20.6.06

El hombre que pensó un país justo

CRONICAS DE LA HISTORIA - REPORTAJE A MANUEL BELGRANO
Mediante la técnica del reportaje imaginario, Felipe Pigna hace hablar a Manuel Belgrano en primera persona. Los textos son extractos de escritos publicados en informes del prócer al Consulado o artículos periodísticos de El Telégrafo Mercantil y el Correo de Comercio.

Manuel Belgrano, el primer economista argentino y uno de los intelectuales más lúcidos de la Revolución de Mayo, nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Estudió en el Colegio de San Carlos y luego en España, en las Universidades de Valladolid y Salamanca. A partir de entonces no dejó de deslumbrar e incomodar, según los casos, a sus contemporáneos. En 1794 fue nombrado al frente del Consulado, un organismo virreinal que se ocupaba teóricamente de fomentar la actividad económica por estas tierras.
Belgrano, imbuido de las teorías políticas y económicas más avanzadas de su época, intentará por todos los medios diversificar la economía local, esencialmente ganadera, impulsando la industria, la agricultura y el comercio interregional. Tuvo que enfrentar poderosos intereses que se aferraban a un modelo arcaico que los beneficiaba y que boicotearon sus iniciativas progresistas. Como un Beethoven que sabe que está haciendo lo correcto y que algún día lo entenderán, Belgrano dejó plasmado en innumerables escritos un plan de país para que algún día alguien lo tome en cuenta y, sobre todo, tenga el coraje político de aplicarlo.
Las bases de ese plan podrían sintetizarse en el impulso ilimitado de la educación general y especial, dándole un gran impulso a la educación técnica; en la promoción de la actividad industrial; en la aplicación de un justo reparto de tierras para promover la agricultura y evitar los latifundios improductivos, pasto fácil de la especulación, y finalmente, pero sobre todo, la búsqueda de la equidad social y la igualdad de oportunidades. Quizás estas palabras preliminares a este reportaje basado en textos escritos originales de Manuel Belgrano, sirvan para entender por qué cierta historia ha querido condenar a Belgrano a ser sólo el "padre de la Bandera", aspecto no menor, para dejar de lado al hombre que pensó un país distinto y mejor para todos. Aún estamos a tiempo de conocerlo y reconocerlo.
¿Cómo fueron sus años formativos en Europa?Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre fuere donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente.
¿Cuál fue su sensación al asumir la secretaría del Consulado allá por 1794 y enterarse de quiénes eran sus compañeros?No puedo decir bastante mi sorpresa cuando conocí a los hombres nombrados por el Rey para el Consulado. Todos eran comerciantes españoles, exceptuando uno que otro, nada sabían más que su comercio monopolista, a saber: comprar por cuatro para vender con toda seguridad a ocho. Mi ánimo se abatió, y conocí que nada se haría en favor de las provincias por unos hombres que por sus intereses particulares posponían el del común. Sin embargo, ya que por las obligaciones de mi empleo podía hablar y escribir sobre tan útiles materias, me propuse echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos.
Pero para lograr este objetivo hay que apoyar al trabajador del campo... ¿Qué propone al respecto?He visto con dolor, sin salir de esta capital, una infinidad de hombres ociosos en quienes no se ve otra cosa que la miseria y desnudez; una infinidad de familias que sólo deben su subsistencia a la feracidad del país, que está por todas partes denotando la riqueza que encierra, esto es, la abundancia; y apenas se encuentra alguna familia que esté destinada a un oficio útil, que ejerza un arte o que se emplee de modo que tenga alguna más comodidad en su vida. Esos miserables ranchos donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto. Esta claro que la solución pasa por entender que la lana, el algodón, otras infinitas materias primeras que tenemos, y podemos tener con nuestra industria, pueden proporcionar mil medios de subsistencia a estas infelices gentes que, acostumbradas a vivir en la ociosidad, como llevo expuesto, desde niños, les es muy penoso el trabajo en la edad adulta, y son y resultan unos salteadores o unos mendigos. He propuesto la creación de un fondo con destino al labrador ya al tiempo de las siembras como al de la recolección de frutos, porque la importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación.
Se habla mucho de la necesidad de una moneda sana, ¿cuál es el rol de la moneda en la economía?La moneda por sí misma, no es riqueza pero es una prenda intermedia y una verdadera letra de cambio al portador que debe pagarse en cambio de frutos de la Agricultura o de las obras de la industria. Si estos frutos o estas obras faltan o no alcanzan, habrá pobreza con mucho dinero; si son abundantes, habrá riqueza con poco dinero: así pues, una nación es pobre con una cantidad inmensa de metales, entre tanto que otra florece sin otros recursos de prosperidad que su agricultura; y no obstante no hace mucho tiempo se creía que las minas enriquecían los estados que las poseían.
¿Cómo ve a la sociedad argentina? ¿Cree que la desigualdad social traerá conflictos sociales en el futuro? Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. Existe una lucha continua entre diversos contratantes: pero como ellos no son de una fuerza igual, los unos se someten invariablemente a las Leyes impuestas por los otros. Los socorros que la clase de propietarios saca del trabajo de los hombres sin propiedad, le parecen tan necesario como el suelo mismo que poseen; pero favorecida por la concurrencia, y por la urgencia de sus necesidades, viene a hacerse el árbitro del precio de sus salarios, y mientras que esta recompensa, es proporcionada a las necesidades diarias de una vida frugal, ninguna insurrección combinada viene a turbar el ejercicio de una semejante autoridad. El imperio de la propiedad es, el que reduce a la mayor parte de los hombres, a lo más estrechamente necesario.
¿Qué consejo les daría a los futuros argentinos?Es preciso que despertemos de la inacción, que sacudamos el yugo extranjero, y que tengamos presente que a nuestra inercia debe este su preponderancia, y que la Nación está abatida con tanto desdoro: apliquemos todos a buscar los medios de sacarla de este estado con todas nuestras fuerzas siguiendo los pasos de la naturaleza esta madre sabia, que ha depositado en cada país una riqueza para que trabajando el hombre lo haga poderoso y fuerte contra quien lo quiera oprimir.

