23.9.06

Entrevista con el trovador chileno Francisco (Pancho) Villa.

"El espacio que hay que ganar dentro de las luchas de nuestros pueblos es el que está esperándonos, ese que nos exige menos yo y más nosotros"
Johanna Puyol
La Jiribilla
No es un extraño para Cuba, ha pisado nuestro suelo en siete ocasiones y ha traído a nuestros escenarios la mejor muestra del canto latinoamericano. El trovador chileno Francisco (Pancho) Villa, como los juglares trashumantes de antaño, recorre el mundo con su arte y su mensaje. Su más reciente gira por Cuba, del 17 al 26 de agosto, lo llevó por ocho ciudades a lo largo de la Isla ofreciendo conciertos junto a los cantautores cubanos Vicente Feliú y Eduardo Sosa. Antes se pudo escuchar su guitarra en el V Foro Social de Porto Alegre, en la III Cumbre de los Pueblos en Mar del Plata, en sus conciertos por Europa y Norteamérica, en sus viajes con los proyectos “Cultura en movimiento” y “Trovamundos”, promoviendo siempre con su música insumisa el compromiso de los artistas con la sociedad de su tiempo y el sentido crítico en el arte.
Pancho tiene en su haber cinco álbumes —Acerca del tiempo (1993), Penumbra (1997), Mi derecho a soñar (2000), Porfía (2002) y Canto del ángel (2004)— y, ya con más de 20 años de carrera artística, continúa por la senda que comenzó muy joven en plena dictadura, aquella del activismo de izquierda y del canto como expresión de su compromiso social y político. En Chile es uno de los más notables trovadores de los últimos tiempos —cuenta con varios premios que lo reflejan— y también es respetado en el terreno político —ha sido candidato a parlamentario representando las fuerzas progresistas de su país.
Con gran calidez atendió al llamado de La Jiribilla y así nos envía desde el “sur del Sur”, a través del correo digital, las respuestas que pueden desvelar la particular visión del arte y la política de este cantor del pueblo.
¿Cuáles fueron sus primeros pasos en la canción y cómo surgió el trovador militante?

Siendo estudiante secundario en uno de los colegios más tradicionales de Santiago, en plena dictadura de Pinochet, me desempeñaba como dirigente, tratando de organizar a mis compañeros, los de mi colegio y los del país, junto a otros jóvenes luchadores. Un día me percaté que a la hora de los discursos llegaba una cantidad importante de estudiantes a escuchar nuestras propuestas, pero todavía era un número insuficiente. Como tocaba guitarra y cantaba, más bien entre amigos y familia, se me ocurrió guitarrear y cantar en nuestras manifestaciones y fue entonces cuando noté con asombro que el auditorio se multiplicaba. Descubrí, entonces, la tremenda dimensión del Arte como herramienta de transformación individual y colectiva. Eran mucho más encantadoras, seductoras, nuestras razones, si se comunicaban a través del lenguaje artístico, el lenguaje de las emociones. Comprendí que si la estética tiene un fundamento ético, entonces la obra de arte conquista una nueva jerarquía: la Trascendencia.

Sumo a todo eso la experiencia de enfrentarme por primera vez, en audiciones clandestinas, a las canciones prohibidas: Violeta Parra, Víctor Jara, Quilapayún, Inti-Illimani, los Parra y un poco más tarde la obra de Atahualpa Yupanqui, Silvio, Pablo, Sui Generis, Serrat y la poesía de Benedetti.

Por ese tiempo, era también voluntario en la Comisión de Derechos Humanos, específicamente en la Comisión Pro Derechos Juveniles, por lo tanto, pasaba gran parte del día junto a los defensores y las víctimas de las violaciones a los Derechos Humanos. Como sabían que cantaba, me invitaban a las peñas y actos a guitarrear, yo iba sin más pretensión que colaborar con la causa, hasta que un día, tras una de esas "tocatas", se me acercó un importante músico chileno, que me invitó a cantar a su peña. Esa fue la primera vez que toqué formalmente, incluso hasta recibí un pequeño pago por mi actuación. Desde ese momento ya han pasado veintiún años.

En síntesis, llegué a la canción a partir de mi compromiso social y político y con el tiempo he ido democratizando su temática sin descuidar las razones que lo provocaron.

