu opinión al respecto.—No, no hay nada de eso. Lo único que sabemos que hay en La Otra Campaña es el apoyo a la APPO, incondicional, para la caída de Ulises Ruiz. Hasta ahí. En el caso del EZLN, también. Y lo que podamos hacer para frenar la represión. Pero para nosotros y el EZLN no valen ni el presidente oficial ni el legítimo. Nosotros no pensamos que arriba se vayan a resolver las cosas. Y estamos dispuestos a derrocar al oficial y al legítimo.—Está el asunto de la APPO, de La Otra Campaña, la gente está descontenta, el narcotráfico ha sobrepasado la capacidad de las autoridades. ¿Consideras que hay gobernabilidad en México? —No hay. Pero lo del narcotráfico es en realidad una escenografía. Es para vender que el principal problema de México es el de la seguridad. Entonces se hace mucho hincapié en el narcotráfico, los índices de criminalidad, los asaltos y la inseguridad; cuando, como hemos visto, los principales problemas son el despojo, la precariedad en el trabajo, los bajos salarios, la privatización de la educación, la destrucción del sistema de seguridad social, incluyendo todo el sistema de salud, y que se mantengan políticas de desprecio respecto a los pueblos indios.Entonces lo que se hace es magnificar un problema que sí existe, pero no es tan grande como se está presentando si se compara con los otros, de tal forma que la opción sea para resolver el problema del país, es un aparato represivo más ostentoso, o más modernizado, dicen ellos. Quieren justificar que se arme mejor a la policía, al Ejército Federal Mexicano y que empiece a asumir labores de policía interna. Entonces mientras se planteen en ese terreno las cuestiones, la oferta que gana es la que ofrezca más mano dura. En ese sentido, Calderón es lo que está ofreciendo.Dicen: si se desestabiliza el país, que haya mucha inseguridad, le cargamos la mano por el lado del narcotráfico y los criminales, y en esa criminalización de la sociedad metemos al movimiento social. Y entonces así ofreciendo mano dura voy a tener el respaldo de la gente. En donde se está equivocando Calderón es: primero, que no entra con el respaldo que entró Fox y ni quiera con el que tuvo Zedillo o Salinas de Gortari. Ni siquiera tiene el control del Partido Acción Nacional, porque hay ahí una fricción muy dura respecto a la cuota de poder que le reclama el yunque y la que le reclama el panismo tradicional, que es la que está representada por Calderón.El yunque está representado por Espino. En esa disputa ni siquiera puede controlar a su partido. Es de esperar que ni siquiera pueda controlar a Congreso; ya no se diga a resto de los gobernadores y todo eso. Hay un clima de desestabilidad y esgobernabilidad —no sólo ingobernabilidad, pues ya no sólo es la incapacidad para gobernar sino la capacidad para provocar crisis de gobierno, que ése es el ejemplo de Oaxaca—. Y muchos piensan que la gente de abajo no se da cuenta. No. Lo que la gente de abajo piensa es que está sola. O que eso que le está pasando sólo le está pasando a ella. Lo que está haciendo La Otra Campaña es demostrando que está pasando en todo el país. En esta segunda parte, que estamos recorriendo, en el norte, La Otra Campaña acabó con el mito entre el norte y sur de México.Se derrumbó completamente. Si agarras un campesino de norte, de Sonora, de Baja California, de Chihuahua o de la región lagunera, lo puedes ubicar en cualquier parte del centro o del sur de México y son los mismos problemas, la misma rabia y la misma indignación. Ese mito creado por los medios de comunicación que están clavados en la cuestión electoral y sólo ven arriba y al ver los índices de votación dicen que el norte es azul y el sur es amarillo, se derrumbó ahorita. Las bases fundamentales están tan destruidas que se necesita hacer una cosa más radical, que es la que estamos proponiendo en La Otra Campaña.Acostumbrado a expresar alegría o enojo sólo con la mirada, deja de lado el talante jocoso y habla más pausadamente para referirse a los objetivos de La OtraCampaña.—Has mencionado que el objetivo de La Otra Campaña es derrocar al gobierno.Constantemente has dicho que sólo traes una única promesa y es para los de arriba: que los van a tirar. Pero también has dicho que se trata de un movimiento pacífico. Cómo se logrará esto. ¿Acaso los de arriba se van a quedar con los brazos cruzados y no van a defender sus latifundios, sus fábricas?