Apego a la verdad
Dos hijos y dos amores en su vida. Pedro Pablo nació de su relación con María Josefa Ezcurra y Manuela Mónica fue fruto de su pareja con Dolores Helguera.
A casi dos siglos de su muerte, Belgrano sigue despertando la admiración de los que lo conocen y el desprecio de quienes siguen viendo en él a un denunciante de las inequidades y el atraso nacional. Estos últimos lanzaron y lograron instalar por un tiempo la versión que "acusaba" a Belgrano de ser homosexual. En sus cortas mentes aquel hecho lograba descalificar toda su obra. Afortunadamente vivimos tiempos más racionales y tolerantes y hoy sería muy difícil sostener la hipótesis que basa la idoneidad de una persona en su sexualidad. Pero, por apego a la verdad histórica, podemos afirmar que Belgrano era heterosexual y que tuvo dos grandes amores. Uno de ellos con María Josefa Ezcurra, hermana de Encarnación, futura esposa de Rosas.
Cuando Belgrano se hace cargo del Ejército del Norte, María lo acompaña por los pagos de Salta, Tucumán y Jujuy y el 30 de julio de 1813 nace Juan, que será adoptado por la familia Rosas y crecerá con el nombre de Pedro Rosas y Belgrano. Años más tarde se enamoró de la bella tucumana María Dolores Helguera, y quiso casarse con ella. Pero los trajines de la guerra lo alejaron de su amor. María Dolores fue obligada a casarse con otro hombre, que al poco tiempo la abandonó. Belgrano y María Dolores volvieron a verse pero no pudieron casarse porque legalmente Dolores seguía casada.
En mayo de 1819 nació Manuela Mónica Belgrano. La alegría fue inmensa pero Manuel no pudo disfrutar a su hijita por mucho tiempo. En enero de 1820 abandonó Tucumán gravemente enfermo para hacerse cargo de otra misión difícil, pacificar la convulsionada provincia de Santa Fe. Poco tiempo después debió dejar la comandancia por motivos de salud y trasladarse a Buenos Aires. De acuerdo a los deseos de su padre Manuela fue llevada a Buenos Aires y vivió junto a sus tíos Juana y Domingo Belgrano. Juan Bautista Alberdi se enamoró perdidamente de ella, pero el romance no prosperó.