¿Han compartido igual protagonismo, a lo largo de su vida, el arte y el compromiso político?

El gran desafío de un artista comprometido está en saber mezclar con buen gusto los ingredientes de este plato sabroso que debe llegar a ser su obra. No sé si lo habré logrado, pero sin duda, me esfuerzo porque mis canciones den cuenta tanto de ética, como de estética, para eso trabajo día a día. Por un lado observo, luego reflexiono sobre lo observado, a continuación propongo y finalmente actúo y por otro… siento, estudio, exploro, ensayo y finalmente también actúo. Trato de que todo sea coherente, busco la armonía entre el Arte y la Política. Aunque muchos no lo quieran aceptar, ambas tienen un poco de la otra.

No sé si lo haya logrado, pero sí… trato, he tratado desde que mi memoria y mi corazón me lo señalan, de que estas dos caras, de tantas otras que tengo como buen ejemplar humano, sean cómplices, igualmente protagónicas.

Cuba ha tenido un lugar significativo en el desarrollo de la nueva trova y la canción protesta. ¿Influyó la Isla en la génesis de su música y su ideario?
Sí, absolutamente, vaya… qué sería de mi generación sin Pablo, Silvio, Noel, Vicente, Amaury. Sin duda alguna son —si es que los hay— muy pocos los trovadores de mi generación, al menos en Iberoamérica, que podrían declararse inmunes a la influencia cubana, y cuando digo influencia me refiero no solo a los códigos de la música y la poesía: más allá de la majestad de ambas disciplinas está la carga de valores, la travesía y la búsqueda cubanas, de un salto evolutivo en las relaciones de los seres humanos, que ha regado nuestros árboles, permitiéndoles raíces profundas, mayor estatura y fronda buena y abundante.

No soy ni pretendo ser el iniciador de nada, soy una consecuencia de los que estuvieron y un antecedente de los que vendrán, un eslabón más de la cadena, que reconoce identidad, en el legado de sus anteriores. Claro que Silvio, Pablo, Vicente, Amaury y Noel son referentes para lo que hago y soy hoy en día, pero también Fidel, el Che y Camilo.

La trova tuvo un papel fundamental en nuestro continente en los años en que arreciaron las dictaduras latinoamericanas. ¿Cuál es el lugar actual de la canción comprometida en Latinoamérica, particularmente en Chile, y qué espacios puede ganar dentro de las luchas sociales de nuestro tiempo?
El arte y las canciones en particular, fueron la banda sonora y fuente de esperanza y lucha durante los decadentes años de las dictaduras militares en nuestro continente, claro que sí, por sobre todo una sumadora de conciencias. Sin embargo, el panorama de hoy me asusta un poco, veo una línea que si no ha perdido continuidad, ha sido gracias a la tarea heroica, al gesto épico y al amor evidente por el oficio y la lucha por un mundo justo, que han seguido enarbolando próceres como Silvio, León Gieco y a mi juicio el paradigma del canto comprometido, el imprescindible, el irreemplazable Daniel Viglietti, un hombre que siendo una leyenda, sigue andando los caminos con una humildad, con una coherencia y una excelencia artística que conmueven.

El resto de los próceres, en general, se han convertido en una suma sedentaria de celebridades, que giran a cuenta de la nostalgia de luchas en las que ya no creen, viejos armarios que han terminado más preocupados de las ventas de sus discos, de disputarse la propiedad de los nombres de los conjuntos, de las obras, de algún premio oficial, de los derechos de autor, de la obrita de caridad que viste para validarse en los medios de comunicación masiva, de lograr algún puesto en el arco iris burocrático o alguna designación diplomática y de complacer a otros, que como ellos se cansaron de nadar contra la corriente y no solo aceptaron la derrota, sino que terminaron cantando, trabajando y gobernando, en fin… dando pan y circo, a favor de los que en su "rebelde juventud" combatían.

De las nuevas generaciones, tampoco hay mucho, la mayoría son jóvenes con la vanidad descontrolada, que están solo preocupados de la pirotecnia y el malabarismo, de ser virtuosos en sus instrumentos, de cantarle a la novia, o a la ex novia, o a la amante, o al amante de la novia, o a la que no quiere ser su novia, en fin… un arco temático muy diverso, como pueden ver… Hay muchos que se disfrazan de trovadores e incluso logran que alguna vieja gloria les coloque la mano en la frente. Si escuchas sus canciones y le bajas el volumen a la guitarra subiéndoselo a la batería, no verás mayor diferencia con una buena canción comercial de las que canta, por ejemplo, Luis Miguel.