—Lo que hemos visto en nuestra experiencia en América Latina y aquí, con la excepción de Cuba, es que los movimientos armados que llegan al poder y que desde arriba empiezan a tratar de solucionara la cosas fracasan. Dejan muchos pendientes y se crea como una elite, nada más que con bandera de izquierda, que empieza a decidir y a suplantar decisiones. En lugar de la masa, el partido; en lugar del partido, el Comité Central; en lugar del Comité Central, el secretario general y así, para usar una figura de izquierda.Nosotros decimos que si se construye desde abajo, no importa qué pase arriba [la dirección] queda sujetada, controlada. Y las lecciones de los movimientos indígenas en Ecuador, en Bolivia y en otras partes y no sólo de indígenas es que sí es posible poner en crisis con una movilización pacífica, civil, masiva y que da buenos resultados porque genera organización abajo y el gobierno entra en otro tipo de relación con la gente que se insubordinó o que se hizo insumisa o que se rebeló. Lo que pasa es que lo que todavía está pendiente en La Otra Campaña es qué sigue. Eso que sigue debe ser el producto de una discusión muy amplia en donde estamos incorporados nosotros.Hay una consigna que se repite mucho: “por un gobierno obrero, campesino y popular”; pero no dicen indígena. Incluso en esa propuesta de la izquierda ortodoxa, que nosotros respetamos porque tiene tiempo que está ahí y no se ha rendido, a pesar de que ha pasado lo que ha pasado sigue sin ver a los pueblosindios como pueblos indios: o somos campesinos o somos obreros, pero no somos indígenas. —En la UNAM dijiste que ya no iba a haber sistema político mexicano para 2012. Qué es lo que va a haber entonces.—Mira, Calderón no termina. Eso sí. No termina por los de abajo, por el descontento social que se provoque y que esté organizado. O no termina por los de arriba, porque el afán de conquista que tienen las grandes trasnacionales no se va detener ni siquiera con esta especie de cortina muy tenue que son aún las leyes mexicanas de protección. O sea, van por todo. Y lo que eso va a provocar son rebeliones espontáneas, aisladas, que van a terminar en derrotas si no nos organizamos.Pero la derrota no es sólo que el movimiento fracase. La derrota es que esto se convierta en una guerra civil, de sálvese quien pueda. Cerrada la frontera como la están cerrando, a dónde van a ir los campesinos despojados, los estudiantes egresados de las universidades sin trabajo, la gente que se desplazada de las fábricas, todos los cinturones de miseria, que ya están tratando de disputarles a las urbes el espacio urbano, el que esté creciendo cada vez más el ambulantaje y por otro lado esté creciendo al represión para darles más espacio a los centros comerciales. Calderón no termina.Lo que falta por definir es si a la caída de Calderón sigue otro país o sigue otro remedo de tránsito. Nosotros decimos: las crisis fundamentales no se resuelven necesariamente con un cambio, porque el de arriba tiene la capacidad de regeneración. Entonces si no hay una alternativa sí es posible que en lugar de Calderón entre otro y que haga lo mismo y trate de administrar a mediano plazo lo que es inevitable, que es la destrucción de las bases fundamentales de la nación.Lo que nosotros decimos es que cuando ese momento llegue tiene que haber una alternativa de izquierda que ponga el dedo en el punto central: lo que está aquí mal es el sistema económico y sobre él el sistema político, jurídico, ideológico, cultural que se mantiene con base en eso.Nosotros decimos, destruyendo uno, para qué nos vamos a detener: destruyamos todo.Nosotros empezamos a plantear esto cuando se gesta la Sexta Declaración como un mecanismo de resistencia, que es nuestra especialidad. Nosotros decimos: lo que necesitamos es organizarnos para resistir el embate neoliberal. Pero para resistir el embate neoliberal necesitamos una fuerza muy grande. Si la organizamos, por qué detenernos en la resistencia. En lugar de hacer una cerca para que el lobo no robe muchas ovejas, mejor vamos por él y liquidémoslo.