El trabajo como fuente de riqueza
Preocupado por la industria nacional y por la dignidad de los trabajadores, impulsó una política proteccionista y una reforma agraria.
Las ideas económicas innovadoras de Belgrano quedaron reflejadas en sus informes anuales del Consulado, en los que trató de fomentar la industria y modificar el modelo de producción. Desconfiaba de la riqueza fácil que prometía la ganadería porque daba trabajo a poca gente, no desarrollaba la inventiva, desalentaba el crecimiento de la población y concentraba la riqueza en pocas manos. Se interesó por la teoría econó-mica fisiocrática, que ponía el acento en la tierra como fuente de riqueza para una nación, y por el liberalismo de Adam Smith, que había dicho, allá por 1776, que "la riqueza de las Naciones" estaba en el trabajo de sus habitantes. Belgrano pensó que ambas teorías eran complementarias en un país con tanta riqueza natural.
Propuso proteger las artesanías e industrias locales subvencionándolas con "un fondo con destino al labrador ya al tiempo de las siembras como al de la recolección de frutos". Esta era, a su entender, la manera de evitar "los grandes monopolios que se ejecutan en esta capital, por aquellos hombres que, desprendidos de todo amor hacia sus semejantes, sólo aspiran a su interés particular, o nada les importa el que la clase más útil al Estado, o como dicen los economistas, la clase productiva, viva en la miseria y desnudez que es consiguiente a estos procedimientos repugnantes a la naturaleza, y que la misma religión y las leyes detestan".
En la Memoria al Consulado 1802 presentó un alegato industrialista: "Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño en conseguir, no sólo darles nueva forma, sino aún atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas."Belgrano fue el primero por estos lares en proponer una reforma agraria basada en la expropiación de las tierras baldías para entregarlas a los desposeídos: "es de necesidad poner los medios para que puedan entrar al orden de sociedad los que ahora casi se avergüenzan de presentarse a sus conciudadanos por su desnudez y miseria, y esto lo hemos de conseguir si se le dan propiedades (...) que se podría obligar a la venta de los terrenos, que no se cultivan, al menos en una mitad, si en un tiempo dado no se hacían las plantaciones por los propietarios; y mucho más se les debería obligar a los que tienen sus tierras enteramente desocupadas, y están colindaras con nuestras poblaciones de campaña, cuyos habitadores están rodeados de grandes propietarios y no tienen ni en común ni en particular ninguna de las gracias que les concede la ley: motivo porque no adelantan.".