Pero bueno, "quién dijo que todo está perdido…". Hay señales de esperanza. Fernando Delgadillo, en México; Raly Barrionuevo y Diego Dana, en Argentina; en Cuba, Eduardo Sosa, Frank Delgado y aunque fuera de Latinoamérica, pero con gran influencia aquí, Pedrito Guerra e Ismael Serrano.

El espacio que hay que ganar dentro de las luchas de nuestros pueblos es el que está esperándonos, ese que nos exige menos yo y más nosotros.

¿Tiene en preparación algún nuevo proyecto discográfico, luego de El canto del ángel?

Quiero grabar luego un nuevo trabajo, a más tardar a fines de este año o principios del próximo. Sería el sexto disco y tengo muchas ganas de hacerlo en Cuba.

Coméntenos sobre su reciente visita a Cuba y las experiencias que recibió en su recorrido por toda la Isla junto a músicos cubanos, en momentos en que nuestro país era centro de la atención internacional.

Siempre busco a Cuba y cada vez que regreso a mi país vuelvo menos chileno. Esto que digo, puede ser motivo de condena en el lugar donde nací, pero qué le vamos a hacer, así es… y lo digo con absoluta responsabilidad. Prefiero el arte del rostro limpio, digno y sin maquillaje de Cuba, al ostentoso centro comercial y feria de artificialidades y vanidades en que se ha transformado autocomplacientemente Chile y gran parte de su geografía humana.

La gira fue maravillosa, pude visitar ciudades y gentes hermosas, conocer pueblos intermedios, tomarle el pulso al desarrollo cultural y el esplendor natural de Cuba. Tuve grandes compañeros de viaje, además de un maravilloso equipo que, desde el Instituto Cubano de la Música y el Ministerio de Cultura, coordinaron cada paso no solo como una tarea más… logré percibir su cariño.

Cuento aparte fueron mis compañeros de oficio en cada lugar por donde pasé. Su jerarquía artística y humana me conmovieron, especialmente sentí eso con aquellos que fueron mis cómplices más directos, me refiero al ineludible prócer y amigo Vicente Feliú y especialmente a quien tuvo que soportarme el mayor tiempo y por segunda vez, pues antes ya habíamos hecho giras juntos, me refiero a Eduardo Sosa, una voz que se está haciendo imprescindible en el cancionero de nuestros pueblos.

Todo y todos fueron maravillosos, los periodistas de todos los medios de comunicación en cada ciudad, los administradores de los lugares de cada concierto, los compañeros que colocaron el sonido, las comidas, los alojamientos, los conciertos mismos, los amigos viejos y los nuevos en fin…

Finalmente, esta vez fui a esa Cuba, que ya siento como mi propia Cuba, no solo con mi humanidad a cuestas, sino que llevando sobre mis hombros la responsabilidad de abrazar a la Revolución, al pueblo, a sus líderes y especialmente a Fidel, en esta hora, en nombre de cientos de miles de seres justos que habitan en el Cono Sur del continente y que ven en Cuba una posibilidad, un intento honesto por desmarcarse de la pequeñez y la prepotencia que condiciona hoy al mundo.

Fui a Cuba para cantarles y decirles a los cubanos, especialmente a las nuevas generaciones, que la Revolución no es solo de ellos, sino que es de todos los que de todas las latitudes la sentimos como propia y que en virtud de eso, les pedimos que la cuiden, que la quieran y la perfeccionen y que en eso no estarán solos, hay muchas manos dispuestas a sumarse. Yo aporto con las mías.

Sabemos que no es fácil, sabemos que con todo, nuestra Cuba no es perfecta, mas… es la que está a menor distancia de la dignidad, aspiración y paradigma de la perfección humana.

Fui a Cuba, en definitiva, para decirles a los cubanos que los necesitamos hoy más que nunca, para seguir caminando. Si Cuba desaparece, el horizonte no solo se nos aleja, se nos pierde de vista.

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