La función del bello sexo
En épocas en que reinaba una hegemonía masculina en la vida social y pública, defendió la educación de la mujer y reivindicó su lugar en la sociedad moderna, única manera de formar ciudadanos útiles para toda la nación.
Cuando en lugares tan progresistas como la Asamblea de París se discutía sobre si era o no conveniente destinar dineros y esfuerzos a la educación de las niñas, Belgrano fue un pionero en la defensa y dignificación de la condición femenina, comenzando por su derecho inalienable a la educación. En un mundo machista en el que la mujer quedaba relegada a las tareas domésticas y a las de trabajadora peor remunerada y tratada por sus compañeros varones, él entendía que: "Por desgracia el bello sexo que debe estar dedicado a sembrar las primeras semillas lo tenemos condenado al imperio de las bagatelas y de la ignorancia () a pesar del talento privilegiado que distingue a la mujer y que tanto más es acreedora a la admiración cuanto más privado se halla de medios de ilustrarse". "La mujer es la que forma en sus hijos el espíritu del futuro ciudadano"; de manera que una mujer ignorante, es una mala generadora de ciudadanos, de ciudadanos retardados, poco productivos e incompetentes para una nación moderna.
La tarja de Potosí
Esta joya fue obsequiada a Manuel Belgrano por las damas de Potosí el 4 de julio de 1813 y puede verse en el Museo Histórico Nacional. Una "tarja" es un canto o himno tallado en oro y plata, y las imágenes representadas tienen un contenido épico. Mide 1,70 metro de altura por 1,03 de ancho y su valor estaba estipulado en 7.200 pesos fuertes. En la cúspide fue tallada la imagen de un cacique indígena y en el centro puede verse el contorno de América del Sur, que a su vez encierra una inscripción en la cual las damas del Alto Perú reconocen al prócer como "Protector de los Pueblos Americanos", dándole por primera vez una trascendencia continental.

Libertad de prensa
Desde las páginas de dos periódicos, defendió "las utilidades de la pluma" para combatir la ignorancia.
En 1801 Manuel Belgrano colaboró en la fundación del primer periódico editado en nuestro país: el "Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata." La publicación aparecía dos veces por semana y traía artículos variados, desde sesudos análisis políticos hasta sonetos escatológicos, como este sobre las almorranas: "Hasta cuando traidoras almorranas/ después de quedar sanas, / y ya purificadas, / volvéis a las andadas? / porqué irritáis con bárbaro perjuicio/ la paz del orificio, / que acostumbrado a irse de bareta / y en lícitos placeres/ hace sus menesteres".El Virrey del Pino, molesto por el contenido político de la publicación y por la gran influencia que fue adquiriendo, decidió clausurar el "Telégrafo" el 17 de octubre de 1802, usando como excusa la "procacidad" de la publicación.En marzo de 1810 Belgrano volvió a la actividad periodística editando el "Correo de Comercio", desde donde insistirá con sus propuestas, procurando, como él decía, "la felicidad de la mayor parte de los ciudadanos". Insistía en que el país debía industrializarse: "Ni la agricultura ni el comercio serían casi en ningún caso suficientes a establecer la felicidad de un pueblo si no entrase a su socorro la oficiosa industria. No hay desarrollo si este ramo vivificador no entra a dar valor a las rudas producciones de la una y materia y pábulo a la permanente rotación del otro." En un artículo publicado el 11 de agosto, Belgrano defendía la libertad de prensa en estos términos: "Sólo pueden oponerse a la libertad de la prensa los que gusten mandar despóticamente, o los que sean tontos que no conociendo los males del gobierno, no sufren los tormentos de los que los conocen, y no los pueden remediar por falta de autoridad; o los muy tímidos que se asustan con el coco de la libertad, porque es una cosa nueva, que hasta ahora no han visto en su fuerza, y no están fijos y seguros en los principios que la deben hacer tan amable y tan útil... Pero quitarnos las utilidades de la pluma y de la prensa, porque de ellas se puede abusar, es una contradicción notoria y un abuso imperdonable de la autoridad, y es querer mantener a la nación en la ignorancia, origen de todos los males que sufrimos. Sin esta libertad no pensemos haber conseguido ningún bien después de tanta sangre vertida y tantos trabajos."

El cuidado de la tierra
Pionero de la ecología, cuando esa palabra no figuraba en el vocabulario de los políticos y funcionarios de su tiempo, se preocupó por mejorar el rendimiento sin dañar el suelo.
Apasionado por el estudio de la botánica y la agricultura, Belgrano no sólo se preocupaba por que la tierra estuviera equitativamente repartida. También aconsejaba, por ejemplo, que no se dejara la tierra en barbecho, pues "el verdadero descanso de ella es la mutación de producción". Señalaba el sistema que se usaba en aquellos tiempos en Alemania, que hacía de los curas párrocos verdaderos guías de los agricultores, realizando éstos, gracias a sus conocimientos, experimentos de verdadera utilidad para la tierra, enseñándoles las prácticas más adelantadas.
Belgrano, el más católico de nuestros próceres, entendía que estas eran funciones esenciales de los curas que encuadraban dentro de su ministerio, "pues el mejor medio de socorrer la mendicidad y miseria es prevenirla y atenderla en su origen". Proponía trasladar la experiencia europea de otorgar recompensas a quienes realizaban nuevos plantíos, "señalando un premio por cada árbol que se da un tanto arraigado".
En su "Reglamento para los pueblos de las Misiones", del 30 de diciembre de 1810, establecía: "Hallándome convencido de que los excesos horrorosos que se cometen por los beneficiadores de la yerba, no sólo talando los árboles que la traen, sino también con los naturales, de cuyo trabajo se aprovechan sin pagárselo, y además hacen padecer con castigos escandalosos, constituyéndose jueces en causa propia, prohibido que se pueda cortar árbol alguno, sopena de diez pesos por cada uno que se cortare, a beneficio, la mitad del denunciador, y la otra mitad para el fondo de las escuelas."

"Triste estado el de nuestra educación"
Defendía la idea de una educación de calidad para todos como la mejor herramienta de cambio y progreso.
Belgrano pensaba que la primera tarea a emprender para construir un país más justo consistía en modificar radicalmente el sistema educativo colonial: "Los niños miran con fastidio las escuelas, es verdad, pero es porque en ellas no se varía jamás su ocupación; no se trata de otra cosa que de enseñarles a leer y escribir, pero con un tesón de seis o siete horas al día, que hacen a los niños detestable la memoria de la escuela, que a no ser alimentados por la esperanza del domingo, se les haría mucho más aborrecible este funesto teatro de la opresión de su espíritu inquieto y siempre amigo de la verdad. ¡Triste y lamentable estado el de nuestra pasada y presente educación! Al niño se lo abate y castiga en las aulas, se le desprecia en las calles y se le engaña en el seno mismo de su casa paternal. Si deseoso de satisfacer su curiosidad natural pregunta alguna cosa, se le desprecia o se le engaña haciéndole concebir dos mil absurdos que convivirán con él hasta su última vejez."Pero no se hacía ilusiones con las simples proclamas o los cambios formales. Sabía que si no se cambiaba el sistema, si no se producía un mejor reparto de las riquezas, nada podía esperarse. "Tenemos muchos libros que contienen descubrimientos y experiencias que se han hecho en agricultura, pero estos libros no han llegado jamás al labrador y a otras gentes del campo."Escribía en 1798 el primer proyecto de enseñanza estatal, gratuita y obligatoria: "¿Cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios, y que el Gobierno reciba el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza, y si la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos? Pónganse escuelas de primeras letras costeadas de los propios y arbitrios de las Ciudades y Villas, en todas las Parroquias de sus respectivas jurisdicciones, y muy particularmente en la Campaña, donde, a la verdad, residen los principales contribuyentes a aquellos ramos y quienes de justicia se les debe una retribución tan necesaria. Obliguen los Jueces a los Padres, a que manden sus hijos a la escuela, por todos los medios que la prudencia es capaz de dictar".Promovió el estudio de la Historia porque sostenía: "Se ha dicho muy bien que el estudio del pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo presente y porvenir. (...) Nada importa saber o no la vida de cierta clase de hombres, que todos sus trabajos y afanes los han contraído a sí mismo y ni un solo instante han concedido a los demás."

Cuentas pendientes
Belgrano donó 40.000 pesos oro para construir cuatro escuelas en el Norte argentino. El Estado nacional se tomó su tiempo para cumplir con el legado del prócer.
Como premio por las victorias de Salta y Tucumán, Belgrano recibió de la Asamblea del Año XIII un premio de 40.000 pesos oro. Pidió que ese dinero se aplicara a la construcción de cuatro escuelas públicas. La de Santiago del Estero fue inaugurada en 1822 y funcionó hasta 1826. Se volvió a construir en 1998 y fue inaugurada en el año 2000. La de Tarija recién pudo inaugurarse en 1974 y el presidente Juan D. Perón la bautizó "Escuela Argentina Manuel Belgrano". Jujuy dio por cumplido el legado belgraniano. Las obras iniciadas en 1813, debieron suspenderse ante el avance de los españoles. En 1825 se inauguró una humilde escuelita que funcionó hasta 1828.
La nueva escuela "Legado Belgraniano" abrió sus puertas en 2004. Según la investigación de la historiadora Martha Dichiara, la escuela de Tucumán "nunca funcionó, ni sus capitales e intereses fueron cobrados por la Provincia. El gobierno de Menem depositó 2.000.000 de pesos y se construyó una primera etapa en parte del predio que ocupó la ciudadela del Ejército del Norte. La Nación nunca remitió el dinero restante para terminar el proyecto: $3.400.000. Nunca se hizo la entrega oficial que debe hacer la Nación a la Provincia, nunca se inauguró y por lo tanto no tiene matrícula propia."

Victorias y derrotas en sus últimos años
Los últimos años de Belgrano estuvieron signados por la vida militar. Hubo resonantes triunfos, como Salta y Tucumán, y dramáticas derrotas, como Vilcapugio y Ayohuma.
La revolución estaba dejando de lado a uno de sus más talentosos intelectuales, que hubiera sido de una invalorable utilidad en las tareas de planificación y gobierno. La Junta encomendó a Belgrano la difícil tarea de extender la revolución al Paraguay. "Admití, porque no se creyese que repugnaba los riesgos, que sólo quería disfrutar de la capital, (...) sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos", cuenta en su Autobiografía.La campaña terminó con la derrota de Tacuarí, donde Belgrano debió enfrentar a un ejército de 6.000 hombres con apenas 700. Más tarde Belgrano se hizo cargo del Ejército del Norte, hombres desarrapados, desarmados y mal alimentados.El panorama era desolador, eran 1.500 hombres con 600 fusiles y 25 balas para cada uno. Pero el general los reorganizó y retrocedió a Tucumán con la idea de bajar a Buenos Aires. A pedido del pueblo tucumano decidió desobedecer al triunvirato y enfrentar a los realistas.El 24 de Septiembre de 1812 en la batalla de Tucumán logró una valiosa victoria. Persiguió a los españoles hasta Salta y el 20 de febrero de 1813 obtuvo el gran triunfo de Salta. Envalentonadas, las tropas entraron al Alto Perú, pero los realistas recibieron refuerzos y derrotaron a Belgrano en Vilcapugio el 1 de Octubre de 1813 y Ayohuma el 14 de Noviembre. Retrocedió hasta Salta y esperó a San Martín en al Posta de Yatasto, que venía a reemplazarlo en el mando del Ejército del Norte. A diferencia de San Martín, Belgrano se vio envuelto en luchas civiles, como la represión de los federales del Litoral y la Banda Oriental. En enero de 1820 partió a pacificar Santa Fe, pero a los pocos días regresó a Buenos Aires enfermo de muerte.

Color de estrategia
El 27 de febrero de 1812, Belgrano formó a sus tropas en Rosario frente a una bandera con los colores de la escarapela. La enseña fue cosida por doña María Catalina Echeverría de Vidal. Todo parece indicar que tenía dos franjas verticales, una blanca y una celeste, como la que adoptará San Martín para el Ejército de los Andes. Eran los colores de la casa de Borbón, a la que pertenecía Fernando VII, y su adopción fue una demostración estratégica de fidelidad al rey cautivo.

La gran marcha
El general Manuel Belgrano fue el inspirador, organizador y protagonista junto a todo un pueblo de una de las más notables epopeyas de la historia.
Se venían los realistas al mando del general español Pío Tristán. No había cómo pararlos. El Ejército patriota no tenía recursos ni hombres suficientes, pero sí contaba con la genialidad de Belgrano. Sabiendo que, tras cruzar la Puna, la única opción de abastecimiento eran los valles jujeños, decidió dejarle la tierra arrasada al enemigo. El 29 de julio de 1812, Belgrano emitió un bando desde Salta disponiendo la retirada general. La orden era contundente: ni casas, ni alimentos, ni animales de transporte, ni objetos de hierro, ni efectos mercantiles, nada debía caer en manos del enemigo.
Desconfiaba profundamente de los terratenientes locales, a los que llamaba "los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud". Tenía datos precisos de que ya estaban en contacto con la avanzada española para hacer negocios con las probables nuevas autoridades, de las que habían recibido la garantía de respetar sus propiedades. Belgrano no les dejó alternativa: o quemaban todo y se plegaban al éxodo o los fusilaba. El resto de la población colaboró con fervor, perdiendo lo poco que tenían, que para ellos era todo. Aquel impresionante comenzó a mediados de agosto de 1812 y en cinco días la marea humana llegaba a Tucumán. Por única vez Belgrano desobedeció a las autoridades, que querían mandarlo a Montevideo, y el 24 de setiembre obtuvo el gran triunfo de Tucumán.

Genio y figura
Historias simples, diálogos con amigos y sufrimientos íntimos también formaron parte de la vida de este hombre. Anécdotas que lo pintan de cuerpo entero y frases para reflexionar.
Libros prohibidosPor sus excelentes calificaciones y en su carácter de presidente de la Academia de Derecho romano, política forense y economía política de la Universidad de Salamanca, solicitó al papa Pío VI permiso especial para acceder a libros prohibidos. El Papa le concedió autorización para "... leer y retener todos y cualesquiera libros de autores condenados y aún herejes, de cualquier manera que estuvieran prohibidos, custodiando sin embargo que no pasen a manos de otros. Exceptuando los pronósticos astrológicos que contienen supersticiones y los que ex profeso tratan de asuntos obscenos."
Terminante decisiónDurante los primeros meses del año 1810 ya eran frecuentes las reuniones secretas en la jabonería de don Hipólito Vieytes. Allí estaban Belgrano y su primo, Juan José Castelli, Mariano Moreno, Cornelio Saavedra, Domingo French y Antonio Beruti, entre otros. Al conocerse la noticia de la caída de la junta de Sevilla —último bastión de la resistencia española frente a Napoleón— el grupo designó a Belgrano y a Saavedra para que trataran con el alcalde Lezica la posibilidad de una convocatoria a un Cabildo Abierto. El cabildo se concretó el 22 de mayo y allí se inició el debate sobre el futuro de la colonia. Pero el Virrey Cisneros intentó una maniobra formando el día 24 una junta que lo tenía como presidente. Belgrano abandonó su habitual compostura y declaró ante el cabildo: "Juro a mi patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día de mañana el virrey no ha renunciado, lo arrojaremos por las ventanas de la fortaleza." No hizo falta, Cisneros renunció el 25 y quedó formada la Primera Junta de gobierno patrio, dirigida y compuesta mayoritariamente por criollos, con el propio Manuel Belgrano como vocal.
Huertas de campañaLas tropas que comandaba el general Manuel Belgrano, como sucedía con todas las que lucharon en nuestras guerras por la independencia, pasaban meses y años sin cobrar sus correspondientes sueldos. Los soldados estaban mal vestidos y sufrían todo tipo de necesidades. A Belgrano se le ocurrió un emprendimiento: repartir terrenos sin explotar a cada regimiento para su cultivo. Todos los cuerpos tuvieron una huerta abundante de hortalizas y legumbres, y de este modo, todos llenaron su necesidad de esta manera y entretenían su equipo, porque los frutos que sobraban del consumo se vendían en beneficio de todos los soldados que los habían cultivado.
Dar el ejemploBelgrano tenía un concepto de la obediencia debida que lamentablemente ha sido olvidado por los generales argentinos del siglo XX. Palabras para recobrar: "La subordinación del soldado a su jefe se afianza cuando empieza por la cabeza y no por los pies, es decir cuando los jefes son los primeros en dar ejemplo; para establecerla basta que el General sea subordinado del gobierno, pues así lo serán los jefes sucesivos en orden de mando. Feliz el ejército en donde el soldado no vea cosa que desdiga la honradez y las obligaciones en todos los que mandan."
Comodidad vs. necesidadBelgrano era uno más entre todos sus soldados. Había donado la mitad de su sueldo y como contaba su entrañable amigo, José Celedonio Balbín: "Se hallaba siempre en la mayor escasez, así es que muchas veces me mandó pedir cien o doscientos pesos para comer." Belgrano se cansaba de mandar partes al gobierno en los que describía el estado de sus soldados, los que le ponían el pecho a las balas en la última avanzada contra los godos: "La desnudez no tiene límites: hay hombres que llevan sus fornituras sobre sus carnes, y para gloria de la Nación hemos visto desnudarse de un triste poncho a algunos que los cubría para resguardar sus armas del agua y sufrirla con el mayor gusto". Pero los gobernantes de Buenos Aires, que destinaban fondos millonarios para destruir a José Artigas y que se repartían los beneficios del monopolio del puerto y de la Aduana, ni se dignaban a contestar sus cartas con pedidos. Hasta que al general Belgrano le subió la temperatura más de lo previsto y les mandó este parte que los denunciaba magistralmente: "Digan lo que quieran los hombres sentados en sofás, o sillas muy bonitas que disfrutan de comodidades, mientras los pobres diablos andamos en trabajos: a merced de los humos de la mesa cortan, tasan, destruyen a los enemigos con la misma facilidad que empinan una copa (...) Si no se puede socorrer al Ejército, si no se puede pagar lo que este consume mejor es despedirlo."
No fue noticiaEl 20 de junio de 1820 no fue un día más en Buenos Aires. En plena guerra civil, la ciudad tuvo ese día tres gobernadores y sin que nadie lo notara, moría Manuel Belgrano. Alcanzó a decir unas últimas palabras "Yo espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus desgracias. Ay Patria mía". Sólo un diario de Buenos Aires, "El despertador Teofilantrópico" dirigido por el padre Castañeda, se ocupó de la muerte de Belgrano. Decía el periódico: "Es un deshonor a nuestro suelo, es una ingratitud que clama el cielo, el triste funeral, pobre y sombrío que se hizo en una Iglesia junto al río, al ciudadano ilustre General Manuel Belgrano". Ni "La Gaceta", que era el periódico oficial, ni "El Argos", diario que se jactaba en su subtítulo de tener 100 ojos para ver la realidad, vieron ni dieron cuenta de la muerte de Manuel Belgrano. Para ellos no fue noticia.
Morir en Buenos AiresEn su Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Bartolomé Mitre cuenta que, estando gravemente enfermo, Belgrano solicitó al gobernador Aráoz dos mil pesos para subvencionar su viaje a Buenos Aires. A los dos días le contestó que el tesoro provincial se hallaba exhausto. Entonces Belgrano le dijo a su amigo Balbín. "Ya no podré ir a morir en Buenos Aires; no tengo recurso alguno para moverme." Balbín puso inmediatamente a su disposición la cantidad de dos mil pesos plata, que él aceptó agradecido, con cargo de devolución.

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